Eduardo Zapata

Cobardía y traición

Tendremos que sufrir otros cinco años de incertidumbre

Cobardía y traición
Eduardo Zapata
31 de julio del 2019

 

Joseph Goebbels —a quien dudo que el Ministro de Justicia haya leído— tenía tres recomendaciones sumamente interesantes precisamente aplicables a la coyuntura política del país: “Quien dirige la primera palabra al mundo siempre tiene la razón”; seguida de otra no menos válida afirmación: “Las mentiras son útiles cuando no pueden ser desmentidas”; y una tercera, para redondear la idea, que subrayaba: “Hay que individualizar al enemigo en un solo enemigo si se quiere triunfar”.

Desde que este gobierno uno y trino se estableció en el 2016, y dado que el señor PPK se “encontró” la presidencia por diferentes factores, asistimos a unas figuras de gimnasia y siestas que anunciaban un gobierno de pocas proyecciones. “Es cuestión de jalarse unos cuantos fujimoristas y todo está hecho”, decía el entonces presidente, evocando tal vez a su líder principal —Alejandro Toledo— quien dijo alguna vez: “Qué fácil había sido gobernar este país”.

Pero ante el reto de gobernar un país complejo, con lobbys escondidos y desapegados por la patria, amén de ambiciones desmedidas, había que —siguiendo a Goebbels— individualizar al enemigo, y culparlo de acciones y omisiones de gobierno, aun a costa de mentiras útiles cuando no pueden desmentirlas. Segunda receta goebbeliana. El enemigo era sencillo: el Congreso. En ningún país del mundo suele ser bien apreciado. Y menos en el nuestro, dominado mayoritariamente por un fujimorismo que —desde un inicio— demostró no estar a la altura de las circunstancias.

¡Obstruccionistas! Fue la primera palabra dirigida contra ese Congreso. Congreso que mansamente, al principio, daba votos de confianza, delegaba facultades y hasta cedía presidencias de comisiones, aun cuando era su derecho presidirlas. Pero esa misma institución berreaba con figuras impresentables. Y pronto se reveló como un movimiento sin dirección política, que era entonces incapaz de hacer frente a las mentiras más sencillas.

Obviamente que fue un factor detonante aquello de la censura al discutido banquero-ministro Saavedra. Quien supo ganarse sagazmente simpatías mediáticas mediante ingentes sumas de dinero dedicadas a los medios y a través de millonarios gastos en “consultorías” nada inocuas. Pues estaban orientadas a instituciones con un peso específico ya ganado y dirigidas a quienes tenían alguna prédica en el país, particularmente por aparecer o escribir en los medios de comunicación.

Pero para lograr que el obstruccionismo fuese verosímil, se tuvo que echar mano al poder de la industria mediática. Prensa escrita, televisiva, encuestadoras y radios en una sola mano lo harían posible. El obstruccionismo se fue haciendo carne y habitó entre nosotros. Ante las esporádicas, “principistas” y desabridas apariciones en TV de Keiko, que no atinaba a afrontar las mentiras porque —entre otras razones— su grupo parlamentario tenía algunos ejemplares impresentables y aun prontuariados. 

Ocurrió la renuncia y posterior prisión preventiva de PPK, siendo sucedido por el señor Vizcarra. Que había salido flanqueando a su PPK junto a la señora Aráoz, a quienes los denominó “sus seguros si algo le pasaba”. Pero Vizcarra no tardó en traicionar a su presidente (había jurado no sucederlo), para luego traicionar también a aquellos que lo habían apoyado: los propios fujimoristas.

Cobarde no es un insulto. Etimológicamente viene de coart (rabo) y se aplicaba al animal que huye con la cola entre las piernas ante asomos de riesgo. Para su fortuna allí estaban la industria mediática y el Congreso. Pero ahora había sido cobarde no solo escudándose en ellos, sino escondiendo el rabo de su incapacidad de liderazgo y gobernanza. Por ejemplo, ante una “autoridad” regional arequipeña que lo llegó a llamar traidor en sus narices. Era claro que el obstruccionismo posicionado ya era útil para empujarlo a ser matón ante una opinión pública predispuesta, pero esconder el rabo a quien se le cuadrase de frente, fuese personaje o situación.

Lo que hemos visto estos días sobre el adelanto de elecciones —”prometo que las corvinas nadarán fritas con su limón” al mejor estilo Jorge Pérez, dicho al inicio de su discurso— y su final “huida hacia adelante” nos ha dejado sin pescador y cocinero. Y ello ahonda el concepto de cobardía como relevante.

Pero hay, evidentemente, traición. Y esto no necesita mayor explicación. Porque si ya habíamos perdido cinco años sin desarrollo con la pareja presidencial, el pueblo peruano tendrá que sufrir otros cinco años las penurias de la incertidumbre y la parálisis económica. Los ricos no dejan de ganar, simplemente esperan mejores tiempos o mudan sus inversiones. 

La capacidad de la gobernanza y la gestión no pasa por cobardía y traición. Pasa por competencias para el liderazgo.

 

Eduardo Zapata
31 de julio del 2019

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