Eduardo Zapata
El dictador básico
El desenlace final del expresidente Castillo
Guido Bellido lo había calificado peyorativamente de sindicalista básico. Pero por afinidad política y conveniencia crematística él y sus similares jamás cuestionaron su moral también básica. Por el contrario, toda la llamada izquierda del Perú –actores políticos y su prensa– ha emitido durante este nefasto año y medio signos de instrucción pública que pretendían la institucionalización de esa (in)moralidad básica en el tejido social.
El Perú pudo y debió evitarse este desenlace final. Cualquier analista político serio y cualquier prensa seria, profesional e independiente, desde un principio debieron no solo notar el carácter básico del llamado presidente Castillo, sino también cómo este carácter también básico convocaba a los puestos públicos a gente con probado pasado básico o con harta predisposición para él. Y todo ello era propalado por la mayoría de la prensa hacia toda la población para posicionar la anuencia con lo que era claramente inmoral desde un principio. Desde el modo con el que trataron el tema de la tesis fraudulenta se ponía de manifiesto en todos estos cómplices de la pretendida dictadura un desapego moral visceral respecto –en el caso de la tesis– a un valor que todos reclaman como sublime: la educación.
De modo que el concepto de ´básico´ no se refiere solo a competencias profesionales, técnicas o ideológicas sino a la moral misma. Y en ese orden de ideas lo llamado básico se extiende tanto al ex inquilino de Palacio como a todos aquellos que –como autoridades políticas, empresariales y prensa– se hicieron de hecho y de facto cómplices de la organización criminal. Cómplices. Con las sanciones que ello debe acarrear. Esa es la sanción moral que espera el Perú, y esa es también una exigencia legal que debe ser reclamada por la justicia y por la ciudadanía toda.
Al parecer poco aprendimos de la tragedia de los años ochenta y de la subversión terrorista. Por lo pronto la llamamos ´conflicto armado interno´ para equiparar a las fuerzas del orden y al Estado de Derecho con los alzados en armas. Así era posible jugar con las palabras, relativizarlas y –en medio de una inflación lingüística– hablar de ´luchas y héroes populares´ para adormecer, mas no eliminar (pues no era conveniente para sus suscriptores) la validez de toda lucha social/agitación/sabotaje que se haga en nombre del pueblo.
No desaproveches esta oportunidad, Perú. Que todos los cómplices de este proyecto de dictadura básica sean sometidos al rigor de la justicia. Que la gente se entere de todas y cada una de las inmoralidades y tropelías cometidas. Así se trate del ´modesto´ servidor que solo ´cumplía órdenes´. Pues no se cumplen órdenes contra el Estado de Derecho ni órdenes inmorales.
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