El 14 N y la generación equivocada

Desde que soy profesor universitario –muchos, muchos años atrás– he mantenido siempre el dictado en una o dos secciones de jóvenes ingresantes. Siento que allí aprendo a veces más que en los mismísimos cursos de posgrado que dicto.

Y obvio que divierte. Y obvio que constato cómo va la educación escolar. Evidente que he hecho amigos para toda una vida. Pero también me he permitido dar rienda suelta a lo que el gran filólogo alemán Karl Vossler llamaba, así como Leo Spitzer, la ´curiosidad intelectual´. Constatar de primera mano cómo evolucionaban las generaciones, investigar sobre ello y compartir los hallazgos en publicaciones. 

Virtudes y defectos recogidos con ánimo notarial; jamás inquisitorial. Cercano al por qué, no al por qué no. A fin de cuentas, respeto y cariño.

En verdad, en verdad, prefiero aprender que ir tratando de impresionar al estudiante con el dato y la ´sabiduría´ que pueden tornarse agraviantes. Esa sabiduría la debemos propiciar, no imponer detrás de nuestro ego. Siempre anteponiendo el caso para poder –desde allí– evocar a los grandes y pequeños autores, a los cantantes de época, a los humoristas, a los actores de teatro, a la vida toda.

Con esa misma cercanía y aprecio, escribo esta nota sobre los sucesos del 14 de noviembre y la marcha elevada por los medios a los ´altares de la patria´. 

Precisamente en ese afán de magnificación, muchos medios no vacilaron en bastardear el concepto y significado de la palabra Bicentenario. Por ello –con poco respeto por la República– aludieron a los marchantes como “Héroes del Bicentenario”. Y con la palabra héroes, bastardeaban también a quienes sí lo fueron (y lo son), con tal de subrayar que lo que había ocurrido el 14 era una gesta épica. Desde la cobertura de la marcha hasta las palabras utilizadas, de lo que se trataba era de espectacularizar –para sus fines políticos y económicos– una justa indignación de los jóvenes respecto a la política toda.

En este afán se ha llegado a hablar del 14 N para sintetizar y ennoblecer lo ocurrido aquel día. Obviamente tratando de emular el signo icónico del 09/11 usado por la prensa de los Estados Unidos con motivo del atentado a las Torres Gemelas, No interesaba que el 09/11 hubiese tenido una trascendencia histórica ciertamente más importante que la marcha, pues no solo era la primera vez que EE.UU. era atacado en su propio territorio y que el hecho tenía una repercusión mundial; no importaba tampoco que allá el atentado propició verdaderos gestos de heroicidad y propició unión y solidaridad. Como tampoco importó que mientras aquí la gesta y los mismos heroicos jóvenes se evanescerían tan pronto logrados los fines políticos perseguidos, allá la destrucción diese rápido paso a una nueva construcción como homenaje a quienes fallecieron.

Nuestros jóvenes, generacionalmente, aman la libertad, son creativos y tienen un fuerte deseo de reconocimiento. Lo dicen los estudios. Pero también esos estudios hablan de la pérdida de una memoria de largo plazo, de reacciones más bien inmediatas y –no por culpa de ellos– de vacíos culturales. Supuestamente marchaban en nombre de la representación democrática, pero ignoraban en su mayoría la Constitución y lo que esta mandaba respecto a la sucesión gubernamental producida una vacancia. No marchaban por el señor Vizcarra, pero terminaron avalando una figura política que proyecta más sombras de escándalo que luces de gobierno honesto.

Los mismos medios que ayer los elevaron al “altar de la historia”, hoy volverán a vituperarlos como una generación frívola e ignorante. No lo pongamos en duda.