Carlos Adrianzén
El declive iberoamericano
Ha reducido en 10% su tamaño en la economía global
En las últimas semanas las asonadas y los procesos electorales en Iberoamérica nos han tenido muy distraídos. En días hemos tenido casi de todo. Desde Golpes de Estado exprés (Perú); pasando por protestas billonarias (Ecuador y Chile); incluyendo a narcodictadores echados por su pueblo (Bolivia); y dictaduras de izquierda apuntaladas grotescamente desde el exterior (Cuba o Venezuela). Y sí, también hasta procesos electorales donde los que hacían política vociferantemente eran los periodistas (Argentina, Brasil y España). En medio de todas estas bataholas, sin embargo, existía un marco económico común. Una Iberoamérica en marcado declive económico.
Sin que sea destacado por ninguna agencia multilateral, entre el 2013 y el 2018, la porción iberoamericana en la economía global ha reducido su tamaño en 10%. Esta vez enfocaremos Iberoamérica completita: a las naciones latinoamericanas y hasta a la mismísima madre patria. Sí, a esa España eternamente polarizada, y que según ciertas agencias hoy sería una nación muy desarrollada.
Aquí, es menester desinflar el globo. Es cierto que hoy las tierras de Unamuno tienen un producto por persona cinco veces mayor al de un peruano; pero también es cierto que dista mucho de ser una nación tremendamente rica. Su producto por persona, el año pasado, resultaba equivalente apenas al 42% del de un suizo. En 1970 duplicaba el producto por persona de una nación en desarrollo con alto ritmo de crecimiento económico; pero el año pasado, ya Singapur había invertido la figura. Estas comparaciones, aciagas, abonan en la tarea de alejarnos de nuestra autocomplacencia iberoamericana. Y es que, si bien en Latinoamérica no existe hoy algo parecido a alguna nación exitosa (desastrosas, como Venezuela o Cuba –qué duda cabe– sí existen); en la península ibérica, la penosa España Rajoy, Sánchez e Iglesias no configuran un ejemplo a seguir. Sí, como Antoñito el Camborio… no dan la talla. De hecho, en la última década, el promedio de crecimiento económico anual por persona español fue más que magro… nulo.
¿Lecciones? ¿Explicaciones? Pues les doy una: Iberoamérica persiste acaparada perdiendo el tiempo. En la Madre Patria y las todas las naciones de Latinoamérica –sin excepción– los ciudadanos son cada vez más tolerantes con la ilegalidad (que algunos llaman informalidad) y son cómplices entusiastas de la castración de sus libertades políticas y económicas y del irrespeto a sus derechos de propiedad. Sobre lo de la Madre Patria, soy confeso de que, si a algún lector este etiquetado le produce una suerte de urticaria, les recuerdo que lo hago adrede. Es tonto borronear la historia. La conquista nos hizo territorio español por tres siglos.
Ahora bien, ¿qué implica concretamente la combinación tolerancia con la ilegalidad y la contracción de sus libertades y el irrespeto a sus derechos de propiedad privada? Aquí la respuesta es sencilla: marxismo. Etiquételo en sus matices como desee. Llámelo populismo, estructuralismo, progresismo, socialdemocracia, comunismo o chavismo; y para maquillarlo use la retórica que desee. Declárese libertario, nacionalista o comunista. Lo cierto es que –en todos los casos– el resultado conocido cuando se observa este sesgo político es fracaso y subdesarrollo. Y este, acéptemelo, existe matizado desde Río Grande hasta la Antártida en un número creciente de naciones y desde hace más de una década. Y en caso de la España actual –desarrollada a regañadientes décadas atrás por las reglas y recursos de su ingreso a la Unión Europea– su actual inclinación a un marxismo maquillado con el abrazo del PSOE y Podemos, es la amenaza de subdesarrollarse nuevamente.
Así las cosas, y volviendo a enfocar a toda Iberoamérica, los invito a preguntarse sobre ciertos detalles, a modo de lugares comunes, en la opaca Iberoamérica de estos tiempos. ¿Quiénes financian costosísimas asonadas en países como Chile o Ecuador? ¿Cuántos creerán que fueron espontáneas? ¿Por qué no se dan protestas masivas en los regímenes de izquierda? ¿Por qué surge una derecha acometedora en Latinoamérica y España? ¿Por qué se están politizando abiertamente sus aparatos policiacos, militares y judiciales? ¿Cómo se mantienen regímenes genocidas a todo costo en Cuba o Venezuela? ¿Quiénes financian hoy desde el exterior el retorno de un presidente golpista y asociado al narcotráfico en Bolivia? ¿Por qué el grueso de sus gobiernos solventaría a los principales medios de comunicación? ¿Por qué sus periodistas actúan como activistas políticos? ¿Por qué las votaciones resultan apresuradamente electrónicas? ¿Por qué en toda Iberoamérica se combate la corrupción burocrática en forma tan evidentemente selectiva? ¿Por qué tanto izquierdistas, centristas como derechistas inflan sus opacas performances económicas recientes? ¿Qué naciones e intereses están detrás de los enormes financiamientos externos a estas bataholas y por qué razones?
No le quepa duda, las razones en juego son económicas, estimados lectores. Y nótelo, esta vez la libertad de prensa no existe y las sorpresas –casi siempre– no lo son.
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