Neptalí Carpio

Dos tendencias en el constitucionalismo

El dogmatismo y la innovación

Dos tendencias en el constitucionalismo
Neptalí Carpio
29 de agosto del 2019

 

El constitucionalista Oscar Urviola afirma que es un error reiterado que el Poder Ejecutivo haya planteado en el pasado reciente dos cuestiones de confianza al Congreso: para solicitar la reforma de la justicia y, tiempo después, para seis proyectos de reforma constitucional. Según el ex presidente del Tribunal Constitucional (TC), ha sido entonces también un grave desliz que los parlamentarios se hayan sometido a ese recurso en dos oportunidades. 

En consecuencia, el Dr. Urviola, quien utiliza este argumento para oponerse a una nueva cuestión de confianza, a propósito de la propuesta del Ejecutivo para adelantar las elecciones, hubiera preferido que en el país sigan funcionando las reglas del criticado Consejo Nacional de la Magistratura (CNM) y que, hoy por hoy, no exista ninguna reforma política. El prefiere optar por la rigidez constitucional, dándole la espalda a cualquier tipo de cambio. Junto a él, varios constitucionalistas, han emitido un pronunciamiento oponiéndose al adelanto de las elecciones el 2020. 

Pero, hay otros constitucionalistas o expertos en derecho —como César Landa, Luciano Revoredo, Gerardo Távara o Juan de la Puente— que opinan lo contrario. César Landa, también ex presidente del TC, por ejemplo, no solo señala al antecedente del año 2000, cuando frente a la renuncia de Alberto Fujimori se modificó la constitución para adelantar las elecciones, sino que el Poder Ejecutivo podría hacer uso de la cuestión de confianza por una reforma constitucional. Y es que si bien el parlamento tiene la potestad legislativa, también tiene la obligación de representar al pueblo y a los intereses que está demandando, y no ser ajeno a ello impidiendo reformas que son urgentes, incluso un adelanto de elecciones. En ese caso, al negarse a representar la voluntad popular, se justifica que el presidente, como jefe de Estado, proceda a plantear la cuestión de confianza. 

La crisis política actual, también se ha trasladado a una tensa discusión de constitucionalistas, para todos los gustos y matices. Sería muy saludable para sincerar este debate que cada experto en esta materia, y que opine en los medios de comunicación, transparente sus relaciones clientelares; es decir, que se haga visible cualquier posible conflicto de intereses. Ante semejante controversia queda en evidencia que una crisis como la actual es demasiado grave como para dejarla en manos de los abogados, por más especialistas y respetables que sean. La historia de las democracias modernas, nos enseña que las crisis políticas se afrontan en el ámbito de la política. Y en este caso, la resolución de la tensión actual no debiera limitarse a un tema de interpretación constitucional, sino apelar a la voluntad popular. A los constitucionalistas hay que recordarles el Artículo 45 de la Constitución, el que literalmente señala que “El poder del Estado emana del pueblo. Quienes lo ejercen lo hacen con las limitaciones y responsabilidades que la Constitución y las leyes establecen”. 

Pero, además, habría que recordarle a los constitucionalistas conservadores y dogmáticos, que no han sido ellos los que han promovido las principales innovaciones a nuestro constitucionalismo. El cambio de la Constitución estatista de 1979 y, de las reformas posteriores, que dieron lugar al régimen de economía de mercado, plasmadas en la vigente Carta Magna, tuvo como precedente el auge de las ideas liberales que encabezaron a fines de los años ochenta del siglo pasado Mario Vargas Llosa, Hernando de Soto y Carlos Boloña, entre otros. Ninguno de ellos fue constitucionalista, ni siquiera abogado. En la propia corriente de izquierda, la Carta Magna de 1979 y el Estado de aquellas épocas fue criticada ácidamente, por textos como Crisis del Estado y desborde popular, de José Matos Mar, que tampoco era abogado. Habría que recordar que reconocidos constitucionalistas de las orillas de la derecha, del centro y de la izquierda —como Enrique Bernales, Javier Alva Orlandini, Marcial Rubio, Javier Valle Riestra y Alberto Borea Odría, entre otros— se oponían igualmente a cambiar la Constitución estatista de 1979, considerándola como una carta modelo. 

Todo indica, entonces, que muchos constitucionalistas son buenos defensores y garantes de la Carta Magna vigente, pero son muy malos para atreverse a plantear innovaciones. Y cuando han existido hombres de derecho de fuste e innovadores, como Manuel Vicente Villarán, sus propuestas no fueron suficientemente acogidas para modernizar nuestro derecho constitucional. La historia registra cómo, tras la caída del régimen de Leguía, Villarán presidió en 1931 la comisión encargada de preparar el anteproyecto de una nueva Constitución Política moderna. Esta, tras ser debatida por un Congreso Constituyente, fue sancionada y promulgada en 1933, pero no acogió las grandes reformas que planteó Villarán en dicho anteproyecto. Al igual que ahora, hubo constitucionalistas dogmáticos que se oponían al cambio, aferrándose a la Constitución de 1920. 

En el momento actual, el dogmatismo constitucional —a veces interesado, a veces verdadero— no entiende que la realidad cambia más rápido que antes, y que el derecho tiene también que evolucionar a otra velocidad. Al respecto, el profesor de Derecho Carlos Alejandro Cornejo Guerrero, en un artículo publicado en la revista Foro Jurídico, “El dogmatismo y su influencia en el derecho”, señala, percatándose de esta recurrente tendencia al anquilosamiento de los profesionales de esta disciplina, lo siguiente: “Es necesario hacer un esfuerzo por concretar aquello que podríamos denominar como ‘el adelanto del Derecho’; es decir, diseñar nuevas formas jurídicas que se amolden mejor a la realidad social actual y a sus constantes transformaciones (pues ahora la sociedad cambia muy rápidamente), y no esperar a cargar por muchos años los conceptos que, aunque conocidos y útiles en su tiempo, ya han perdido vigencia”. 

Mientras algunos ya hablan de “el adelanto del derecho”, para ponerse a tono con una sociedad intensamente cambiante, algunos prefieren encerrarse en su burbuja jurídica, cada vez más fuera de la realidad o alejada de ella, solo por cumplir con sus clientes o por un sano dogmatismo.

 

Neptalí Carpio
29 de agosto del 2019

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