Carlos Adrianzén

El lado económico de las elecciones extraordinarias

El grueso de congresistas ofrece iniciativas de mayor gasto estatal

El lado económico de las elecciones extraordinarias
Carlos Adrianzén
02 de marzo del 2020


Este artículo combina reflexiones con gráficos sobre los resultados de la reciente elección congresal. Entregadas las credenciales e iniciado el vociferante pugilato por las prebendas de rigor, sirve para comprender los corolarios económicos de la oscura elección. Desde el 2012, la economía peruana crece cada vez menos, y la reducción de pobreza y reemergencia de la clase media de quinquenios pasados son cosa del pasado. La inflación se mantiene baja y estable –léase: aún se respeta la autonomía del Banco Central de Reserva– y la escala del gasto estatal en términos reales rompe su récord histórico (de la mano con el puesto global del Perú en el
ranking de Corrupción Burocrática de Transparencia Internacional).

En este ambiente, el grueso de los candidatos seleccionados ofrece iniciativas de mayor gasto estatal. Perdón… políticas públicas. Agréguele a esto que, entre estos variopintos personajes, no parece haber una clara conciencia de la causa del desplome del crecimiento peruano, ni conciencia de que la reactivación del gasto estatal no mueve a la economía y más bien, enturbia las decisiones de inversión privada. 

Aquí, Vizcarra, en setiembre pasado, se libra de contrapesos en medio de las torpezas del ala fujimorista; con la colaboración de la izquierda y gracias a una campaña mediática paraestatal que alude a su supuesto carácter obstruccionista. Con ello nos conminó en semanas a una selección congresal. Nada parecido a elecciones libres e impolutas. Con medios de comunicación y aparato burocrático debidamente alineados, de los casi 24.7 millones de posibles electores, 10.1 millones llegaron a ser finalmente considerados para la selección. 

La primera figura dibuja cómo una agrupación política (Acción Popular) con un arrastre electoral minúsculo, de apenas 1.5 millones de electores, resulta hoy la primera fuerza política del país. De hecho, muchos peruanos deberíamos estar más que felices por la severidad con la que nuestro pueblo ha repudiado a una agrupación liderada por Antauro, el cuñado de Nadine Heredia, hoy preso por el asesinato de policías en Andahuaylas. Y es que, a pesar de lo controlado de la elección, el dizque partido Unión por el Perú tiene la simpatía de apenas el 4.0% del total de ciudadanos. Una mayoría de 96% los descarta.

Si tratamos de discriminar las preferencias políticas –o siquiera la ideología– de las propuestas de política económica de las nueve agrupaciones prevalecientes o subsistentes, nos encontraremos con que casi todas ofrecieron grosso modo lo mismo y que el espacio de contraposición de ideas políticas implicaba un conjunto vacío. Ergo como plantea la figura 2, existen en este nuevo congreso cuatro grupos: Supuestamente Afín (AP, PP, APP y M), Incierto (FREPAP), Oposición (FP, SP) y Supuestamente Oposición (FA, UPP). Es decir, 67 escaños para los afines y 22 para los supuestamente opositores (que son afines cuando se votan iniciativas socialistas-mercantilistas). Esto, nótese, de la mano con una llamativa desproporción en los coeficientes escaño a voto, Así las cosas, el buen Vizcarra obtuvo un legislativo a la medida. Con agrupaciones selectas y pitufas incluidas.

Sí –accidentes afuera–, por diecisiete meses consecutivos viviremos con esto, estimados lectores. Con agrupaciones políticas con legitimidades estadísticamente despreciables. Debidamente seleccionadas por la burocracia y los medios que hoy tenemos (léase: impredecibles).

Todo esto, y en el mejor de los casos, con muchas iniciativas de mayores cargas tributarias, inflación presupuestal, incremento irracional de regulaciones y sin encender el motor (una recuperación significativa de la inversión privada). Del peor de los casos (cambios constitucionales chavistas) no les hablaré ahora, imagínenselo. Pero acuérdense que existe un antídoto que puede minimizar el daño. Por ellos no habrían votado ni sus amigos de barrio en unas elecciones realmente libres. Ojo: su legitimidad no es pitufa, es milimétrica. Necesitan popularidad. Sin ella, no se mueven ni duran mucho.

Carlos Adrianzén
02 de marzo del 2020

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