Carlos Adrianzén
¿El fin de la fiesta?
Tras varios gobiernos de izquierda, se acabó el milagro económico peruano
Estos son tiempos en los que los agoreros florecen. En los que casi todos –culpando a los unos o a los otros– hablan de un panorama aciago. Lamentablemente, las cifras los ayudan.
El primer gráfico de estas líneas contrasta una inquietud que parece favorecer a los agoreros.
Y es que, bajo la iletrada gestión de una serie de gobiernos de izquierda, la economía peruana registra –desde hace más de un quinquenio– un ritmo de crecimiento de largo plazo inferior al mediocre crecimiento de la economía mundial. Sí, como entre los ochentas y noventas; una suerte de regreso parcial al pasado del fracaso macroeconómico peruano post velasquista.
A nadie le debería sorprender –aunque desafortunadamente esto suceda– que bajo la gestión de Humala, Vizcarra, Sagasti, Kuczynski o Castillo/Boluarte los errores de gestión hayan generado que la incidencia de la pobreza nacional haya estallado. Y que, como contrasta nítidamente el primer gráfico incluido, el llamado Milagro Peruano ya sea hoy cosa del pasado. Y que hemos regresado al estancamiento, hambre y desempleo.
Actualmente, el versátil y mediático presidente del instituto emisor de moneda nos habla de un futuro ófrico. Con ello, las cartas parecerían estar echadas para la suerte económica del país.
Y es que, se sabe que el negativismo trae al poder a personajes siniestros, como Stalin, Mao, Hitler, Castro, Chávez o Petro. Las sensaciones o creencias sobre que todo estaría mal y que no habría esperanza son tóxicas. Con ellos, la gente es capaz de comprar electoralmente o tolerar a un aventurero dictador, si este es capaz de venderle un futuro diferente. Un escenario mejor, poderoso, nacionalista, justiciero, generoso, etc. Nótese que no dije que lo alcance o siquiera se acerque a ello. Solo que lo ofrezca.
Esto sería inevitablemente así… a menos que usted alguna vez haya asistido a una buena fiesta. Las mejores fiestas salen de todo control y se hacen inolvidables cuando algunos -creyendo todo perdido- se retiraron. Y, sobre todo, cuando alguien (además de descubrir la despensa), cambió la música.
A cambiar la música
Y éste reto es justamente lo que hoy necesita nuestro país. Cambiar la música ideológica alejándose de la anquilosada nueva trova –el ideal del socialismo mercantilista cubano– que consistentemente ha prostituido el manejo macro y las instituciones y con ello, ha galvanizado la fiesta socioeconómica el milagro posnoventero.
Sí, estimado lector. En términos de la tarea de acercarnos a ser un país del primer mundo, nos hemos estancado. Desde hace ya una década, hemos dejado de remontar nuestro nivel de desarrollo económico relativo (Ver Gráfico 2).
Pero como me enseñó un gran amigo propietario de un chifa iqueño, toda crisis de estancamiento descubre una oportunidad. Aquí ayuda preguntarnos qué hicimos mal. ¿Por qué nos fue tan mal aun con elevados términos de intercambio (i.e.: precios deflactados de nuestros principales productos de exportación)?
La explicación popular
Se dice que descapitalizamos la burocracia, se introdujeron una lluvia de pésimas ideas legislativas en contra del mercado, trabamos la inversión extranjera directa, relajamos la disciplina fiscal y -en medio de la pandemia- la monetaria, etc. Esta visión, aunque parcialmente correcta, omite lo esencial. Llegaron un cúmulo de gobiernos de izquierda y trabajaron consistentemente en aplicar una receta marxistoide, que algunos llaman progresista o chavista.
En fin, tomaron la superestructura (léase: prostituyeron instituciones transversalmente. No era ineptitud macroeconómica solamente, tenían un vector. Como en Venezuela, Cuba o Bolivia, esto se reflejó en una masiva y recurrente explosión de la Corrupción e Ineficacia Burocráticas en todo el país (ver Gráficos Tres). Nótese: el proceso es continuado.
En el Perú actual –desde que existen estadísticas– siempre el último gobernante maneja el régimen más burocráticamente corrupto. Y notemos además que dos correlatos estadísticos significativos de esta evolución resultan tanto la pérdida de libertad económica y política cuanto la elevación real de tamaño del botín (el gasto estatal a todo nivel).
El secreto mejor guardado (y la salida del hoyo)
El último gráfico (Gráfico Cuatro) en estas reflexiones descubre el meollo del asunto. Devela el veneno que normalmente inocula la izquierda. Nada es casual. Que tanto la elevación de la corrupción burocrática y los patrones de incumplimiento de la ley se da asociada a regímenes que como Viscarra, Sagasti o Castillo cuestionan la separación de poderes, deprimen la inversión y enervan la incidencia de pobreza.
Epílogo
Es posible cambiar la música económica y recuperar el milagro peruano. No será fácil. Como en los noventas, implicará la maduración de reformas de mercado, tanto macroeconómica como institucionales. Implicará, como punto de partida, liberar la superestructura.
Es decir: asegurando una base judicial y policial mínimamente transparente, caminar tajantemente hacia niveles muy bajos de corrupción burocrática (dentro de debidos procesos), de incumplimiento de la Ley, de ineficacia estatal; esto de la mano con recuperación del orden público y el respeto a la libertad de los ciudadanos.
Nada está perdido. Afuera el negativismo. Solo hay que cambiar claramente las melosas tonaditas pro totalitarias de la nueva trova. Cambiando la música ideológica, el reinicio de la fiesta será inolvidable.
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