Arturo Valverde

Cuestionando al narrador omnisciente

En la novela “La guerra y la paz” de León Tolstoi

Cuestionando al narrador omnisciente
Arturo Valverde
02 de diciembre del 2020


Aunque el concepto del narrador omnisciente, aquel que tiene conocimiento de todo lo que sucede en el desarrollo de la narración, es uno de los más difundidos y aceptados, podría no cumplirse por completo en determinados casos. En ese sentido, me gustaría citar, como ejemplo y a manera de reflexión literaria (que es el objetivo que me impulsa a compartir con ustedes esta columna), un extracto de un clásico de la literatura universal:
La guerra y la paz

En el tomo I, página 27, en la edición de Oveja Negra, el escritor León Tolstoi, incluye í el siguiente diálogo: 

–Dicen que el baile resultará precioso –replicó la princesa, moviendo sus labios sombreados por el vello–. Estarán las damas más hermosas de la sociedad.
–No todas, puesto que no estará usted –dijo el príncipe Hipólito, riendo alegremente. Después, tomando el chal de manos del lacayo, se lo puso él mismo a la princesa.
Por distracción o voluntariamente (no puede saberse) prolongó durante algún tiempo aquel gesto, sin retirar sus manos después de haberle colocado el chal: parecía que estaba abrazando a la joven. 

Me gustaría observar juntos que en este caso, la tercera persona o el narrador omnisciente, que debería saber incluso los pensamientos y motivaciones que impulsan a un determinado personaje, como aquí con el príncipe Hipólito, acaba confesando al lector que no tiene conocimiento total de la motivación de este. Entonces, ¿qué motivó realmente al príncipe Hipólito a mantener por un tiempo prolongado sus manos sobre aquella joven? ¿Fue por una simple distracción o se trató de un acto voluntario? A decir del autor: “no puede saberse”.

El narrador, que nos lleva de la mano por distintos pasajes de esta maravillosa novela, simplemente nos dice que no lo sabe con precisión, en lo que podría ser considerado por el lector como una suerte de acto de rebeldía del narrador omnisciente contra la aceptada idea de que actúa como la voz de Dios, que todo lo sabe y todo lo ve. 

En esa misma línea, cabría también la posibilidad de plantearnos, ¿por qué ́ el narrador omnisciente, así como Dios, tendría que saberlo todo? En todo caso, los únicos que tienen conocimiento de sus verdaderas motivaciones, son los propios personajes, que hablan a través de cartas y diálogos.  

He aquí, queridos lectores, una pequeña reflexión o inquietud literaria que deseaba compartir con ustedes esta semana. Y en especial, con quienes se plantean similares cuestionamientos durante sus horas de lectura.

Arturo Valverde
02 de diciembre del 2020

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