Carlos Adrianzén

¿Cómo elegir bien?

Vote por la alternativa menos mala

¿Cómo elegir bien?
Carlos Adrianzén
06 de enero del 2020


Claro que lo podemos negar. Pero lo cierto es que cada vez que enfocamos el abuso, la ineptitud o la corrupción de algún funcionario público (sea este el presidente, un congresista, un gobernador, alcalde, regidor o alguno de los millones de personajes nombrados por estos) nos estamos mirando al espejo. Este monstruoso ejército de servidores públicos, que solventamos religiosamente, no solamente refleja nuestros votos pasados, sino también nuestra tolerancia cómplice de la ilegalidad. Repito, la ineptitud, la corrupción y el abuso de las que nos quejamos diariamente es el resultado de que elegimos como elegimos. 

Hoy, por ejemplo, tenemos un gobernante de facto ante el que la mayoría de los peruanos se presenta entusiasta y se dobla; sus oenegés, sus burócratas y sus periodistas. Recordemos que, falle lo que falle el tribunal constitucional de estos tiempos, este proceso electoral resulta desde su origen espurio. Ha sido impuesto por un quiebre del orden constitucional, basado en una demoledora campaña mediática, el apoyo de las Fuerzas Armadas y la inacabable ineptitud de los congresistas defenestrados. Un proceso electoral forzado y planificado con la esperanza de obtener una mayoría congresal aún más obsecuente que la anterior, gracias al voto electrónico y la dependencia fiscal de medios y encuestadoras. 

A pesar de todo esto, conforme se acerca la fecha de la contienda electoral, la incertidumbre explota. Los burócratas gestores del proceso (léase: del voto electrónico) podrían ser incapaces de maquillar sorpresas –al estilo boliviano– mientras que la eficacia de sus medios es hoy penosamente frágil (solo son efectivos por demolición). Y afortunadamente el tiempo es corto. Aun las encuestas del Gobierno trasmiten, entre líneas, que el grueso de los electores, estarían muy disgustados por el hundimiento de la economía nacional el 2019 y su posible ulterior deterioro el 2020 y 2021.

Establecido esto, volvamos a lo inicial. Tenemos una nación con una mayoría electoral supuestamente irracional. Inclinada a aceptar dádivas de los candidatos, tolerar la poca transparencia del proceso e inclinarse por personalidades autocráticas. Pero notémoslo: casi nadie cree que el próximo elegido va a mantener su integridad. Y esto es algo bastante verosímil con la institucionalidad posvelasquista –léase: prostituida– que arrastramos. La mayoría de los ladrones electos no son tocados –o son tocados superficialmente– mientras mantengan alguna cuota de poder político o económico. Y sus colaboradores (burócratas y privados) tampoco lo son, gracias a nuestra connivencia con la meso y micro corrupción burocrática.

Ahora bien, si pocos creen que el próximo elegido va a mantener su integridad, el uso de argumentos emocionales, el desinterés por asuntos de gobierno, y la simpatía por los viracochas (autócratas) o los Papa Noel (demagogos) no resulta tan irracional. Y los improvisados de esta vez, perdón… los candidatos, lo saben. Ofrecen lo que la mayoría quiere escuchar, algunos conscientemente de que lo que ofrecen es lo que no va a pasar. Cerrándose así el círculo vicioso.

A pesar de lo aparentemente gris del panorama recordemos que el grueso de la gente –el vector subterráneo determinante– está harto de Vizcarra, de sus colaboradores, de sus medios y oenegés. Y es que como casi nunca cumple sus ofertas, lo de autócrata y demagogo –aunque lo tiene– luce despintado. En fin, tanto la reducción de la pobreza cuanto del resurgimiento de la clase media, parecen hoy cosas del pasado. Dada la decepción, este voto para elegir congresistas podría tener una impensada carga emocional, de repudio al moqueguano y a todo lo que lo implica.

Por otro lado, si usted –como parte de esa heroica minoría que lee artículos de opinión– insiste en que responda la pregunta inicial, técnicamente lo haré. Para ello:

  1. No vote por amistad, simpatía e incluso por afinidad ideológica (salvo tal vez una o dos destacables excepciones). 
  2. Vote fríamente, por la mejor pareja de congresistas del partido que usted escoja. Es decir, vote por la alternativa menos mala. Esto a menos que usted no se haya dado cuenta todavía de que, por definición, lo menos malo es siempre lo mejor.
  3. Para escoger lo menos malo sirve descartar de plano a los candidatos que ofrezcan iniciativas de gasto (subsidios, regalitos o el vocablo, política pública), o mayores impuestos o regulaciones mercantilistas a favor de algún sector estratégico. 
  4. El grueso de los que he escuchado no solo no parecen tener la menor idea de los efectos económicos de lo que ofrecen, sino que ni siquiera se inquietan por tratar de fundamentar lo que sostienen. Y, nótelo, estos son la abrumadora mayoría del menú. 
  5. Adicionalmente, borre a todos los que le ofrecen quebrar integral o parcialmente la Constitución para tomar un ticket a Caracas, que es lo que busca la resentida izquierda limeña y los fondos progresistas del exterior. No olvide que, como toda violación, una violación nunca es parcial. 
  6. Y por supuesto, vote por quienes apuestan por el restablecimiento del orden constitucional y se oponen a todo lo anterior. Pero, nótelo, son muy pocos.

Y no lo olvide: su voto es muy poderoso. Aunque sirva para elegir a solo un puñado de congresistas vociferantes, tan débil resulta hoy la institucionalidad peruana, que estos pocos importan. Insisto, de su voto dependería que el 2020 resulte o no buen año para las mayorías nacionales, y marcará lo que suceda en el Perú en los años venideros.

Carlos Adrianzén
06 de enero del 2020

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