Cecilia Bákula
Machu Picchu: Patrimonio y turismo en la encrucijada
Es responsabilidad del Mininter garantizar la seguridad de los visitantes y trabajadores

El 8 de enero de 1981, mediante Decreto Supremo Núm. 001-81-AA, el entonces presidente de la República, arquitecto Fernando Belaunde Terry, suscribió la norma legislativa mediante la cual se declaró como Santuario Histórico de Machu Picchu a una extensión de más de 32,000 hectáreas, en las que se encuentran muy importantes vestigios culturales. Y tal como indica dicha norma, se trata de una zona asociada, además, a especies nativas de gran significado.
Adicionalmente, el 9 de diciembre de 1983 la UNESCO reconoció y proclamó a Machu Picchu como patrimonio cultural de la Humanidad, señalando los valores naturales y culturales que lo convierten en un bien de trascendencia para todos. Y fue el 7 de julio de 2007, que New7Wonder, declaró a ese Santuario como una de las siete maravillas del mundo moderno.
Desde entonces, la historia del Santuario Histórico ha vivido momentos de gloria y no pocos de graves dificultades y hoy en día, la situación ha llegado a extremos que comprometen no solo la sostenibilidad de esa riqueza cultural y natural, sino la caída de uno de los ejes de turismo en el país, una severa situación de afectación al propio recurso histórico y arqueológico, además también, la difusión de una muy mala imagen del país.
Recientemente New7Wonders ha emitido un pronunciamiento bastante preocupante pues esa fue la organización que, con bombos y platillos y con la participación vía internet de millones de personas, declaró que Machu Picchu era reconocido como una de las siete maravillas del mundo moderno. Es cierto que esa declaración podría no tener carácter vinculante, como sí el Decreto supremo de 1981 y, por supuesto, la declaración formal emitida por la UNESCO. Sin embargo, el contenido de esa comunicación, pone de manifiesto una realidad que alarma, avergüenza y preocupa porque es real. La situación es reiterada y parece que con visos de no obtener de las más altas autoridades del país, la voluntad (que ha de ser expresada no en palabras, sino en obras) de tomar el toro por las astas y poner orden y autoridad en el manejo, conservación y accesibilidad a ese Santuario histórico, arqueológico y natural.
El comunicado de New7wonders señala o, mejor dicho, denuncia que hay falta de gestión sobre el lugar, que los conflictos sociales no atendidos y crecientes afectan el acceso y la vida de los visitantes, la dificultad de acceso por las irregularidades en la venta de entradas, la descoordinación que se observa entre las diversas autoridades que, de mayor o menor rango intervienen (y que a veces interfieren entre sí) en la correcta administración del monumento y de todo el sitio y extensión declarada, están poniendo en riesgo principalmente la sostenibilidad de ese espacio emblemático y que podría serle retirado el título o condición de maravilla del mundo moderno.
Desde mi perspectiva, el tener o no tener un título podría ser un asunto de segundo nivel; lo que se está poniendo en riesgo es la acción responsable y coherente del país que tiene la obligación de conservar su patrimonio y fomentar un turismo sostenible, responsable y confiable. Se está poniendo en riesgo la visión que se tiene del país que desde las más altas esferas denigra sus propios compromisos y desatiende lo mejor que tiene: su gente y su patrimonio porque lo que afecta a Machu Picchu, impacta en miles de peruanos.
El ser poseedores de riqueza cultural y natural como lo que significa ese Santuario, implica responsabilidad, autoridad, respeto y eficiencia. No es posible tener miedo y tomar distancia de la urgencia de atacar la raíz del caos que se vive en este momento pues, aunque se diga que se ha “normalizado” el acceso al Santuario, vemos que constantemente hay actitudes que buscan sabotear la conservación del mismo, despreciar al turista cuyos ingresos se requiere y que, a la postre, significará el empobrecimiento de muchos cusqueños y de otros miles de peruanos con empleos y tareas asociadas a él, además de un severo daño a nuestra imagen.
Es triste ver cómo que a partir de un intento personal, que por supuesto nos agrada, haya autoridades que se solacen con el tema del “mejor desayuno internacional” y la victoria del Perú y que presten oídos sordos, desatención, desidia y apatía ante el clamor de un monumento del nivel y trascendencia del que referimos. No hay comparación posible entre el rico desayuno al que tienen el privilegio de acceder algunos peruanos y la grandeza y situación crítica de nuestro emblema cultural nacional.
La situación expresada y enrostrada al Perú y ante el mundo por New7Wonder, será sin duda oída por el Centro de Patrimonio Cultural de la Humanidad de UNESCO y no tardaremos en recibir una severa y final llamada de atención porque el que se reconozca un bien y se le destaque por sus características tan especiales, no son solo “títulos honoríficos”; son declaraciones que conllevan responsabilidad, atención, respeto, constancia, seriedad y eficiencia por parte del Estado propietario de dicho bien. La UNESCO podría colocar a Machu Picchu en la lista de patrimonio cultural en riesgo y quién sabe si no han sido ya muy complacientes, con la situación que en este momento nos preocupa y que no es nueva, sino más bien recurrente.
El patrimonio cultural es un valor y hay que cuidar; es un bien frágil, es una herencia que debe trascender y mientras pensemos y aceptemos que una especie de caudillos, de malas autoridades y de rivalidades mezquinas, corremos el riesgo de perder los valores fundamentales de ese Santuario. Es hora de la acción valiente, directa y decidida de las autoridades responsables. Si nos reconocemos con orgullo como cuna civilizatoria, es incomprensible que la actitud de muchos peruanos y de no pocas autoridades puedan ser capaces de destruir hasta ese legado. Machu Picchu es un Santuario, un espacio, un conjunto que más allá de ser privativo del Perú, como para destruirlo o desatenderlo, es una realidad que le pertenece al mundo entero y en esa pertenencia colectiva, estamos poniendo en riesgo nuestra imagen y no solo el patrimonio que debe llegar a las futuras generaciones.
No se percibe, por parte del ministerio de Cultura una acción decidida, pública y consistente; no se escucha de parte del gobierno central, una acción contundente y con autoridad para ordenar las pretensiones desordenadas de muchos que muestran que no pueden trabajar atendiendo al manejo del bien común; no se percibe por parte de la autoridad local, capacidad de prevención, ejercicio de autoridad competente para lograr el orden indispensable en el caos que ahora reina y que pone en peligro a un bien realmente maravilloso y valioso en el que todos los peruanos nos vemos y el mundo aprecia, desea y valora.
La solución pasa por atender el caos actual poniendo orden y para ello se requiere de una propuesta de largo alcance, de largo aliento para el manejo y accesibilidad al Santuario; una política cultural coherente y coordinada con el sector turismo que, deberá entender que Machu Picchu no puede ser un destino masivo y que con una política cierta y pública, se establezca planes de accesibilidad que han de ser acatados por todos, denunciando los viles intereses personales y de grupos que vienen haciendo mucho daño. Corresponderá al sector transportes facilitar con seguridad y coherencia la movilización hacia y desde Aguas Calientes, así como el funcionamiento serio y previsible del sistema de trenes que opera de manera caótica.
Es responsabilidad del sector interior garantizar la seguridad de los visitantes y trabajadores para que haya orden en el pueblo de Aguas Calientes y, de una vez, renombrar a ese distrito con su nombre original y dejar de llamarlo Machu Picchu “pueblo” porque ello ni habla bien del lugar y mucho menos del Santuario. Hay una responsabilidad severa respecto al desorden constructivo que no solo afecta el ornato, sino que también es una bomba de tiempo para la seguridad, ante una eventualidad de la naturaleza que ya el Perú vivió. Se requiere la intervención del sector de medio ambiente porque ya se viene afectando las condiciones de vida de muchos lugareños con altísimo riesgo en algunos sectores. Y, todo ello, ha de llevarse a cabo en coordinación con la autoridad local pues el Santuario; todos las áreas y esferas administrativas han de entender que, lejos de ser propiedad de quienes actúan por intereses subalternos, Machu Picchu es propiedad, valor y responsabilidad del Perú, ante sí mismo y ante el mundo.
Hay, pues, un desafío político inmenso. Es el momento de valientes patriotas que asuman desde sus respectivos cargos y responsabilidades las acciones coherentes indispensables y prontas que no pueden dilatarse más. Es el momento de la acción del gobierno que con autoridad y criterio eficientes debe lograr conducción y acción coherentes, involucrando a los sectores que corresponde. Yy ello debe ser hoy para no lamentar las consecuencias de la inacción.
COMENTARIOS