Hugo Neira

¿Crisis política o de comportamiento? El factor humano

Estado y mercado son entidades estupendas, pero separadas

¿Crisis política o de comportamiento? El factor humano
Hugo Neira
18 de diciembre del 2017

 

Para colgar en las rejas de Palacio: «Se necesita presidente. Que entienda qué es política. Que no tenga negocios propios, para evitar licitaciones podridas».

En estos días, que de navideños no tienen nada, de pronto nos cae un meteorito. No solo Odebrecht sino la vaina de esa empresa que se llama Westfield Capital Limited Inc. Y encima un empresario chileno, Gerardo Sepúlveda. No es meteorito sino telaraña empresarial. Nuestro apreciado presidente Kuczynski se ha dedicado a la asesoría financiera. Me parece muy bien eso de comprar empresas, venderlas, reestructuraciones, consolidaciones, buy-ins. Mi pregunta es de lo más sencilla. Si se opera como lo hacía PPK con varias firmas distribuidas en este continente, ¿para qué ser presidente del Perú?

Reviso la prensa limeña y el único artículo en el que encuentro claridad es el de Federico Salazar en El Comercio, "«Separar los negocios del Estado». El mismo diario dice que otro diario ha recibido una carta del ejecutivo de Odebrecht que en H2Olmos —una de las empresas de un señor llamado Kuczynski, que para mal de nuestras culpa era o ministro de economía o premier— «nunca se la había visto, pues todo el trato fue con Sepúlveda». ¿Y eso qué importa? La empresa era suya, y él, un ciudadano con cargos de Estado.

Por lo demás, ese argumento no es sino una de esas leguleyadas que irritan a Enrique Bernales, constitucionalista. El problema no es si lo vieron o no y se fueron a almorzar juntos, sino que se supone que había lo que se llama «un conflicto de interés». No es la primera vez que tropezamos estruendosamente sobre ese tipo de enigma. Enigma en el Perú, porque en Uruguay o en Chile, los países más serios del continente, según el Latinobarómetro, eso no es sino un delito. Me temo que ese es el problema.

Lo digo porque estoy entre los tontos que creen que Estado y mercado son entidades estupendas, pero separadas. He pasado gran parte de mi vida en sociedades que progresaron porque hace siglos que separan lo público de lo privado. Pero esa diferenciación buena parte de la clase política no la entiende, y tampoco el ciudadano de a pie. «Se hace política para hacer dinero», en eso creen. Eso no sale en las encuestas, les da vergüenza.

Entre tanto, es verdad que tenemos tres a cuatro expresidentes o presos o investigados, también es cierto que tenemos 67 gobernadores y exgobernadores investigados y procesados. «Y casi la mitad de los peruanos del interior no consideran la corrupción entre los tres problemas más graves». ¿De dónde saca Neira ese dato? De una revista estupenda que se llama H, n° 75, y que me regalaron en el CADE 2017 de Paracas. La señora Corrupción tiene muchos amantes. La Confiep, gremio de gremios, está formando un Consejo Privado Anticorrupción.

Escuchando al actual presidente, me conmueve que él no entiende que no lo entiendan. En su fuero interior, negocios y política son cuerdas de lo mismo. Del poder. Cierto, son formas de lo mismo pero distintas. Lo que hace no es inmoral, probablemente se dice a sí mismo. A mí me parece que no es deshonesto sino que simplemente no es moderno, aunque tenga éxito en los negocios. Ese es uno de sus problemas, que es el nuestro puesto que presidente. Está convencido de que lo primordial es el progreso económico y el business. Claro que lo es, pero sin confusiones entre el negocio y las leyes. Y eso no lo tiene claro.

Pero también andan confundidos una buena parte de peruanos. Estuve esta semana en una universidad, la Continental, y lo que escuchamos a Marta Lagos, directora del Latinobarómetro, nos puso ante el espejo de nuestros comportamientos, que son de espanto. Decimos que nos preocupa la corrupción, sin embargo estamos a la cabeza de otros países en sobornar policías, ministros y jueces. No hablamos de señorones sino del ciudadano corriente. En otra encuesta se pregunta si nos proponen comprar un objeto que proviene de un robo, compramos lo ilícito y vamos a la cabeza del continente. La doble moral no habita solo en las élites empresariales y los círculos políticos. Habita una parte confusa de la peruanidad. Y el poder mediático juega sobre esa carencia de vida cívica. Otros dicen «el fin de una clase política». ¡Pero si no la hay! Lo de Dahl, eso de «poliarquías», grupos que compiten guardando sus respetos. No da para eso en el Perú actual. El rival hay que aplastarlo. No lo matamos, finos que somos, lo judicializamos.

En fin, PPK, lo que nos ha salido. Jefe de Estado con bailecitos, amigotes para ministros, collera que se reúne en casa y no en Palacio, Zavala o Zavaleta (el de Vargas Llosa) y antipolítica a fondo, como consejera Rosa María Palacios, «y me importa un pepino la opinión de los politólogos». Dios Santo. Y ahora, la cruel paradoja. Lo subieron al poder en nombre de lo correcto. Y ahora, ¿qué? Descendiente de polaco, un hombre culto, ¿y este final achorado? Lo siento por algunos de sus ministros. Ellos sí entendían qué es política. En fin, confieso que a ratos me entran ganas que esto continúe. Porque lo que se vendría sería algo muy serio, un tanto como castigo del cielo. Y me callo.

El factor humano es cuando un avión se cae no por una falla técnica sino por culpa (humana) del piloto. En este accidentado viaje que han sido los últimos meses, descubrimos otra persona. Vizcarra se dio cuenta a tiempo del factor humano. Y se las tomó. Qué bien, Vizcarra for president. Y déjense de vainas con invocar Chinchero. Hay sociedades suicidas.

 

Hugo Neira
18 de diciembre del 2017

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