Raúl Mendoza Cánepa

Decidir correr

Sobre la toma de decisiones en escenarios de incertidumbre

Decidir correr
Raúl Mendoza Cánepa
03 de septiembre del 2018

 

Hay una frase que escuché al vuelo en un debate: “cuando me acorralan en el borde del abismo, salto decidido con todo mi peso o mato con determinación”. No hay medias tintas en el límite. Allí matar o morir parece ser un dilema fácil, pero la vida es más compleja.

En una asesoría de cátedra al curso “Toma de decisiones”, en una vieja universidad, me acerqué a Daniel Kahneman, psicólogo americano israelí, Nobel de Economía 2002 y uno de los autores que con mayor lucidez ha abordado el tema de la toma de decisiones en escenarios de incertidumbre; es decir, en casi todos. Releía precisamente hace unas semanas su libro Pensar rápido, pensar despacio (2011), pero diseccionarlo sería largo. Lo que sí debe quedar claro es que, pese a que los economistas (más que los psicólogos) suelen ganar terreno en estos estudios, la vida cotidiana está signada por ese problema: tener que decidir sin saber si nos equivocamos. En ese dilema reside toda nuestra angustia. Esta reflexión no la inspira Fromm ni Sartre, sino la experiencia.

Conocemos de las posibilidades de ese sendero de muchas bifurcaciones que recorremos cuando salimos a pasear al parque o a comprar el pan. Cinco minutos más o cinco menos pueden salvarnos de ser atropellados o matarnos o emparejarnos… y no lo sabemos. Sea cuales sean nuestras decisiones, siempre estamos condenados al riesgo, para bien o para mal. Cuando alguna vez me tocó dejar una planilla de años por una invitación tentadora de una gran empresa, comprendí que una oportunidad bastante prometedora para mi futuro podía convertirse luego en un problema real, por un inesperado giro que ni acaso merecía. Y aunque el mal final no fuera decisión del individuo que aceptó la invitación, la responsabilidad es siempre de este, de quien decidió libremente aceptar. Negarlo es negar la libertad.

Los peligros de una decisión intuitiva y confiada no deben suponer que tengamos que mantenernos en nuestra zona de confort para evitar el dolor y el fracaso. Si así fuera, nadie aceptaría un empleo ni se casaría ni tendría hijos ni estudiaría en una universidad ni nada de aquello que nos es glorioso, apetecible o feliz…De allí que, como Erasmo, la vida y todas las cosas que hacemos tengan más de una sabia y rica locura que de una ortodoxa razón. Usted está condenado a una loca movilidad que debe aceptar (salvo que elija el nicho como modelo de vida o anticipación).

Tomar decisiones en nuestra vida incierta es una demostración de coraje, pero planificar lo es más porque todas nuestras previsiones resultan débiles frente a las transformaciones futuras. Imagine que planificó hace muchos años su empresa hasta el 2020, sin sospechar del desarrollo de Internet, de las redes sociales, del e-commerce, de las librerías electrónicas como Amazon (que ya amenaza), del cable, del streaming, de los móviles con múltiples aplicaciones. Sin embargo, espeso sería el aire que respiramos si la vida fuera irreductiblemente cierta y nos quedáramos quietos, “sin hacer”. La locura es heroísmo o martirio, pero es señal de vida. De la locura que nos redujo nunca hay que arrepentirse.

Los epicúreos se refieren a la ataraxia como un vivir sin aprietos; los místicos, a ese dejarse fluir sin saber si el futuro es azar o fatalidad. Ignoramos mucho, y esa es la fuente de toda nuestra angustia. No hay ansiedad enraizada en el pasado, ella es solo el miedo al vacío. Y el vacío es el imaginado abismo por delante. El quid es que podemos borrar aquella consabida frase de Nietzsche, “cuando miras largo tiempo al abismo, el abismo mira dentro de ti”. Cuando me preguntan si existe una respuesta saludable a nuestra incertidumbre, me llama aquel viejo cinismo que lleva siempre a decir que “es mejor mirar alegres nuestros zapatos mientras corren que ver el camino que tienen por recorrer”. A quienes le temen al futuro siempre les recomiendo leer a Hemingway. Hay más sabiduría en el arrojo y la aventura de cualquier decisión que en la rasa e inamovible paz que nos aguarda en el futuro. Y eso sí, créame, es lo único cierto.

 

Raúl Mendoza Cánepa
03 de septiembre del 2018

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