Raúl Mendoza Cánepa

¿Educar al que elige?

El peligro de la escasa formación democrática de nuestros políticos

¿Educar al que elige?
Raúl Mendoza Cánepa
03 de junio del 2024


Sabemos que Platón no creía en la democracia. Para los más suspicaces, la democracia se entiende desde una lógica perversa: si la gente no vota con la razón sino con las tripas, van a sobresalir los políticos que usen las tripas del votante para ganar, por lo que no prevalecerá el gobierno correcto. La aristocracia era para el ideal platónico la mejor opción, pero no entendida como el régimen de los ricos, sino de los que saben. 

Algunos liberales se refieren al “gobierno limitado” antes que a la democracia. El problema es que cedemos terreno al perspectivismo marxista, a la creencia de que una clase gobierna para su clase y que los pobres quedan fuera del esquema de desarrollo “burgués”. Curiosamente, los socialistas aplican este criterio, cuando se parece al suyo. Hay elecciones, las ganan los socialistas, se produce pobreza y se culpa a los ricos, a Estados Unidos, a “algún boicot”, al viejo régimen; los socialistas juegan con las ilusiones de la gente, hay elecciones y vuelven a ganar los socialistas y así sucesivamente.

A un socialista no le interesa reducir la pobreza, porque los pobres que ascienden a la clase media se derechizan. Un votante satisfecho no votará por la izquierda, pues, como Bentham y Mill, lo útil es bueno; por tanto, si el capitalismo liberal funciona para ensanchar la clase media, ¿quién querrá cambiarlo si es lo útil? El negocio de cualquier izquierda es la insatisfacción, porque de ella nace la ilusión de lo nuevo…Y volvemos a lo que es “votar con las tripas”.

El socialismo no necesita una revolución de octubre para llegar al poder, le basta la técnica de la demagogia o el fraude. Sin embargo, tampoco la aristocracia del pensamiento, que los conservadores en el Perú nutrieron de su savia propia (Bartolomé Herrera) es recomendable. Para Platón los privilegios en el poder corrompen hasta a los más sabios, y corrompen más si no hay alternancia. 

La democracia, así, se entrampa desde que nos lleva a elegir en urnas a quien se vale de ella para destruirla. Adolph Hitler proponía el odio y la muerte dirigiéndose a un pueblo culto que lo eligió pese a su fallido golpe previo. Las tripas nuevamente y la manipulación de mano del histrionismo oratorio. Decíamos que se debe educar al que elige, pero el que elige tiene la entraña humana y ella es la misma en los Andes, en Berlín o en la China. 

Y así llegamos irresueltos y sin una respuesta en este artículo, dando vueltas; salvo que entendamos que la misión de educar para la democracia la tienen los políticos y los partidos; por lo general, distraídos en sus propias prisas. No me espanta que los movimientos regionales se pongan fuera del radar, espanta la fragmentación y escasa formación democrática de los que hacen política.

Quizás fuera más fácil seguir la tradición anglosajona del bipartidismo. Las exigencias legales y un sistema electoral mayoritario (binominal) y el registro de políticos formados para la moderación en sus partidos y en la línea de una carrera política; es lo que podría llevarnos a un mayor control y sensatez, al fin del extremismo y al cese de esa polarización que, “a veces”, nos hace ingobernables.

Raúl Mendoza Cánepa
03 de junio del 2024

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