Carlos Adrianzén

Decenas de miles de presos

Cárcel implacable para los responsables, burócratas y privados

Decenas de miles de presos
Carlos Adrianzén
17 de julio del 2018

 

No hay peor ciego que el que no quiere ver. Esto es lo que nos está pasando, y que no entendemos que las instituciones pesan. Que la evidencia del desarrollo global contrasta hasta el hartazgo que sin orden público no hay derechos de propiedad; y sin ellos no habrá ni profundización de los mercados, ni apertura al exterior. Y sin derechos de propiedad, apertura y mercados funcionando por décadas no habrá desarrollo económico. Y también que sin institucionalidad (reglas previsibles que sigue la gente) sí que hay arbitrariedad, corrupción y pobreza. Y con estas tres campeando, la frustración está asegurada. Y con frustración generalizada, las elecciones erradas y las tolerancias autoritarias serán recurrentes.

Cerrando el círculo vicioso del atraso económico peruano, aparecen los diagnósticos errados y esa continua inclinación nacional por los regímenes socialistas-mercantilistas. Nótese que estos regímenes requieren —desde su propia concepción política— asignar o distribuir botines. Asignar desde la burocracia premios o castigos: subsidios, derechos de propiedad selectivos, impuestos, regulaciones, etc.

Y nótese también que este requerimiento se estructura sobre dos bases factuales. Leyes y burócratas afines. Leyes arbitrarias y superpuestas, que desprecian la libertad económica. Y burócratas que creen que pueden hacerlo todo, desde regular los precios o reactivar la economía —pasando por ofertar servicios judiciales, educativos, de seguridad ciudadana o de salud pública— hasta decidir qué negocios deben sobrevivir o pagar o no impuestos. Tipos muy poderosos en un ambiente arbitrario, lo último que desean son reglas que limiten su accionar (instituciones). Esta observación tiene un corolario crucial: estos señores legislan. Ellos construyen las reglas que restringen cómo actúan, cómo los eligen y hasta cómo los juzgan o dejan de juzgar. Ellos establecen los incentivos.

Como sostenía hace pocos días López Obrador, el recientemente electo presidente de México: “Lo último que necesito son instituciones”. Si no le basta esta frase, revise las poses y retórica de todos los gobernantes sinónimo de fracaso económico en la región: Fidel Castro, Perón, Velasco Alvarado, Allende, Alan García I o Hugo Chávez.

Detengámonos aquí con la lección nuclear: ellos ponen las reglas; ergo, los incentivos. Así las cosas, no resulta raro tener hordas de presidentes, de ministros, de funcionarios, de congresistas, de jueces, de policías, de fiscales. Todos ladrones enriquecidos que casi nunca son castigados, rodeados de miles de burócratas cómplices (ciegos, sordos y mudos).

La solución a los últimos escándalos del CNM, como a la de los latrocinios de todos nuestros últimos, es dolorosa y simple. Restablecer los incentivos. Ergo, cárcel implacable para las decenas de miles de responsables burócratas y privados. Para ello necesitamos lo que no tenemos. Los incentivos en su sitio. Nuevas leyes y nuevos burócratas. Un proceso que se inicia con una nueva Policía, Fiscalía y Judicatura. Es decir, con nuevas reglas y nuevos ofertantes de servicios públicos.

Y estos ofertantes, nótenlo, pueden ser entes estatales o privados. Usted puede, muy estimado lector, pensar que esta tarea implica una labor odiosa, espinosa y muy dolorosa, que resulta altamente inverosímil. Pero la lógica y la historia global resultan implacables aquí. No bastan la comisiones de notables ni unos pocos despidos y ajustes legales. Se requieren despidos y enjuiciamientos masivos, bajo un entorno legal transparente e implacable. Sin hacer esta dolorosa depuración, el futuro de nuestro país es lamentablemente previsible.

 

Carlos Adrianzén
17 de julio del 2018

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