Carlos Adrianzén
El fraude de moda
La izquierda nos quiere regresar al velascato
Repetía Carl Jung que cada uno de nosotros no se ilumina imaginando figuras de luz, sino haciendo consciente la oscuridad. Nuestra historiografía económica implica narrativas repletas de héroes, justicieros o iluminados. Y aunque de que los hay, los hay; tenemos solo unos pocos y estos usualmente resultan desplazados por figuras ideológicamente maquilladas y arropadas. Personajes como Simón Bolívar cuyo legado resulta, transversamente, un faenón.
En estas líneas preveo romperle el corazón –y el negocio– a pocos. Y aunque lo haga con la mejor intención, espero ayudar a comprendernos mejor. Claro, no anticipo muchos lectores ni cambios. A pesar de ello, arremeteré. Este es un país maravilloso que merece mejor suerte económica.
Con este preámbulo enfocaré gráfica y sucintamente el velascato. Ese periodo de nuestra historia en el cual una caballada de esbirros usó a un general piurano, hambriento de poder –muy cercano al presidente constitucional que él derrocó–, para aplicar una desastrosa receta socialista-mercantilista extrema. Un esquema político que, en todo tiempo y nación, trae atraso, inestabilidad, hambre, injusticia y corrupción institucional. Además de configurar para unos pocos un camino fácil para enriquecerse, por supuesto.
En el caso del velascato resulta clave reconocer que el protagonista aquí no fue el aludido general. Solo fue otro arrastrado por sus resentimientos. A pesar de su triste y doloroso final, como en otras dictaduras, los reales responsables están impunes. Todavía circulan por allí pontificando como se debería gobernar el país.
Este detalle no es marginal, estimado lector. La rentabilidad de los episodios dictatoriales en nuestro país, cocina un néctar irresistible para ladrones de poca monta e inocentes.
Al velascato de marras se le desconoce. Su naturaleza y sus efectos. Cada cierto tiempo, financiados por Dios sabe quién (y sería muy bueno saberlo), aparece una nueva película, un documental, una página en internet o algún panfleto bien diseñadito que presenta este desastre como la salvación del país. Que tergiversa los eventos, que personaliza la narrativa. Y que la presenta bajo un consistente vector. El Velascato habría sido un episodio justiciero.
Aquí la lógica y las cifras se esconden. Todos los planos –casi generalizados– de la debacle siempre fueron y son achacados a otros. Personas y/o eventos. Pero aquí otra vez, Cesar Vallejo se las trae. El cadáver político sigue muriendo hoy.
De hecho, el episodio de marras no se alteró con el atentado al dictador. Ni con la llegada del general Morales Bermudez al poder. Impusieron una Constitución espuria que consolidó, por una década más, la vigencia opresora de las ideotas del velascato. Y de sus cuadros dizque técnicos.
Como toda dictadura latinoamericana, sus aquelarres dan para toda una telenovela o parodia muy espinosa. Saboreándola, la gente se distrae. Pocos hoy en nuestro país ponderan lo que pasó. Parafraseando a Vargas Llosa, cuando se j… el Perú. No es que, luego de un siglo y medio del abandono español, hubiéramos consolidado una economía exitosa o algo parecido. Pero el empujoncito al infierno que nos dejó el lapso, más allá del -históricamente borrado- genocidio limeño del 5 de febrero de 1975, fue enorme.
Tengámoslo muy presente. A pesar de que esto también se ha borrado de la historia económica oficial peruana, ni siquiera hemos recuperado los seis puntos del producto por persona de un norteamericano perdidos en esa hedionda dictadura de izquierda (ver gráfico cuatro, más adelante).
Parafraseando a un recurrente ex ministro colaborador de este régimen, aquí no me referiré a los activos o pasivos de este larguísimo lapso de rapiña política. Enfocaré meridianamente su patrimonio neto y por solo algunas de sus huellas. No me referiré a los asesinados por ineptitud económica o violencia. Solo me referiré en grandes líneas a la desgracia económica generada por sus abusos, su corrupción, su inestabilidad, etc. Es decir, al declive económico que sus nefastas ideas y poses generaron en su periodo de influencia directa (y generan hoy como referente). Y como lo ofrecí lo haré sucintamente.
Esto significa que graficaré. Nada de cháchara. No narrativa. Hechos con data. Y lo haré –en aras a no aburrirlo innecesariamente—exponiendo seis hechos estilizados.
Los seis gráficos le pueden gustar o no gustar, pero le recordarán lo que pasó realmente, así como la magnitud del fraude de la historiografía peruana actual cuando trata de este nefasto episodio. Podría decirse con toda propiedad que, si usted odia al Perú, tome como válido aquello de que entonces vivimos una justiciera dictadura socialista. Y olvide a sus muertitos.
Aquí no lo haremos
El primer gráfico –revíselo– le muestra cómo, primero el flujo productivo nacional se estancó y luego se derrumbó. Para ello se infló, corrompió y prostituyó la institucionalidad y patrones de gobernanza de la burocracia peruana. A este proceso lo llamaron Reformas Estructurales del Pueblo y la Fuerza Armada y fue digitado desde la Habana. Sí. Con sus reformas socialistas. Desde la educativa, la agraria, la minera, la financiera o la pesquera. A pesar de sus innegables parecidos con el primer gobierno de Acción Popular, aquí obedecieron sin chistar lo que les dictaban desde el exterior. Y pues, el país se comprimió (ver Gráfico Uno).

Y como en toda dictadura que deja una constitución política socialista mercantilista, el daño se magnificó.
Ingresando rápido
El gráfico Dos resulta aun más cruel. Nos comprimimos y dejamos de crecer, pero el planeta no dejó de hacerlo. Pasamos a ser algo casi tan pauperizado y fracasado económicamente como lo son hoy Bolivia, Nicaragua, Venezuela o Cuba.

Los libros oficiales no muestran esto
Con el velascato y sus ideas, selladas en su espuria Carta Magna de 1979, perdimos más de un tercio del producto por persona global. Por ideología, el lapso fue tan destructivo y nocivo, que dejamos de ser algo relativamente cercano a un país de ingreso medio. Gracias a la izquierda local en el gobierno, entre 1986 y 1994 el Índice de pobreza peruana –con un ingreso de 3 dólares al día (PPA de 2021)– como porcentaje la población se incrementó en 20 puntos porcentuales. Ante la debacle institucional generalizada, la izquierda senderista rodeó a Lima y pasamos a ser el africano de Latinoamérica. (Ver figura Tres)

¿Qué tanto nos hundimos?
Bueno, pues. Como muestra el cuarto gráfico, mientras la izquierda robaba, nos subdesarrollamos profundamente. Tal vez no existan las cifras de Transparencia Internacional o el Banco Mundial sobre los estimados de Corrupción Burocrática de aquellos años, pero existieron sugestivos nuevos Grupos Económicos abiertamente mercantilistas y hasta nos quedó una urbanización… en el distrito limeño de Surco. Claro, sobre estas fechorías la intelectualidad limeña no escribe ni un parrafito.

Cuantitativamente compramos un ticket para el tren bala al subdesarrollo. Perdimos 6% del Índice de Desarrollo Económico Relativo. La manera más ilustrativa que se me puede ocurrir en este momento para ponderar el daño del velascato sería mi recomendación de que revise –fuera de la internet progre– documentales, películas o fotos sobre el Perú y sus provincias por aquellos años. Si es que la hoy bien fondeada izquierda limeña no las ha borrado ya. Para que sus hijos –los propios y los suyos– no las vean.
Fabricando pobres
Pero si usted ya comienza a interiorizar que el velascato se vende en modo fraude ideológico; o que éste trajo una enorme desgracia económica a millones de peruanos, enfoque directamente como lo producido por peruano (esa variable significativamente correlacionada con la incidencia de pobreza y la felicidad humana) se derrumba con la maduración de la reformas estructurales auspiciadas por la penosa intelectualidad limeña de la época. Mentes poco originales que consciente –e incluso inconscientemente– abrazaron el socialismo mercantilista latinoamericano como la única teoría económica aplicable en la región.
El quinto gráfico no solo nos recuerda lo infelices y pobres que nos hicieron sus ideas –con la Constitución Política de 1979 y en los tiempos de la dictadura, las alianzas AP-PPC e Izquierda Unida-APRA– nos invita a conectarnos con el manirroto término desigualdad (ver gráfico conexo Seis). Se consolidó así una fábrica política de peruanos pobres, infelices y… crecientemente desiguales.

Sí. El eslogan de la búsqueda de la justicia social fue solo otro elemento de marketing político. Con este se maquilló y justificó el fracaso por largos periodos. No es casual eso de que algunos advenedizos exijan dictadura mientras hablaban de equidad y producían corrupción, estancamiento e inequidad. Tampoco resulta casual que escondan estadísticas de largo plazo y escriban tanto y tan continuamente sobre planos personales, cualitativos o retóricos acerca de la dictadura de marras. Nunca, nada sobre la destrucción económica.
Ellos necesitan pobres. Y el velascato dibuja una fábrica emblemática (de más pobreza). Algo idolatrado hoy en Bolivia, México o Cuba. Parafraseando a sus esbirros, los nuevos patrones comieron de su mayor pobreza.
Sí, jóvenes. Fue un fraude.
Y al velascato se lo están vendiendo nuevamente hoy bien maquilladito y hasta… bendecido.
















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