Antero Flores-Araoz

Despido y retorno

El Congreso de la República deja la unicameralidad

Despido y retorno
Antero Flores-Araoz
23 de septiembre del 2025

 

Nos referimos al despido del unicameralismo y al retorno del bicameralismo, aludidos en las celebraciones de un nuevo aniversario del Congreso de la República por su actual presidente José Jerí Oré.

Para tratar sobre ello es pertinente hacer un poco de historia, recordando que en las elecciones de 1990 el candidato que se presentaba en un tractorcito –esto es, Alberto Fujimori– quien postulaba en simultáneo a la Presidencia de la República y al Senado, venció al candidato Mario Vargas Llosa, quien de lejos aparecía como el ganador en las encuestas.

El 5 de abril de 1992, Alberto Fujimori dio el llamado autogolpe, cerrando el Congreso y cambiando infinidad de autoridades bajo la narrativa de que el Poder Legislativo, en ése entonces bicameral, era corrupto y obstaculizaba su labor. Empero el Congreso solo manejaba su presupuesto, había elegido como su presidente a Máximo San Román, a la vez vicepresidente de Fujimori y, a Víctor Paredes Guerra como presidente de la Cámara de Diputados y miembro de la agrupación política de Fujimori. Además el Congreso le había dado al Ejecutivo todas las delegaciones de facultades legislativas que le solicitó, incluidos la mayoría de Códigos, autorizaciones de viaje y aprobaciones presupuestales.

Sin embargo, la gran mayoría de la población estaba con el presidente Fujimori y lo respaldaba y por ello este pretendía continuar con su absolutismo y sin Congreso, mientras que los cesados parlamentarios deseaban recobrar el poder perdido, para lo cual recurrieron a instancias internacionales, principalmente a la Organización de Estados Americanos (OEA).

En efecto, algunos de los parlamentarios que nos encontrábamos en Camerún, en la Asamblea de la Unión Interparlamentaria, fuimos encargados por nuestros respectivos partidos en contactar a Máximo San Román, vicepresidente de la República, para que asumiera la presidencia. San Román estaba fuera del país y nos encontramos en territorio de los Estados Unidos de América, viajando a Washington DC para buscar el apoyo de la OEA.

Como quiera que la oposición política de ése entonces había perdido casi todo espacio en medios, era pertinente recuperarlo por lo que había que llegar a algún acuerdo con la participación de la OEA. A su vez el ingeniero Fujimori recibió el consejo del ex canciller uruguayo Héctor Gros Espiel. Es así que la OEA convocó a una Asamblea General en Nassau (Bahamas) que se llevó a cabo el 18 de mayo de 1992 para tratar el caso peruano, a la que asistieron Alberto Fujimori, algunos de sus ministros y asesores y un enorme y diverso plantel del periodismo nacional. Por la oposición concurrió el autor de esta nota con Pedro Cateriano Bellido. Nos pusieron mil obstáculos para asistir a la Asamblea hasta que se logró gracias al parlamentario chileno Carlos Dupré y sus credenciales.

El canciller peruano Augusto Blacker Miller, lego en materias internacionales y manejo diplomático, aconsejó mal a Fujimori pues omitió informarle que en la Asamblea de la OEA quienes representan a sus países son los cancilleres, ergo políticos y Fujimori tuvo expresiones durísimas contra lo que llamaríamos la partidocracia y, encima hacer exposición previa a la de la oposición peruana.

Con las gestiones amigables del Secretario General de la OEA Joao Baena Soares y, la buena disposición de los ministros peruanos Fernando Vega Gadea y Carlos Boloña Behr, se convino en proponer al país una solución que permitiese volver a tener un Poder Legislativo, con la convocatoria a un Congreso Constituyente, pero que adicionalmente pudiese aprobar la legislación ordinaria del país.

Es así que se convocó al llamado “Congreso Constituyente Democrático” (CCD) al que postularon candidatos de varios partidos políticos, pero no todos por cierto, pues algunos se abstuvieron.

Ese Congreso aprobó la Constitución de 1993, y gran parte de su articulado fue con el voto afirmativo de parlamentarios de oposición, luego de debate alturado bajo la conducción de Carlos Torres y Torres Lara cuya tarea principalísima fue lograr consensos y cuyo capítulo económico ha servido para el desarrollo peruano, reducción de la pobreza, incremento del empleo y propensión hacia el bienestar.

Igual que el golpe de Estado del 5 de abril de 1992, debemos señalar en justicia que el régimen fujimorista también tuvo signos positivos como la recuperación económica del país, conducida por el duro ajuste del ministro de Economía, Juan Carlos Hurtado Miller, que hasta invocó la ayuda de Dios. Igualmente, la lucha exitosa contra el terrorismo homicida y destructor, la captura de Abimael Guzmán, la recuperación de la residencia del embajador del Japón tomada por el MRTA y sus secuaces liderados por Néstor Cerpa Cartollini, liberándose a todos los secuestrados. No podemos olvidar el cierre de fronteras con Ecuador.

Regresando al tema congresal, el unicameralismo instaurado desde el CCD, a muchos nos cautivó, pues el iter legislativo era menos complicado y más ágil. Tuve la experiencia en el bicameralismo, pues tengo el privilegio de haber estado en ambos sistemas, que una iniciativa legislativa tan sencilla como variar el signo monetario del Inti al Nuevo Sol,que consistía en algo tan simple como eliminar ceros, fue el parto de los montes entre idas y venidas entre ambas cámaras. Si bien el trámite en una sola cámara es más breve, en el sistema bicameral el beneficio es el de mayor seguridad jurídica, ya que como se dice usualmente cuatro ojos ven más que dos.

El actual Congreso de la República, pese a sus deficiencias y errores, tiene dos importantes logros, el primero terminar con el unicameralismo, esto es cámara única, para pasar al bicameralismo, en que, si bien se pierde en rapidez, se gana en algo importantísimo que es la seguridad jurídica. El otro logro es haber terminado con la no reelección parlamentaria, que al permitirlo podremos tener en la misma Cámara –cual colegio– tanto alumnos como profesores, pues con su ejemplo los reelectos podrán enseñar a los novatos, o sea a los parlamentarios recién electos.

No podemos olvidar que no hay Democracia sin Congreso ni sin partidos y que el Congreso a diferencia del Poder Ejecutivo, los que llegan a él son de diferentes agrupaciones políticas, lo que permanentemente los obliga a concertar. Haciendo un símil con la propiedad, podríamos decir que el Ejecutivo es propiedad individual ya que quien manda es quien ejerce la presidencia de la República con el refrendo de sus ministros. El Legislativo es como un condominio, en que para tomar acuerdos se requiere de mayorías.

En el regreso a la bicameralidad, será también conveniente recordar que las leyes son mandatos, no son oraciones ni poemas, ni tampoco declaraciones de buenos propósitos, que quien preside cámaras legislativas tiene que guardar neutralidad y que, siendo titular del pliego presupuestal, no tiene por qué entregar a los vicepresidentes responsabilidades de su competencia y, también tener muy en claro que la Cámara Legislativa que preside no lo es para emplear a los desocupados de su agrupación política. El Congreso es el Parlamento, no la agencia de empleos de su grupo parlamentario y el de sus amigos. 

Dos reglas que no se están cumpliendo y deben recuperarse es el equilibrio presupuestal real, no solo nominal pues el papel aguanta todo, sino real y además que los parlamentarios no tienen iniciativa de gasto, no debiéndose sacar la vuelta a la norma, con arreglos debajo de la mesa y con nocturnidad en la Comisión de Presupuesto.

Antero Flores-Araoz
23 de septiembre del 2025

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