Eduardo Zapata
Confucio y la confusión reloaded
Quienes avalaban golpes de Estado se declaran hoy demócratas
Hace algunos años una simpática candidata en un concurso de belleza sorprendió al mundo. En esas preguntas de ´cultura general´ que se les suelen hacer se le inquirió acerca de quién fue Confucio. Y ella –muy asertiva, como se diría ahora– respondió con soltura: Fue un chino japonés que inventó la confusión.
La respuesta la hizo la candidata desde su candorosa ignorancia. Tenía en su mente seguro una imagen de Confucio. Y también tenía en mente la palabra confusión. Y como la ortografía no existe en la lengua oral ella asoció la imagen y la palabra conocidas y creó en ese momento todo un movimiento: el confusionismo. Al parecer en esos años había una cultura pública más extendida pues casi de inmediato la candidata fue motivo de bullying.
Manuel Arias Maldonado es profesor de la Universidad de Málaga y destacado politólogo. Tiene varios libros publicados. Y en un reciente artículo sobre lo que conlleva el concepto de sociedades abiertas y las amenazas que las acechan nos dice: “…la sociedad abierta requiere una cultura política capaz de producir ciudadanos que ejerzan la tolerancia cívica y renuncien al tribalismo. Aceptar el pluralismo es renunciar a imponer a los demás nuestra cosmovisión…”.
Ocurre que en los días actuales de la política peruana el tribalismo está más que vigente. Tanto por la proliferación de movimientos locales basados en personalismos, localismos y regionalismos que terminan por convertirse en ´anhelos y aspiraciones nacionales´ como por la pretendida imposición de lo políticamente correcto como rasgo supuestamente virtuoso de una tribu que descalifica al resto.
Respecto a esto último y conociendo la trayectoria de muchos de sus sponsors y operadores políticos cabe legítimamente dudar de su adhesión al concepto de sociedades abiertas. Y compartir con Manuel Arias más que una duda, una denuncia: “Tampoco los ciudadanos que participan en la esfera pública a través de las redes sociales se privan de manifestar el deseo de que su tribu política prevalezca sobre el resto… Es así razonable preguntarse… ¿cuántos aceptarían sin pestañear vivir en un régimen político iliberal… donde los suyos gobernasen para siempre?”.
Para la tribu adherente a lo políticamente correcto pareciese ser que nuestra candidata del concurso de belleza era una clarividente. Pues tanto en el análisis como en el decir político de hoy hay un privilegiamiento del confusionismo, con S y no con C. Porque pretendemos ver y supuestamente ser de derechas e izquierdas donde solo hay apetito por el Poder y sus beneficios. Donde se confunde la paleta de colores pues el morado se convierte en el amarillo que identificaba a un supuesto enemigo y el amarillo deviene en azul para declarados admiradores del original propietario del amarillo. Donde –por añadidura- quienes avalaban golpes de Estado pateando puertas del Congreso se declaran hoy demócratas. Un confusionismo reloaded.
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