Javier Agreda
El llanto en las tinieblas
La premiada novela histórica de Sandro Bossio cumple 20 años
A finales del siglo pasado e inicios del presente se produjo, entre los escritores latinoamericanos un renovado interés por la novela histórica. En ese contexto, aquí en el Perú surgió una serie de “nuevos” narradores eligieron ambientar sus primeras novelas en nuestro poco conocido período colonial. Así lo hicieron Fietta Jarque con Yo me perdono (1998) y Lucía Charún Illescas con Malambo (2001); y también el joven escritor huancaíno Sandro Bossio (1970), quien obtuvo el primer premio del último concurso de Novela Corta del Banco Central de Reserva por El llanto en las tinieblas (BCRP, 2002), una interesante novela ambientada en el Callao de hace 300 años.
El llanto en las tinieblas es un ameno y detallado retrato de época. Pero antes que nada es una historia de amor: la del solitario músico Balmes y la bella Ligia María, inteligente y culta, a pesar de su condición de prostituta. El libro se estructura a partir de esta pareja, del relato de sus azarosas vidas. Balmes ha sufrido un accidente que le deformó el rostro y mantiene una estrecha amistad con un sabio bibliotecario aficionado a las teorías ocultistas. Ligia María procede de una noble familia europea, pero queda huérfana a causa de la peste, y en su desamparo llega hasta el Perú, a un instituto “que no pasaba de ser una tercería donde doncellas y esclavas aprendían lo necesario para desempeñarse en los lenocinios”. Sólo en el tercer y último capítulo se narra el encuentro de la pareja, el amor que surge entre ellos, el breve tiempo de felicidad compartida y su trágico final.
El mayor logro de Bossio está en el trabajo con el lenguaje. Luis Jaime Cisneros, quien fue presidente del jurado que premió la novela, afirmó que en este relato se “recrea con pasmosa espontaneidad y con seguridad extrema, léxico y giros expresivos de los siglos XVI y XVII”. A partir de ese lenguaje antiguo, se crea un cierto ritmo narrativo sumamente versátil, con elementos clásicos pero también modernos, que le otorga al autor la libertad para cambiar constantemente de temas y de registros. Así puede narrar, manteniendo la unidad y armonía del texto, tanto hechos insólitos y terribles como los episodios más íntimos y personales de las vidas de sus protagonistas, incluyendo algunos pasajes de intenso erotismo.
En las novelas de Jarque y Charún Illescas el retorno a los tiempos de la colonia obedecía a la búsqueda de un ambiente más propicio (por la acendrada religiosidad, tanto católica como prehispánica) para sus narraciones aún deudoras del “realismo mágico”. No es esa la intención de Bossio, quien se remontaba a precedentes literarios más tradicionales, como las novelas de Alejandro Dumas. A esa influencia se puede deber la presencia, en las apenas cien páginas del libro, de una inusual cantidad de historias secundarias, con sus personajes y escenarios respectivos, las que el autor ha sabido insertar, en forma oportuna y dosificada, a lo largo de la historia principal. Así desfilan tapadas, libros prohibidos, instrumentos musicales y métodos curativos antiguos, y hasta la Inquisición con sus torturas y abusos.
Tratándose de una primera novela, resultan inevitables ciertos problemas y defectos. Pero estos problemas son superados ampliamente por los más que evidentes logros formales: la calidad de la prosa, la precisión y versatilidad en el manejo de las técnicas narrativas. Virtudes que Bossio confimaría a lo largo de su ya extensa obra, que abarca novelas como La fauna de la noche (2012), Territorio muerto (2014) y El aroma de la disidencia (2021).
COMENTARIOS