Carlos Adrianzén

El abismo detrás del Rolex

Las raíces de la crisis económica peruana

El abismo detrás del Rolex
Carlos Adrianzén
10 de abril del 2024


Estos son tiempos en los que
–otra vez– el discutible comportamiento de algún presidente agita el panorama político local. Instantáneamente se habla de una vacancia presidencial, aunque luego se deseche, en una mayoritaria votación. Sin embargo, nótese que esta escaramuza deja colgante una espada de Damocles –léase: la eventual formación de una coalición vacadora en el Congreso– sobre la cabeza de Doña Dina. Recordemos como, hasta el día de hoy un gobernante sinuoso –Martín Vizcarra– y sus cómplices aún se preguntan de donde salieron los votos con que lo vacaron, contra todo pronóstico.

Pero nótese, los afanes acusadores en el Perú de estos tiempos usualmente traen una alta carga ideológica. No configuran una regla. En esta oportunidad el cuestionamiento a la presidenta sería parte de una tramoya donde un bando político -en este caso, la burocracia caviar limeña- acusa selectivamente a un rival. Aquí no existiría nada parecido a una justicia ciega. En el caso de los relojes y de las joyas de la presidente, el estadio se da vía una acusación fiscal-mediática-exprés mientras no se toca, ni con un pétalo, a decenas de personajes accidentados afines a la caviarada (Villarán, Humala, Gorriti, et al). Algunos llaman a este cuadro, la politización del aparato judicial peruano. A pesar de ello, éste no es el quid del asunto. 

El fondo implica que se respete, tanto un debido proceso legal cuanto la separación de poderes. No hacerlo implicaría un error económicamente muy costoso. Y es que el usar el escándalo para producir otra vacancia e introducir otro nuevo presidente por accidente, trasciende lo demagógico. Implica un paso más en el desmantelamiento de la gobernanza nacional. El fondo del asunto implica el avance del deterioro institucional a lo largo de la última década. El que los errores de la presidenta sean usados para llegar al poder es algo tan anecdótico como destructivo económicamente. Esto ya es algo peligroso, pero lo peor se da cuando se usa el escándalo mientras la corrupción burocrática –mayoritariamente micro– explosiona. Así las cosas, el primer gráfico de estas líneas nos descubre como gran parte del trabajo de demolición o desmantelamiento del sistema ya ha sido hecho por sucesivos gobiernos de centro-izquierda y extrema izquierda (ver figura A).

Desde los años de la corruptísima dictadura militar de los setentas, sucesivos gobiernos han prostituido consistentemente las instituciones locales:

  1. Nos guste subrayarlo o no, la burocracia peruana se consolida régimen tras régimen como crecientemente corrupta. Desde que hay cifras publicadas de control de la corrupción burocrática (Banco Mundial), o percepción de la corrupción burocrática (Transparencia Internacional), siempre el más corrupto, resulta el último gobierno (ver subgrafo superior izquierdo). Esto, mientras solo se critica o se pretende castigar al que salió del poder o es un enemigo político. 
  2. En este ambiente -bajo creciente incorporación de valores neo marxistas- se justifican dictaduras, autocracias o democracias precarias. En todas ellas, la separación de poderes ergo, la ley, resulta abiertamente pisoteada. Incluso se nos vende que esto estaría muy bien. Régimen tras régimen, se cree que resulta crucial que no exista una definida separación de poderes. Es decir, que el ejecutivo sea electo con una mayoría congresal afín o… comprada (ver subgrafo superior derecho). 
  3. Incluso la frustración asociada a la cada vez mayor Corrupción de los burócratas locales enerva la violencia. Aquí, los gobiernos progresistas ofertan solo discrecionalmente el bien público por excelencia (el Orden Público). Ver subgrafo inferior izquierdo.
  4. Nótese además que la captura de la Super Estructura -al más puro estilo marxista- ya estaría a la fecha bastante consolidada. Esto, dentro y fuera de la gobernanza estatal. Hoy, la regulación es arbitraria, discrecional e inestable, tanto como la participación en las discusiones públicas sesgada y polarizada (ver subgrafo inferior derecho). A nadie le debe sorprender pues que el tema central de la agenda -en la fiscalía y los medios de comunicación- sea solamente la relojería presidencial y sus desagradables entuertos; y no los posibles delitos de Vizcarra, Humala, Bellido et al.

Pero esto, una vez más, no es todo… Si revisamos indicadores globales de corrupción burocrática, crecimiento o pobreza, por ejemplo, descubriremos que el planeta estaría dividido hoy en dos bloques nítidos. Las naciones inestables, pobres, estancadas y corruptas, y las que miran más allá de sus narices. Las cuales registran una burocracia poco corrupta. Ergo, resultan ricas. 

La figura B nos recuerda implacablemente en qué bando global estamos ubicados los peruanos y los latinoamericanos. Mientras usualmente se busca vacar al presidente por alguna razón -justificada o no- la tolerancia con la corrupción burocrática afín y con la masiva, es la norma.

En el caso peruano, no es casual que la explosión de corrupción se asocie a mayores estancamiento, pobreza e inestabilidad macroeconómica (ver figura B).

Si no lo asusta el gráfico compuesto anterior, los invito a comparar nuestro perfil, con los de dos naciones disque exitosas. Una que destaca solo regionalmente, y la otra, que brilla a nivel global (ver figura C). Notes que nos estemos distrayendo con los ruidos de un hediondo antes de ingresar a una curva ciega.

Para hacer esto más sencillo les recuerdo, a modo de corolario, que el proceso de deterioro económico por prostitución institucional está en pleno desarrollo. Ya ha dejado huellas complicadas de borrar. El país hoy se hunde discretamente en materia económica (ver Figura D).

Esto sucede hoy, a pocos meses de estar inmersos en otra campaña electoral (sin que se tomen las precauciones para que esta vez sí se cuenten los votos); y bajo la amenaza de la súbita formación de alguna coalición vacadora presidencial desde el congreso. Cerremos los ojos o no, el ambiente vuelve a reactivar la metáfora de otro “gobierno piñata”. Si se golpea al régimen, se le puede sacar alguna prebenda. Esta figura desenmascara la otra faceta de la crisis del Rolex. 

Y finalmente nótese que este es un cuadro regional. En Bolivia, Cuba, México, El Salvador, Venezuela, Nicaragua o Colombia la turbiedad de sus presidentes no inquieta a nadie. Aquí, en cambio, una hedionda sombra se vende para justificar la quiebra del orden. No señores, nuestro problema se asocia a una precondición para el surgimiento de un régimen totalitario de izquierda. Es uno de corrupción burocrática masiva y rampante. Y sí. La presidente por accidente -nos guste o no- solo debe recibir un implacable debido proceso.

Carlos Adrianzén
10 de abril del 2024

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