Carlos Adrianzén

El Estado de Malestar (primera entrega)

Todos los gobiernos quieren aumentar el gasto estatal

El Estado de Malestar (primera entrega)
Carlos Adrianzén
07 de agosto del 2024


Frente a cada problema cotidiano, está de toda moda referirse a una salida rápida; por ejemplo, vía alguna iluminada
política pública. El detalle aquí pasa por reconocer que el grueso de estas salidas iluminadas requeriría usualmente alguna iniciativa de gasto estatal, un impuesto nuevo, una exoneración de éste o algún mayor endeudamiento para financiar el hueco. Aquí, resulta clave reconocer que la gestión de los impuestos, los gastos o presupuestos y el endeudamiento requerido, configuran lo que los economistas llamamos una política fiscal.

Palabreos, intenciones y retórica fuera, la abrumadora mayoría de las veces cuando nos refieren a una empática Política Pública nos están hablando solo de otra siempre costosa iniciativa fiscal. Algunos piensan que la política fiscal resulta clave para la convivencia y el desarrollo económico de un País. Y pueden tener razón. Pero solo la tendrán cuando existan lúcidas restricciones institucionales. Y sucederá lo contrario cuando no existan estas restricciones institucionales. De hecho, tan poderosos son los efectos de una mala gestión fiscal que estos pueden llegar a destruir la economía nacional. Lamentablemente, con aventureros en el poder, abundan los episodios de este tipo.

Un buen referente empírico de esta última observación la da la contraposición entre la suerte económica de ciertas naciones latinoamericanas y otras nórdicas. Etiquetas fuera, las sociedades latinoamericanas registran una institucionalidad neo–marxista –o si prefiere socialista–mercantilista-; mientras que las naciones nórdicas mantienen una institucionalidad capitalista, con pronunciados niveles de respeto a la propiedad privada, a los derechos civiles y a otras libertades económicas y políticas. Entre las nórdicas, la política fiscal se desarrolla dentro de la perspectiva de un Estado de Bienestar no Opresor con bajísima Corrupción e Ineficacia Burocrática y donde existe un pleno cumplimiento de la Ley. Es decir, que el gobierno asume la responsabilidad principal de garantizar la seguridad social y económica de la población mediante pensiones, beneficios de seguridad social, atención médica gratuita, etc. La esencia de un Estado de Bienestar que funcione es una altísima Libertad Económica y Política.

En las naciones latinoamericanas en cambio, se aplica la visión de un Estado de Bienestar Opresor y Populista. Ambientes donde el gobernante -marxistoide en esencia- lo controla todo y busca comprar las protestas de los ciudadanos, reduciendo los riesgos del desorden social y la inestabilidad política causada por los disturbios y las protestas de la población, ante el fracaso de sus políticas. Todo esto bajo un ambiente con rampantes Corrupción e Ineficacia Burocrática, incumplimiento de la Ley y tolerancia a cierta violencia ideológica entre otros deterioros de la gobernanza local. 

Así, la Política Fiscal en la región se construye sobre los vocablos abuso, populismo e inefectividad. Un Estado de Bienestar Fracasado tiene por esencia la opresión. El Abuso Estatal.

 

La madre del cordero: G = T + ND + RI + EP

En estos ámbitos el Botín Burocrático –perdón… el Gasto Estatal– se financia a como dé a lugar. Para aumentar el tamaño del Botín se hace de todo. Para inflarlo (Gasto Público, G), todo vale. Desde repletarnos de impuestosa los ingresos, a las ventas, al consumo, al comercio exterior, al patrimonio o a cualquier otra modalidad que extraiga compulsivamente recursos de personas, comunidades o empresas, incluyendo a las tasas y contribuciones antitécnicamente etiquetadas como ingresos no tributarios– (T), o de nuevas deudas, dizque soberanas (ND). Hasta recaudar inflacionariamente –vía emisiones monetarias desproporcionadas– (RI), o extraer recursos corrientes a través de expropiaciones y la creación de entes denominados empresas públicas con sus respectivas licencias monopólicas ad hoc (EP). Los respetos se rompen.

Aquí, visualizar un formalización simple nos ayuda: G=T+ND+RI+EP. El fondo de esta ecuación describe la práctica de extraer recursos a privados a como dé ha lugar. Borrando todo límite institucional al abuso estatal. Nótese aquí que el contabilizar de esta forma la escala del Gasto Estatal –aunque algo susceptible a la mejora estadística– permite enfocar la naturaleza recurrentemente opresora del gobierno en la región.

También permite desechar indicadores minimizados de la escala económica del Estado como el Gasto del Gobierno Central, o el No Financiero. Algunos cándidos llaman a este garabato cleptócrata un estado de Bienestar tercermundista. Enfocándolo minuciosamente, a este status quo político lo podríamos etiquetar como un Estado de Bienestar Opresor o un Estado de Malestar, no solo por la pobreza que genera. Si no por el abuso, la ineficacia y la corrupción que lo sella.

 

El Estado de Malestar

Usando cifras peruanas 1970-2023, la data torturada confiesa. En primer lugar, descubrimos que existen algunas marcadas regularidades, a prueba de cambios de discurso. Entre 1970 y el año pasado, todos los regímenes tienden a abusar. Recargándonos de impuestos, inflación, nuevas deudas o expropiaciones con licencias monopólicas. La evidencia nos cuenta que no importó pues cuantos tributos –o exoneraciones– introdujo la burocracia de turno. Tampoco si financió sus gastos con deuda o con inflación. 

Se observa un techo para el latrocinio fiscal. Uno persistente. Durante más de medio siglo –en el que se encuentran estadísticas tributarias– la presión tributaria peruana no se escapa significativamente de su espectro –15% a 19%– (ver Gráfico 1). 

Nótese que mientras la estructura de tributos puede cambiar entre décadas, su escala relativa al PBI se estanca. No resulta sorprendente que, si todos buscan oprimir al máximo, la Presión Tributaria acotada por el Código Fiscal no se aleje del 15%, y la bien medida (incluyendo impuestos a los que los burócratas llaman tasas y contribuciones), fluctúe sobre un del 19%. 

Otra vez se contrasta que las múltiples ofertas de ampliar la base tributaria, sino configuraron solo una ilusión sin fundamento –ceteris paribus–; solo escondieron afanes impresentables burocráticos para gastar y/o medrar más.

 

Comunistas limítrofes

Pero la Historia Fiscal peruana de las últimas seis décadas nos deja muchas más lecciones. La Próxima Semana, en la segunda entrega de estas líneas, regresaremos al tema enfocando la no pocas veces aberrante escala del gasto estatal y sus efectos sobre el entorno macroeconómico. Recordaremos como, al menos desde el punto de vista fiscal, a fines de la década de los ochentas llegamos a ser una nación comunista limítrofe.

Carlos Adrianzén
07 de agosto del 2024

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