Carlos Adrianzén

El legado de la izquierda argentina (Parte 2)

Pobreza, burocracia y corrupción

El legado de la izquierda argentina (Parte 2)
Carlos Adrianzén
29 de noviembre del 2023


No hay primera sin segunda. Con la intención de descubrir algo que usualmente no enfocamos, en estas líneas continuaremos enfilando la herencia recibida por el nuevo gobierno argentino que asume el domingo 19 de diciembre próximo. Esta vez nos aproximaremos al lado institucional del declive. Puntualmente, los valores ciudadanos argentinos a inicios de este milenio… y sus similitudes y disimilitudes con el caso peruano.

Establecido esto, les recuerdo lo que comentamos en la primera parte de esta conversación. La economía –la sociedad– argentina atraviesa una fase pronunciada y longeva –post Perón– de deterioro social. Y que esta fase actualmente está en pleno desarrollo.

A modo de preámbulo, reconoceré que –socialmente– casi todo luce deteriorado a noviembre: la evolución de la producción sectorial, los precios, los flujos de comercio exterior, los tipos de cambio, el desempleo, la suficiencia patrimonial de los bancos o sus tasas de interés, además de la informalidad, las exportaciones netas, la incidencia de pobreza y/o las cuentas fiscales y externas. Un cuadro de severa desgracia transversal e intemporal.

La novedad aquí pasa por descubrir que lo inusualmente monitoreado resultaría lo trascendente. Y que lo que manifestaremos aquí es que todo se consolidó bajo el tránsito político hacia la izquierda… a lo largo de décadas. Como muestra la figura adjunta. Este tránsito ideológico ha dañado sustantivamente el desarrollo relativo de la economía argentina.

 

Para decir esto le recuerdo que no sigo las definiciones difundidas –léase no epistémicas– sobre lo que serían la izquierda o la derecha. Cuando hablemos de izquierda nos referiremos a la mayor opresión económica o política. Es lo usual que quienes oprimen en la región, lo hacen envueltos en alguna causa noble o revolucionaria (i.e.: recuperar una soberanía supuestamente perdida, corregir la explotación laboral, proteger el mismo ambiente, o algún asunto de género o etnia). Siempre vociferantes y románticos… siempre opresores. 

Epistémicamente, en cambio, y como la Opresión o Libertad se miden en estos tiempos (ver el destacable trabajo de Freedom House o Heritage Fundación), la retórica resulta irrelevante sino acaso buen maquillaje. 

Usando esta perspectiva, la abrumadora mayoría de los gobiernos argentinos caen dentro del rango de regímenes con alta opresión económica y política (léase: se registran consistentemente bajos índices de libertad). Ergo, son gobiernos de izquierda o centro-izquierda. Consolidan sus reglas coqueteando siempre con dos vocablos: socialismo y mercantilismo.

Notemos que una característica sine-qua-non de estos gobiernos de izquierda en la región implica el discreto tránsito de valores judeo–cristianos hacia valores neomarxistas. Últimamente –ultimadamente diría don Mario Moreno– a nombre de la modernidad o el progreso. Esto se refleja en la toma de la narrativa o prevalencia gradual de antivalores. 

Por ejemplo, la aceptación como algo positivo del incumplimiento de la Ley (pobrecitos los ilegales o informales); o tolerancia bipolar a la corrupción (la corrupción burocrática es tolerable si es afín ideológicamente o micro) o ineficacia (la rampante ineficacia burocrática es aceptable si es afín ideológicamente); o la pasividad cándida frente a ciertos tipos de violencia ideológica. Todo esto se ve reflejado en en las prácticas educativas, laborales, religiosas y particularmente de gobernanza en el sector público del país. 

Desenmascarado esto, revisemos el comportamiento reciente de cinco estimados de la gobernanza argentina (y la peruana, para contraste). Para ello usemos los estimados de una agencia multilateral de reconocido prestigio: El Banco Mundial. Monitorearemos los cinco estimados y los usaremos por sus complementos. Esto nada sorprendentemente aclara el panorama sobre por qué la Argentina (y el Perú) ha(n) caído tanto. 

Como primer paso, sin enfocamos (ver figura B) la evolución de los estimados de Control de la Corrupción Burocrática vis a vis con su Calidad Regulatoria, encontraremos que la data de las últimas tres décadas contrasta valores deprimentes. Es decir, la prevalencia en largos periodos con antivalores tóxicos: Tolerancia con la Corrupción Burocrática y la Baja Calidad o Arbitrariedad Regulatoria.

 

Paralelamente, en la siguiente figura, enfocamos los estimados de Cumplimiento de la Ley y la Inefectividad de sus Gobiernos, para implementar políticas públicas. Nótese que, justamente, estos constantes fracasos del Estado, retroalimentan la idea de un continuo e idílico Déficit de Estado. Esto, como si el actual Superávit de Estado Inefectivo no tuviese conexión con la Corrupción Burocrática o la Incidencia de Pobreza argentina (y peruana).

 

La última figura de estas líneas arroja luces que no deberíamos eludir. Contrasta que la comparación entre la Argentina y El Perú refleja los niveles de desarrollo relativo de cada plaza. Las cifras de Ausencia de Violencia y Terrorismo (léase: la tolerancia a la violencia ideológica) es mayor en el Perú posvelasquista. Eso sí. La Argentina con un PBI por persona equivalente a un quinto del producto por persona de un norteamericano (y el Perú con alrededor de solo un décimo) registraron, hasta el 2021, niveles de violencia disímiles. 

El detalle relevante aquí lo da la perspectiva: el hecho de que la Argentina viene perdiendo 26% del producto por persona norteamericano desde los años cincuenta. Sin embargo, ceteris paribus y con los antivalores que ya registra, detener su caída luce muy complicado.

 

Sí, estimado lector, el declive que recibe Millei tiene responsables históricos (los Perón, Prebisch, Kirchner, Fernández, Massa et al). Los están ignorando, maquillando y encubriendo. De hecho, no es casual que su actual presidente contemple huir del país vergonzosamente.

Quienes se quedan –Javier Milei, su equipo y 47 millones de argentinos y un número indeterminado de inmigrantes– no solo se enfrentan a una gran depresión. Se enfrentan a la resistencia de un electorado con antivalores arraigados y con todo el apoyo externo –incluso el religioso– para implementar acciones violentas y legales para bloquear todo cambio significativo. Sí, tal como sucede en el Perú hoy, la prognosis no los favorece.

Carlos Adrianzén
29 de noviembre del 2023

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