Raúl Mendoza Cánepa

El error del terror

El error del terror
Raúl Mendoza Cánepa
25 de abril del 2016

Vencer al terrorismo ya no es un tema militar, sino de desarrollo

Las leyes antiterroristas y la energía desplegada por el fujimorato contribuyeron a la captura de la cúpula senderista. Muchas de esas normas fueron luego cuestionadas y se avanzó hacia una revisión, no necesariamente prolija, de muchos casos de condenados “probablemente” inocentes; pero también, quizás, a la liberación apurada de varios militantes activos del terror, y durante varios gobiernos. Pueden revisarse diversos escritos sobre el tema. Lo dejo para la polémica.

Podría discutirse la estrategia del gobierno fujimorista y su eficacia (para las ONG de Derechos Humanos, desmedida) para el seguimiento y captura de los líderes y militantes de Sendero Luminoso y del MRTA. En un escenario de conflicto entre los terroristas y el Estado peruano, como en cualquier contexto de violencia, la racionalidad se sostiene con gran esfuerzo, pues el enemigo terrorista siempre se agazapa en la sombra, dispuesto a atacar. El poder es asimétrico; aunque pequeño, en tanto no es un atacante a la vista, un guerrillero que muestra el uniforme y el rostro. No es un “conflicto armado interno” como suelen decir algunos, sino un escenario de violencia terrorista “de metralla escondida” y con alto impacto de daño social.

No se puede mezquinar el reconocimiento de la participación de las Fuerzas Armadas en aquel tiempo; sin embargo, también es valorar el papel de la Policía, que fue el agente precursor de la derrota de Sendero Luminoso, a partir del descabezamiento de Sendero Luminoso. El fracaso de este grupo terrorista fue también la consecuencia de un descomunal error estratégico de Abimael Guzmán. Muchos se preguntarán por qué en los noventas (cuando menos incidencia de víctimas se registra de ambos lados), Sendero intensificó sus atentados en Lima (recuérdese Tarata y Canal 2). La respuesta es sencilla: Guzmán dejó el equilibrio estratégico que le proporcionaba luchar a la sombra, desde el campo, siguiendo la consigna maoísta de guerra desde el campo a la ciudad; y apuró sus pasos hacia Lima. Probablemente cercado por las rondas campesinas y la organización en el campo, quiso saltar etapas y avanzó rápidamente hacia la ciudad.

Un estratega sabe que combatir a un grupo armado en la urbe es mucho más fácil que hacerlo en el campo. Conviertes la “guerra” militar en una gesta policial, de rastreo de conexiones y de patrones de desplazamiento. Mientras que en el campo los militares enfrentan a enemigos ocultos en territorios desconocidos y accidentados, donde no se les puede seguir el rastro; en las ciudades la Policía ata cabos y sigue a los mandos medios, detectando sus aproximaciones sucesivas a la cúpula para cercarla. Con este propósito, durante el primer gobierno de García se había formado el GEIN, una pequeña fuerza policial con altas dotes de técnicas de inteligencia y estudio de claves de seguimiento. El GEIN siguió a los mandos medios y, como se sabe, llegó a la guarida del jefe supremo del terror, Abimael Guzmán. El anticipado salto a la ciudad (para nuestra fortuna) le costó caro a Guzmán.

Desde luego, la lucha terrorista con fines políticos es inviable en el Perú del siglo XXI por las resistencias en el campo organizado; pero también por el rechazo en las ciudades, donde cada año crece una clase social con un esquema de éxito que dista y es incompatible con los objetivos ideológicos de la izquierda más radical. Mientras más formalizada y más emergente sea nuestra población, más se abre esa brecha; y mientras el crecimiento siga siendo una línea de continuidad, pensar la posibilidad de un nuevo Sendero es inútil. Los intereses del radicalismo violento difieren notablemente de los de una sociedad individualista que puja por progresar. El capitalismo popular es una muralla contra nuevos arrebatos violentistas.

Vencer la opción del terror ya no es un tema militar o policial, sino de desarrollo enfocado, de liberación de trabas burocráticas, de crecimiento de la clase media, de formalización y de educación para la paz, de desarrollo del sur (gasoducto, política social, plantas de envasamiento de gas, infraestructura productiva, etc.). Que ese sea nuestro Norte desde ahora.

 

Raúl Mendoza Cánepa

 
Raúl Mendoza Cánepa
25 de abril del 2016

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