Javier Agreda

El divorcio como destierro

Reseña de la más reciente novela de Alina Gadea

El divorcio como destierro
Javier Agreda
12 de octubre del 2017

La abogada Alina Gadea (Lima, 1966) irrumpió en el mundo literario como una de las ganadoras de la Bienal de Cuento Copé 2007, con el cuento “La casa muerta”; un relato casi autobiográfico, pues cuenta la historia de la casa miraflorina donde la autora vivió su infancia. Luego pasó a la novela con Otra vida para Doris Kaplan (2009), una mirada al mundo de la niñez y adolescencia de una limeña de clase alta. Y en ese género literario Gadea ha continuado con Obsesión (2012) y La casa muerta (2014), libros a los que ahora se suma Destierro (Emecé, 2017), su cuarta novela, centrada como siempre en la temática de la familia.

Destierro cuenta básicamente la historia de la ruptura de un núcleo familiar: una innominada pareja y sus dos pequeños hijos. Cada uno de los 18 breves capítulos de esta historia nos va mostrando las fases de esa ruptura: la falta de comunicación de los esposos el abandono del hogar por parte de él, el regreso de ella a la casa materna (acompañada de sus dos hijos), el inicio de una nueva relación. Pero también hay capítulos dedicados al pasado de los esposos, especialmente a sus infancias y adolescencias, en los que descubrimos que ambos provienen de familias disfuncionales. Y que muchos de sus problemas personales y de pareja tienen su origen en la traumática relación que tuvieron con sus madres. Ya hemos señalado anteriormente que en las ficciones de nuestras narradoras actuales un elemento recurrente es la madre tirana; y Gadea acaso sea el mejor ejemplo de ello, pues en todos sus libros hay por lo menos una de estas madres (en este hay dos).

La principal diferencia de esta novela con las anteriores de su autora es la opción por lo fragmentario. Desde la estructura misma del relato (capítulos breves, muchos de ellos de apenas un par de páginas), la naturaleza de los sucesos contados (pequeños episodios dispersos en el tiempo) y hasta el propio lenguaje, conformado por oraciones cortas, casi reducidas a sus elementos mínimos: “Tenemos que hablar. No. Es mejor no decir nada. Me levanto lo más rápido que puedo. Evito hacer ruido. Necesito apurarme. Cambiarme de inmediato” (p. 16). Un recurso apropiado cuando se trata de presentar cierto tipo de acciones (como en el pasaje citado) pero que no resulta el más apropiado para una historia en la que lo principal son los sentimientos y emociones de los protagonistas.

Volvemos a encontrar en Destierro muchas de las virtudes que hemos señalado en las novelas anteriores de Gadea; especialmente la creación de atmósferas apropiadas, oscuras y llenas de misterios, para sus historias. A ellas se suma esta vez esta vez una propuesta narrativa más moderna (más ligera y dinámica), en la que destaca la precisión de las descripciones, hechas a partir de pequeños detalles. No obstante, es todavía una propuesta que la autora debe trabajar más.

Javier Ágreda

Javier Agreda
12 de octubre del 2017

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