Carlos Adrianzén

El lado que no nos gusta

El subdesarrollo, la pobreza y la corrupción son una ideología

El lado que no nos gusta
Carlos Adrianzén
29 de octubre del 2025

 

Perú y Latinoamérica están siendo demolidos. Esto tiene décadas. El proceso es archiconocido y ya fue descrito en 1776 por un renombrado filósofo-economista escocés. Aquel habría escrito un abultado tratado cuyo título pudo haber sido “Una investigación sobre las causas y la naturaleza de la pobreza de las naciones”. O exactamente todo lo contrario…  refiriéndose a la riqueza de las naciones.

En dicho tratado enfocaba qué acciones harían más rico a un país pobre. Y que otras lo empobrecerían aún más. La pobreza llegaría con el robo de las libertades naturales. Siempre introduciendo opresión en la sociedad. O a nombre de ella y liderada por un aventurero inescrupuloso (el socialismo); y/o buscando beneficiar a algunos mercaderes (el mercantilismo). La historia global es clara, aunque se vende maquillada. Ambos regímenes producen fracaso en todo tiempo y lugar. Uno más aceleradamente. Otro en forma más lenta.

En contracara, su obra describió este fenómeno que cambió para bien la historia de la humanidad y que algunos etiquetaron como capitalismo.Sus rivales ideológicos hicieron todo lo posible por denostar, alterar y tergiversar el vocablo. Confundiéndolo justamente con su opuesto dialéctico: el socialismo.  Incluso, en estos tiempos, se escribe autoritativamente del oxímoron, socialismo de mercado. Lamentablemente, en grandes porciones de la raza humana, los socialistas y sus esbirros sellaron esta terrible labor con éxito.

Una de las áreas del planeta donde el socialismo y el mercantilismo están históricamente consolidadas resulta justamente nuestra Latinoamérica. Aquí no nos gusta leer –o no sabemos entender– las lecciones del libro de este buen escocés difunto. Nos gusta lo fácil; el excluir a los demás; lo extractivo; lo proclive a la corrupción burocrática y el desorden (léase, lo revolucionario); lo popular hasta el suicidio económico. Es decir, el socialismo y/o el mercantilismo. 

En la región, referirnos positiva y abiertamente a las lecciones de Adam Smith –ese es el nombre del aludido economista– es un acto denostado. Reaccionario. Como en otros parajes, nadie nos ha contado siquiera a qué reaccionamos. El capitalismo hoy, para muchos educadores, burócratas, curitas, periodistas de la región y –sin mayor evidencia que los respalde–, es algo siempre salvaje o inhumano. Esto debe ser notado, aunque reduzca la pobreza, la corrupción y hasta la desigualdad. Aún en los cortos lapsos en que se aplicó algo de él en alguna nación de este hemisferio.

Y este es justamente el punto: muchos de los episodios etiquetados como regímenes capitalistas no lo son ni cercanamente. Resultan estrictamente socialistas y mercantilistas, en los hechos. 

 

Un ejemplo cercano

En ambientes como el Perú no ha existido nunca un régimen con índices de libertad económica y/o política sostenidamente elevados. Solo hemos tenido mucho palabreo dizque liberal y variopinta opresión. Regímenes estructuralmente similares unos con los otros y retóricas diferenciadas. Unos, por supuesto tibios (ergo, menos dañinos) con la libertad de las personas y otros rozando los extremos (i.e.: destructivos a niveles destacados globalmente).

Interiorizando el error hasta la médula, resulta pues lógico que no queramos mirar por el lado de Smith. Que creamos que es lo correcto modificar, odiar o tergiversar las definiciones de libertad, propiedad o mercados. Lo repetiré una vez más. Hannah Arendt tenía razón. El subdesarrollo, la pobreza, su corrupción o la exclusión… son una ideología.

 

Autopercepciones erradas

Esta es la primera clave. Se requiere que la gente se crea rica; cuando es pobre. Que es justiciera, cuando roba. Que es humana, cuando permite el abuso ideológico. Que es progresista, cuando es celestino con el atraso y hacia cierta violencia ideológicamente fundada. Los revolucionarios como Castro, Morales o Bolívar no violan, educan. No saquean, redistribuyen.

Dentro de esta perspectiva, se requiere esa hedionda mezcla de vanidad y lata envidia… que algunos llaman justicia social. Se demanda pues que critiquemos sin pensar y que nos auto percibamos erradamente; como si fuéramos una manada de naciones ricas o de ingreso medio. En las estadísticas peruanas, nada resulta más distante de lo que somos.

La primera figura acá nos deja una saludable bofetada.

 

Pobreza y propiedad privada

Y así nos llega la segunda clave. Desde los aciagos tiempos en los que se repite que somos pobres por culpa de otros. Y que somos la periferia de la cual vive el centro; o que tenemos las venas abiertas, nuestra historiografía económica –no nuestra historia– presenta un fraude recurrente. 

Nos hablan de despojos continuos, incas pacifistas y avanzados; de procesos de Independencia cuando, frente al abandono hispano, las expediciones de mercenarios ingleses –mal llamados libertadores– cotizaban públicamente. Nos cuentan también que la propiedad privada es siempre un robo. Pero olvidan la otra parte de lo que destacaba Proudhon. Que cuando se roba la propiedad, se desvanece la Libertad y la nación se hunde.

El segundo gráfico de esta sumarísima discusión –enfocada en los últimos gobiernos peruanos desde Velasco hasta Boluarte– solo descubre regímenes condenados al fracaso. Y avanzando hacia él.

Algunos con recetarios socialistas-mercantilistas y otros, mercantilista-socialista. Con visiones económicas fracasadas ex ante, el mundo siempre es ancho y ajeno. 

Ante la imposibilidad de hacer un cálculo económico exitoso, el fracaso subsecuente de cada uno de ellos se atribuye a otros y se pide mayor control. A nadie le debe sorprender el declive recurrente de los índices que miden nuestras libertades. No lo olvide, es un proceso ingenieril de demolición. 

 

Imponiendo barreras

No está dentro de la perspectiva de este artículo explayarse. Dispararemos directo al corazón. Tocaremos el tercer plano clave. Existe un antídoto efectivo para eliminar el socialismo mercantilista y/o keynesianismo bastardo latinoamericano. Y esto implica, como se muestra en la tercera y última figura de estas líneas, crear condiciones –léase institucionalidad– para atraer altos influjos de reglas, recursos y tecnologías del interior y particularmente, del exterior. Tenerlas implica registrar sostenidamente ratios de inversión extranjera directa superiores. Y este, obviamente no es nuestro caso.

Aquí la vanidosa opresión estatal resulta la protagonista. A lo Prescott y Parente, Se imponen barreras para enriquecernos. Claro, ofrecemos discursos, reformas, leyes promocionales etc. Pero robamos e incumplimos casi siempre. 

Espantamos a locales y a foráneos. La migración y la informalidad tampoco son casualidades. Solo son consecuencias lógicas.

 

Manual para demoler (nuestra casa)

En estas líneas hemos revisado tres planos clave del proceso de demolición del Perú. El engaño, el robo y las barreras a lo externo.

Cualquier parecido con una parte de las ideas de la reciente Exhortación Apostólica "Dilexi te" debe ser una indeseada casualidad.

Carlos Adrianzén
29 de octubre del 2025

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