Carlos Adrianzén

El engañamuchachos fiscal

El mito de la presión tributaria baja

El engañamuchachos fiscal
Carlos Adrianzén
14 de febrero del 2024


Posiblemente no hay nada más fácil de perder que el conocimiento (
científico). No es casualidad que Thomas Kuhn haya referido el concepto de pérdida de conocimiento como algo de tremenda relevancia. Puntualmente, Kuhn nos recordaba que no todos los conocimientos adquiridos ayer se conservan en el tiempo y que, en períodos posteriores, las visiones aceptadas entonces pueden ignorar lo aprendido. En este plano, sin embargo, resulta importante descubrir que, en las discusiones cotidianas, los cambios de paradigma juegan un rol importante; pero tanto como la ideología, las creencias y –por supuesto– el mercadeo político del momento.

No hace muchos años atrás, el Perú gobernado por la Alianza APRA / Izquierda Unida coqueteó con estándares africanos. En ese ambiente, el financiamiento de los gastos de la burocracia (vía Impuestos, mayor deuda, emisión monetaria y expropiaciones) desempeñó un rol clave y altamente destructivo. 

Los peruanos –supuestamente– habíamos adquirido el conocimiento de los peligros y desgracias que nos trae una política fiscal irresponsable. Eso que algunos etiquetaban indistintamente como populismo latinoamericano, heterodoxia, neo-estructuralismo o keynesianismo bastardo. A esto aquí lo etiquetaremos respetando sus reales sellos ideológicos, como socialismo-mercantilista extremo.

Desde inicios de los noventas se pensó que habíamos aprendido. Que habíamos, como nación, acumulado este conocimiento. La coyuntura actual contrasta que habríamos perdido este aprendizaje. 

Aquí no valen las creencias o sentimentalismos. El año pasado incumplimos tanto la meta cuanto la regla fiscal, falseamos cifras, e incluso, inflamos el presupuesto (en 12%) ; mientras desde el Legislativo y Ejecutivo cotidianamente se elevan de cuando en cuando las iniciativas de gasto; perforaciones y exoneraciones tributarias; mientras que la Deuda Pública se incrementa al 234% y se coloca a una tasa de interés soberana cinco puntos superiores a la chilena (gracias al arrastre del default a la Deuda Agraria que nos dejó la hedionda dictadura de 1968).

Hemos perdido la brújula fiscal. Y como casi siempre sucede en estos casos, repetir esto despierta iras en quienes olvidaron o nunca aprendieron gran cosa. Lo curioso aquí implica reconocer que, ni nosotros, ni las clasificadoras de riesgo, ni los organismos multilaterales encienden sus alarmas. Por el momento.

Pero no nos engañemos, quienes –desde este sexto gobierno consecutivo de izquierda– van dibujando esta desgracia fiscal, tienen un efectivo mercadeo. Es decir, tienen sus mitos. Efectivos y arraigados. Casi manifestaciones de Ortodoxia… Descubrirlos y hasta ridiculizarlos es pues útil. Sirve para descubrir la tarea pendiente. Sin más, los invito a conversar acerca de tres de estos mitos, graficándolos. Posiblemente los tres preferidos entre las hordas de creyentes neomarxistas. Los activistas y los ilusos.

El primero de ellos es esclavo de la creencia de que la burocracia debe proporcionarnos todo: empleo, salud, educación, seguridad, justicia, etc. Que tener acceso a casi todo bajo estándares europeos es un indiscutible derecho humano. Por lo tanto, en un país como el nuestro se debe maximizar la carga tributaria. Ergo, la presión tributaria es para ellos siempre baja. Es solo cuestión de acabar con la evasión de los muy ricos.

Este mito no solo ignora que, si consideramos el nivel de ingresos y la informalidad peruana actual, su tasa ya es altísima. Ese 22.1% del PBI extraído de, digamos un tercio de los peruanos, implicaría para ellos (ponderando el cumplimiento) la tasa más alta de la región (66.6%). Una tasa destructiva. 

Note dos cosas (ver Figura Uno), la presión tributaria en el Perú es pues sostenidamente alta. Aquí consideramos también la recaudación por tasas y contribuciones (que constituyen impuestos según el diccionario). 

En el subgrafo de la derecha note también como solamente recaudamos persistentemente de tres tributos: renta, ventas y selectivo al consumo. Siempre lo más fácil, y a los mismos.

En estos días ha emergido otro sugestivo Mito (ver Gráfico Dos). Se repite a discreción que la reciente caída de la recaudación tributaria peruana sería consecuencia directa e inevitable de la pandemia de origen chino. Nada más falso. 

Históricamente, los errores y los aciertos de la política económica reflejan consistentemente el valor real del producto por persona. Y éste, cuanto podemos pagar de impuestos. El tránsito a la izquierda cuesta. Si Martín, Pancho, Pedro y Dina fracasan, el producto cae y con ello –lógicamente– la recaudación cae. Observe además como las proporciones del PBI extraídas por los tres principales impuestos (Renta, IGV e ISC) se mantienen relativamente estables, en pleno declive y recesión.

El tercer mito nos refiere a algo que tuvimos y gracias a la sucesión de gobiernos de izquierda ya no tenemos. La ortodoxia y responsabilidad fiscal que, en el pasado, caracterizó el manejo fiscal del MEF se desvaneció. 

Hoy no solo gastamos irresponsablemente, haciendo gala de inefectividad y corrupción burocrática, gastamos –oprimiendo a las empresas y a los más pobres (como muestra el índice GINI) y el enervamiento de la incidencia de la pobreza monetaria– cada vez más. Nuestra ortodoxia fiscal se parece cada año un poco más a la de Venezuela, Bolivia o Nicaragua (ver Gráfico Tres). 

Hoy urge moderar y optimizar el gasto fiscal, su gestión y su integridad, efectivamente. Continuar apostando por una receta fiscal expansiva es solo un engañamuchachos. Una opción no solamente ilusa e inefectiva reactivando. Sino contraproducente.

Carlos Adrianzén
14 de febrero del 2024

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