Carlos Adrianzén

El espejo macroeconómico

Vivimos en una economía frenada, como en las pésimas gestiones de Vizcarra o Sagasti

El espejo macroeconómico
Carlos Adrianzén
30 de agosto del 2023


Usualmente resulta una buena idea echar un vistazo a diversos ángulos. Sobre todo, cuando atravesamos una intersección concurrida.
Cuando se intenta comprender una determinada coyuntura macroeconómica (en una nación en subdesarrollo), la metáfora del cruce a una intersección atestada (en una vía con abundantes huecos, reductores de velocidad, semáforos desprogramados, ladrones callejeros y -eventualmente- algún conductor carente de una licencia de conducir legal o en estado de ebriedad) resulta ajustada.

Usualmente -en la metáfora– un vehículo autorizado dispone de medios para desplazarnos por este caos con alguna seguridad. Cinturones de Seguridad, sensores, focos, señales, bocina, frenos, acelerador, etc., etc. En materia de manejo macro existen cifras a monitorear sobre el sector real, el manejo monetario, el fiscal, el externo, el financiero, y -ayudaría mucho- el político.

Como en la metáfora de la intersección, en la comprensión de una coyuntura macroeconómica ayuda no distraerse en un solo plano. No resulta una buena idea enfocar exclusivamente si estamos en recesión, o si la inflación persiste muy alta, o si el tipo de cambio nominal está rígido (por la parálisis inversora privada y la intervención sostenida del gobierno). Ayuda mirar el conjunto. 

Para hacerlo, el Gobierno -el instituto emisor de moneda BCR- recopila información de toda la economía y lo hace preguntándose tanto de que tamaños son los excesos de lo gastado sobre lo producido en el tiempo (la brecha externa corriente), cuanto como los financia, captando inversiones o endeudándonos (la Cuenta Financiera) o quemando reservas internacionales netas. A esto se le llama Balanza de Pagos (BOP).

Últimamente, el contador global –el Fondo Monetario Internacional– la estima consolidadamente con el nombre de Balanza de Pagos y de la Posición de Inversión Internacional. En el fondo del asunto todo ha cambiado para que nada cambie. Es decir, la herramienta que enfocaremos aquí (BOP) para analizar la actual coyuntura macroeconómica peruana básicamente busca monitorear el tamaño de lo gastado sobre lo producido y cómo cubrimos esta brecha: captando inversiones, endeudándonos o quemando reservas internacionales netas.

Todo comienza aquí con una buena noticia: no estamos quemando reservas internacionales en montos relevantes, como sucedía en los días de las torpes devaluaciones de 1967, 1977 o 1988, casi siempre acompañadas de disrupción social. La Figura Uno nos recuerda que vivimos en tiempos en los cuales la brecha en la Cuenta Corriente de la Balanza de Pagos peruana no solamente no tiene una escala alarmante, sino que se está cerrando. Hasta aquí las buenas noticias. Y es que se está cerrando a la bruta. El ruido político local y la política económica de una presidente anodina y desconcertada implica una economía recesada, donde las compras externas de maquinarias y equipos se contraen sostenidamente. Parecemos estar satisfechos de vivir en una economía frenada casi un duplicado de lo sucedido en las pésimas gestiones económicas de Vizcarra o Sagasti.

Y es que, como un observador desaprensivo podría señalar. La anodina Dina no entusiasma. Es cierto, ella ha recibido una suerte de bono de expectación positivo al reemplazar constitucionalmente a Castillo Terrones, un híbrido político de chavismo y de Sendero Luminoso, repleto de sombras de corrupción burocrática e ideas económicas de espanto. 

Pero también ha recibido unos tres millones de pobres adicionales, fruto del pésimo manejo de la pandemia (2020-2021) y de los cambios de rumbo poshumalistas, hacia un socialismo-mercantilista. Como no ha entendido sus retos, la confianza en Boluarte es justificadamente baja (ver Figura Dos).

Todo esto lo confirma el visualizar componentes de las cuentas externas. Y, además, esto -visualizado en la Figura Tres- nos recuerda que nos hemos vuelto macroeconómicamente adictos a los llamados vientos de cola (el impulso económico asociado al aprovechamiento de los mejores precios externos). Exportamos más y nos hacemos más abiertos al mundo, en asociación positiva con el aumento deflactado de los precios de nuestros principales productos de exportación primarios. Un hecho que nos da cierto colchoncito económico y que es resultado de las reformas estructurales noventeras, sin las cuales nuestra performance actual podría asemejarse a la de las pauperizadas Bolivia, Cuba o Nicaragua.

Si le cuentan que la recesión y los deterioros observados en las cuentas externas se explican por precios internacionales en caída, recuérdelo. Esa afirmación sÍ es un cuento. No estamos en los días de la abuelita. El índice de los términos de intercambio peruano fluctúa alrededor de los cien puntos (en base 2007) desde hace más de una década.

Frente a esta macroeconomía opaca, sin entusiasmos inversores, emerge el comportamiento de un Banco Central de Reserva (ver Figura Cuatro) ralentizado. 

Es por todos conocido que el directorio del BCR ensucia el mercado de divisas local -léase distorsiona con efímera discreción el valor nominal del dólar- con sus intervenciones. Pero el usar el precio local del dólar como presión desinflacionaria tiene horribles limitaciones. Está alterando politiqueramente el valor de los precios relativos transables cuando más necesitamos exportar. Está llevándonos -en su inconsistencia- a un mundo iluso (ochentero) donde el tipo de cambio real multilateral se desploma significativamente (ver Figura 4).

Si Dina persiste anodina –no hace algo sesudo y avezado para destrabar inversiones privadas–, el Legislativo supera las prácticas de populismo chavista y el BCR apuesta por aplicar un deja vu ochentero, ese espejo llamado Balanza de Pagos nos lo contará todo en los meses o semanas venideros. Advertidos estamos.

Carlos Adrianzén
30 de agosto del 2023

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