Francisco de Pierola

El cine como herramienta política: la hegemonía cultural de los “caviares”

¿Por qué los peruanos deben pagar, con sus impuestos, por cine que no les interesa ver?

El cine como herramienta política: la hegemonía cultural de los “caviares”
Francisco de Pierola
08 de octubre del 2024


El cine y las artes han sido históricamente aprovechados como instrumentos de poder, y en América Latina, esa tendencia ha sido controlada por la izquierda con una precisión quirúrgica. En una reciente entrevista en el diario
El Comercio, el director argentino Santiago Oría, responsable de la serie documental “Milei – La Serie”, puso sobre la mesa un contraste interesante: su proyecto es financiado de manera privada, sin intervención estatal, a diferencia de lo que ocurre con muchos proyectos culturales impulsados por los gobiernos de izquierda, en los que los recursos públicos, es decir, el dinero de los contribuyentes, son usados para financiar un arte que responde a una agenda política muy bien definida.

Esto lo vemos en Perú, con organismos como el DAFO (Dirección del Audiovisual, la Fonografía y los Nuevos Medios), que ha canalizado millones a producciones de cine que parecen tener más interés en promover la narrativa progresista que en fomentar un verdadero arte plural. Estos fondos estatales no solo financian proyectos sesgados, sino que crean un círculo vicioso: actores, directores y guionistas se convierten en activistas políticos que terminan retroalimentando la misma estructura que los financia. Así, los "caviares" han logrado consolidar un ecosistema que perpetúa sus intereses bajo el disfraz de la cultura.

Lo más insidioso de esta maniobra es la reacción cuando alguien se atreve a cuestionar este uso de los recursos públicos. Las voces críticas son rápidamente etiquetadas como “fascistas” o acusadas de promover la censura. Pero seamos claros: lo que se busca no es silenciar, sino simplemente asignar de manera más sensata y responsable los fondos del Estado. En un país donde la pobreza sigue siendo una realidad, ¿tiene sentido financiar películas que, además de no generar interés popular, son vehículos de propaganda política?

Es aquí donde la excusa de que “el arte no debe tener siempre un fin comercial” resulta una perfecta coartada. Y aunque es cierto que el cine puede y debe tener un propósito más elevado, el problema surge cuando estas producciones subvencionadas por el Estado no son viables en el mercado, lo que significa que no responden a una demanda auténtica. Entonces, ¿por qué los peruanos deben pagar con sus impuestos por cine que no les interesa ver? Si algún cineasta quiere contar una historia, que lo haga, pero que lo haga con su propio dinero, o que busque inversionistas privados que crean en su proyecto.

Este fenómeno no es exclusivo de Argentina o Perú, sino que se extiende por toda la región. La izquierda ha sabido utilizar las industrias culturales para consolidar su poder, controlando lo que se produce, lo que se ve y lo que se discute en las plataformas artísticas. El cine argentino, que en su momento fue referente internacional, cayó en una decadencia evidente bajo la influencia del kirchnerismo. Lo mismo puede decirse del cine peruano, donde el DAFO se ha convertido en una herramienta para imponer una visión ideológica disfrazada de pluralismo cultural.

Pero no todo está perdido. La irrupción de figuras como Elon Musk en el debate sobre la libertad de expresión ha demostrado que existen alternativas. Su compra de la plataforma X (anteriormente Twitter) abrió el espacio necesario para que las voces conservadoras, marginadas en los medios tradicionales y en la industria cultural, puedan expresarse sin ser censuradas. Esto ha sido fundamental en el caso de líderes como Javier Milei, cuya popularidad explotó gracias a su hábil manejo de las redes sociales.

X se ha convertido en un bastión para aquellos que luchan contra la hegemonía progresista en los medios, nivelando el terreno en una batalla cultural que ya no se juega exclusivamente en las universidades o en los estudios de cine financiados por el Estado. La experiencia argentina, donde Milei logró construir una base sólida a través de las redes, nos ofrece una lección valiosa: la libertad de expresión y el acceso a plataformas que no estén cooptadas por una sola ideología son esenciales para el verdadero debate de ideas.

El control cultural de la izquierda ha sido dominante durante décadas, pero figuras como Musk y proyectos como los de Santiago Oría demuestran que es posible crear espacios de resistencia. El cine, como cualquier otro arte, debe existir en libertad, lejos del financiamiento estatal que lo corrompe y lo convierte en un instrumento más del poder. El arte genuino no necesita ser subvencionado. Si tiene algo que decir, encontrará su audiencia. Y si no la encuentra, quizás nunca tuvo tanto valor como nos quisieron hacer creer.

Francisco de Pierola
08 de octubre del 2024

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