Tino Santander
El alanismo ha muerto
El Apra debe adaptarse al nuevo Perú del siglo XXI
Con la trágica desaparición de Alan García, el líder más importante del Partido Aprista después de su fundador Víctor Raúl Haya de la Torre, concluye la controversial etapa “alanista” y el Apra inicia una nueva era, en la que debe luchar por su vigencia en el siglo XXI. Este cambio depende de la capacidad y de la voluntad de sus dirigentes, militantes y simpatizantes y de que el partido vuelva a nacer unido a las mayorías populares excluidas del Perú oficial. Y también de su compromiso con los problemas nacionales, tal como hace ya un siglo hicieron sus fundadores, entregando su existencia y su vida.
El próximo congreso aprista, que se anuncia para octubre, debe producir cambios profundos en la dirigencia, en la organización y la línea política. De lo contrario el viejo partido no podrá constituirse en una renovada promesa, en actor de los combates por la justicia social ni menos ser la esperanza de un pueblo que siente profunda desconfianza y rechazo hacia los políticos. El Apra del siglo XXI tiene que transformarse en vanguardia revolucionaria, si pretende sobrevivir y liderar la lucha por la transformación de la sociedad peruana.
El congreso aprista, en estas circunstancias, no puede terminar siendo repartija de cargos y de puestos con vista a las futuras elecciones presidenciales y congresales del 2021. Tampoco puede ser una asamblea en la que los grupos facciosos se enfrenten violentamente por controlar la membresía partidaria. El Apra tiene que cambiar su forma y su estilo de hacer política. La muerte del alanismo debe dar paso a una dirección colectiva, participativa y democrática que supere los caudillismos mesiánicos. Es su única oportunidad para sobrevivir, acercarse y sintonizar con los intereses y las aspiraciones de la inmensa mayoría popular; sobre todo de los jóvenes. El Perú es un país diverso, lleno de ansiedad, pero con deseos formidables e incontenibles de crear riqueza, afirmar el estado de derecho y avanzar hacia el futuro en libertad.
La energía que impulsa la famosa mística aprista tiene que convertirse en realismo político. Se trata de que el Apra plantee cómo va a construir la sociedad de “pan con libertad”, tal como lo proclamara Haya de La Torre; y no solo se quede en la palabra, sino que pase a la acción. En suma, se trata de que el aprismo honesto pos Alan García inicie la gran transformación por la que lucharon los fundadores del partido. De lo contrario ¿para qué sirve o qué utilidad tiene el Apra? Esa es la interrogante que se harán los peruanos frente a un partido adocenado en el alanismo.
El “alanismo” ha muerto y es un capítulo que la historia juzgará con severidad, pero no representa la gran epopeya del Apra, que es patrimonio del pueblo peruano y no propiedad de las ambiciones personales de poder. Según me confía un joven aprista “el partido moderno, que queremos, tiene que reformarse y abrir sus puertas a todos los peruanos que coincidan con sus ideas y deseen participar, y no solo a los militantes”. Me dice que “el Apra del siglo XXI debe organizarse a través de núcleos ejecutores de servicio a los peruanos, y no en los antiguos comités partidarios que funcionan cerrados, como clubes sociales o cenáculos burocráticos”. Los núcleos ejecutores, me explica, se forman sin necesidad de un local y en el lugar en donde se dé la lucha por una reivindicación. “Es hacer que el partido esté más cerca de la gente y funcione en red, tal como los sistemas de comunicación modernos”. Es el Apra del siglo XXI.
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