Tino Santander

El fracaso de las movilizaciones políticas

A la mayoría silenciosa no le interesa el adelanto de elecciones

El fracaso de las movilizaciones políticas
Tino Santander
16 de septiembre del 2019


Participo desde 1977 en la mayoría de movilizaciones políticas, y he estado presente en casi todas las convocadas por los movimientos populares del país. He aprendido, en este peregrinaje de constante protesta, a entender la diversidad de demandas, reivindicaciones y plataformas, que van desde lo económico hasta la lucha por los derechos civiles de minorías marginadas (como los sectores LGTB). Somos más que un país de diversidad cultural, un territorio de infinitas demandas, reclamos, luchas, amenazas, gritos de consignas vacías y actas inservibles. Ahora la gente se moviliza difícilmente por cosas muy concretas y está harta del desorden politiquero. 

La inmensa mayoría contestaria se ha convertido en una mayoría silenciosa indiferente; porque son conscientes de que no tienen los mismos intereses de Vizcarra, de los congresistas, ni de los clubes electorales que fungen de partidos políticos. Menos de las centrales sindicales sin base popular, ni de los gremios empresariales anclados en la colonia, ni del cartel mediático subsidiado por el Estado (El Comercio, La República, Canal N, Canal Cuatro, RRP, Exitosa y algunos medios marginales), todos ellos están enfrascados en una lucha cainita por el poder del Perú oficial. Por otro lado están el 95% de peruanos que viven en la informalidad, configurándose dos sistemas antitéticos; pero paradójicamente estos mundos diferentes conviven armónicamente a través de la corrupción.

A la inmensa mayoría silenciosa no le interesa el adelanto de elecciones –a pesar de lo que digan las encuestas– porque saben que no cambiará nada. Ellos no tendrán hospitales, ni agua, ni desagüe, ni colegios; ni disminuirá el déficit de infraestructura, ni mejorará el campeonato nacional de fútbol. Nada cambiaré, ellos seguirán construyendo sus casas al margen del ordenamiento municipal, seguirán siendo informales, sin seguro social, ni pensiones de jubilación, sobrevivirán como pueden. Y si no pueden, tienen la alternativa del crimen organizado (narcotráfico, lavado de activos, contrabando, tala ilegal, extorsión a la inversión pública y privada, minería ilegal, etc.).

El tareíto comunal es la extorsión que hacen algunas comunidades campesinas exigiendo a las autoridades locales una planilla fantasma obligatoria para los fondos de la comunidad. Leocadio Zavala dirigente campesino cusqueño me dijo: “Eso hemos aprendido de Graña y Montero. Si ellos han confesado que son suas (ladrones) y no les pasa nada, porque nosotros los campesinos no podemos sacar un dinerito para la comunidad”. Este testimonio expresa como la corrupción se ha extendido a todo el país.

Micaela Silva y Marlene Risco, dos jóvenes profesionales con empleos formales y pertenecientes a la clase media limeña, me dijeron: “A esas marchas solo van los chavistas y lo peor de todo es que la gente quiere elegir a Chibolín de presidente. No se pasen”. Javier Palomino, jardinero en Lince me dice: “Tino, que se vayan a la mierda todos. Tengo que trabajar para pagar los estudios de mis dos hijos”. Daniel Quiñónez, dirigente barrial de Piura me dijo: “En el norte nadie se moviliza por la reconstrucción a pesar de que no avanza nada, porque el gobierno de Vizcarra ha comprado a los dirigentes, por un sencillo. Todos son corruptos, estoy cansado de pelear solo”.

Es muy difícil en estos tiempos encontrar una chispa que incendie la pradera. La gente no cree en nada, ni en nadie. Sin embargo, no pierdo la esperanza, porque un joven universitario cusqueño me dijo: “Ahora la movilización política es digital y la revolución está en marcha. Los jóvenes queremos pertenecer al mundo desarrollado, y las marchas callejeras de los políticos son del siglo pasado, por eso nadie les hace caso”.

 

Tino Santander
16 de septiembre del 2019

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