Tino Santander
El fascismo cholo
Desde Sánchez cerro hasta Antauro Humala
El fascismo es un movimiento político de carácter totalitario que surge fundamentalmente por la incapacidad política de las elites dirigentes en las democracias liberales. Son las clases medias y los sectores populares los que anhelan gobiernos autoritarios que establezcan orden y seguridad de cualquier forma. Estos sectores, desencantados de la democracia, quieren reafirmar los valores nacionales, familiares y, religiosos amenazados por la incompetencia y la irreligiosidad de las sociedades democráticas. El resurgimiento del nuevo fascismo se puede ver en Europa y en los Estados Unidos.
El sociólogo Tirso Molinari ha hecho una de las investigaciones más prolijas sobre el régimen fascista de Sánchez Cerro (1931-1933), a quien describe como un líder cetrino de modales campechanos y de inmensa empatía popular; por eso las multitudes de los años treinta del siglo pasado lo consideraban un héroe popular. Guillermo Thorndike, en su magnífico libro El año de la barbarie. Perú 1932”, señala que “el Mocho” (apelativo de Sánchez Cerro) era un personaje acomplejado, violento, sanguinario, pintoresco y, desprovisto de toda cultura. El ideólogo del fascismo criollo del siglo pasado Luis Alberto Flores, declarado admirador de Benito Mussolini y Adolf Hitler, decía que el objetivo del fascismo peruano (en esos tiempos), era acabar ideológica y físicamente con el apro-comunismo que amenazaba el orden conservador y oligárquico.
El periodista y escritor Pedro Saldaña en su libro Conversaciones con Antauro, devela las confusas y esquizofrénicas ideas políticas de Antauro Humala. Saldaña ha logrado hacer un brillante libro de análisis psiquiátrico a través de la entrevista ideo-política con Humala Tasso. El libro pone en evidencia el racismo y el nacionalismo extremo que pregonan los llamados antauristas, y cómo el viejo fascismo del siglo pasado llama a combatir a los inversionistas extranjeros —principalmente a los chilenos—, a los peruanos de tez blanca y de apellido español, a la comunidad LGTB, a las oenegés que promueven las políticas de género y a los políticos corruptos, a quienes amenazan con fusilar (empezando por su hermano Ollanta Humala y su esposa Nadine Heredia a quienes acusa de ladrones y traidores).
El programa del fascismo cobrizo quiere construir un país autárquico, promueve el fracasado nacionalismo económico y rechaza y tipifica delirantemente a la globalización y la revolución digital contemporánea como instrumentos coloniales del capitalismo occidental. El antaurismo o fascismo cobrizo es para algunos neoindigenistas el retorno al culto de las huacas y al utópico colectivismo comunal de los andes. Es la grotesca y alineada imitación del movimiento fascista europeo y norteamericano, que predican el odio racial y los nacionalismos extremos.
Sin embargo, el fascismo tiene un sólido respaldo subconsciente en todo el país y se expresa violentamente en las calles, en las redes sociales y en las comunidades, pueblos, provincias y regiones, con sus particularidades culturales; pero lo une la ansiedad de orden y venganza ante la ausencia del Estado. Este inconsciente popular nace en el desordenado proceso de urbanización iniciado en las primeras décadas del siglo XX, que dio origen a barriadas en Lima y en las principales ciudades de la costa, y que por su fragmentación y debilidad ciudadana convirtió a esas ciudades en el fortín político de las dictaduras. Paradójicamente la inmensa mayoría silenciosa informal, que convive armónicamente con el crimen organizado, quiere un gobierno autoritario y cada día claman venganza contra todo y contra nada, y andan buscando un líder que interprete esas encontradas emociones fachas latentes en todo el Perú. Las dictaduras en el Perú son pócimas redentoras que siempre hacen delirar al pueblo.
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