Luis Hernández Patiño

Crisis y familia

Rescatemos a la familia de la indiferencia y el descuido

Crisis y familia
Luis Hernández Patiño
31 de marzo del 2020


Hasta hace no mucho todo era diferente. La vida cotidiana daba la sensación de transcurrir en una atmósfera rutinaria. Los temas de conversación en las reuniones de parientes y amigos eran otros. Los días pasaban volando, ni qué decir de los meses y años. Sin embargo, todo cambió como en un abrir y cerrar de ojos. El tiempo se fue haciendo más lento y se detuvo. Ya no hubo diferencia entre un martes, jueves, o sábado. Cualquiera de los días daba la impresión de ser un domingo por la tarde. Las calles y avenidas guardaron silencio, la gente se quedó en sus casas.

¿Qué fue lo que sucedió? El coronavirus llegó. Llegó como enviado por obra de un conjuro orientado a dejar profundas marcas en nuestras vidas. No es poco lo que se ha dicho, se dice y se dirá sobre su naturaleza, su agresividad, su presencia y sus consecuencias, no solo en el campo biológico, sino en el económico y el político.

El coronavirus nos ha causado problemas muy serios. Nos ha puesto en una situación que el común de la gente no esperaba; situación que ojalá no llegue a parecerse a la que se vio en la película Lo que el viento se llevó. ¿Y qué es lo que se está llevando hoy el coronavirus? Fundamentalmente la valiosa vida de los ancianos y los más vulnerables. ¿Qué nos va a quedar entonces? Un gran vacío generacional. El coronavirus nos dejará una orfandad de magnitud insospechada. Al arrancarnos a los viejos, nos dejará sin sus afectos y sin un cúmulo de experiencias y conocimientos necesarios, pero que no siempre hemos valorado.

De nuestra economía ni qué decir. En términos metafóricos, nuestra base económica ha sufrido las consecuencias de un mazazo de parte del coronavirus. Y como es de esperarse, aunque no suene simpático decirlo, ello traerá repercusiones a nivel de nuestra superestructura. La situación es tal que compromete la estabilidad económica, política y cultural de toda nuestra sociedad. Aquí no estamos frente a una problemática de tipo individual. El drama no es exclusivo de fulano ni de mengano. En consecuencia, es nuestra sociedad la que requiere una atención muy especial. Cabe dejar claramente establecido que tal requerimiento no es nada nuevo, pero hoy resulta indispensable.

Nuestra sociedad necesita un tratamiento de recuperación y estabilización, que consiste en la puesta en práctica de un trabajo de apoyo terapéutico. Sin embargo, cabe señalar que, para alcanzar resultados positivos, el mencionado tratamiento debe darse en la raíz de nuestra red de organizaciones institucionales. En concreto, el tratamiento debe darse en el ámbito de la familia natural, ya que esta es la célula básica de la sociedad.

La tarea que nos espera es ardua. Por una parte, tiene una dimensión pública relacionada con los tres niveles del Estado: el nacional, el regional y el municipal. Recuérdese que el Estado es el promotor y articulador natural del funcionamiento de los grupos intermedios, cuya finalidad es la gestión social tendiente a la superación de los problemas de la comunidad, para alcanzar el bien común. Pero la mencionada tarea también tiene una dimensión íntimamente ligada a los integrantes de la comunidad, o sea los miembros de la familia. ¿Qué es lo que los miembros de la familia podrían hacer? En principio aprovechar una oportunidad de oro como la que se nos presenta en medio de la actual situación. En efecto, hoy que estamos en la casa tenemos la valiosa oportunidad de redescubrir el valor de la vida en familia.

No dejemos pasar la posibilidad que ahora tenemos de experimentar lo importante y útil que resulta compartir con nuestros padres, hermanos e hijos. En cuanto a esto último, pienso que compartir debería convertirse en una práctica que perdure luego de la actual crisis. En el caso de haber estado solos, dispersos, desunidos, forjemos una nueva etapa de vida, como integrantes de la pequeña sociedad natural que se origina en el hogar.

Tengamos presente que la familia no existe por gusto. Rescatemos a la familia de la indiferencia y el descuido, producto del individualismo, así como del abandono que ha sufrido por parte del Estado. Recordemos que es en ella donde permanecen y se transmiten los valores morales y la energía sentimental que se requieren para sentar las bases integrales de una sociedad sólida y estable, capaz de enfrentar situaciones como la que hoy se nos presenta. Hagamos un alto y propongámonos recuperar las raíces de la familia. Solo una familia bien consolidada nos permitirá forjar una sociedad plena y pródiga; una sociedad como la que hoy nos está faltando para salir adelante en el terreno material y espiritual.

Luis Hernández Patiño
31 de marzo del 2020

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