Carlos Adrianzén

Caviarada gubernamental y declive

Izquierda progresista espanta a potenciales funcionarios honestos

Caviarada gubernamental y declive
Carlos Adrianzén
13 de diciembre del 2023


El tema que abordaremos esta semana es uno espinoso. Cada quien define el vocablo “caviar” (en política) o
caviarada, de manera especial. No son pocos los que cayendo impecablemente dentro de la definición –de estas líneas– creen que no lo son. Mientras que, no son pocos los otros que, por pura conveniencia, se agrupan con o se auto perciben como, parte de la caviarada local, sin serlo. O lo que resulta mucho peor, que lo hacen sin tener siquiera una idea coherente de lo que implicaría un punto de vista caviar.

Dicho esto, tratemos de aclarar el panorama para no caer en el mundo de la diatriba o la apresurada descalificación ideológica. Para ello revisemos algunos diccionarios. Aquí el Diccionario de la Real Academia Española (2023) es preciso: caviar es un manjar que consiste en huevas de esturión frescas y salpresas. 

Afortunadamente, el uso de cuando en cuando le añade significado a cualquier vocablo. De hecho, una prestigiosa lingüista local, Martha Hildebrand, en su prestigiosa columna en un diario limeño (El Habla Culta, mayo del 2020, El Comercio) textualmente se refería al vocablo como una expresión traducida de una francesa equivalente, aplicada a los políticos progresistas de buena familia (“los niños bien que se portan mal”). Caviar viene del turco havyar, que designa una conserva de huevas de esturión muy cara y –por lo tanto– símbolo de vida de lujo. Según doña Martha, en nuestro lenguaje político actual, caviar se ha independizado como adjetivo (“una chamba caviar”) y aun como sustantivo (“los caviares del partido”). 

Transcurridos algunos años desde su desaparición, el uso del vocablo persiste también como adjetivo (“lo caviar”) y como sustantivo (grupo de ideología socialista-mercantilista o Caviarada). Me refiero aquí a grupos de izquierda limeña o provinciana aspiracional con marcados aires intelectualoides. Muy cómodamente sumergidos en esta nueva etiqueta. Y es que dado el recurrente fracaso económico y la corrupción burocrática asociados a regímenes como los de Velasco, la Izquierda Unida, Toledo, Humala, Kuczynski, Vizcarra o Boluarte, nadie, con aspiraciones a ganar o seudo ganar una elección, se atrevería a sostener por mucho tiempo, que si llegase al poder va a aplicar milimétricamente la receta socialista-mercantilista. Esa gran fabricante de pobreza y corrupción burocrática. Para tranquilizar estos temores está la caviarada y el oxímoron por excelencia: los tecnócratas de izquierda.

Sí, estimado lector. En estas líneas no me voy por las ramas. La posición caviar no es más que un disfraz. Un disfraz exitoso para calmar a los que desconfían con lucidez de la receta socialista-mercantilista. Muy pocos votarían por ellos si expresaran claramente que –a pesar de su bonito discurso y aires acusadores– van a recortar derechos políticos y de propiedad privada, minimizar libertades y robar como ya nos tienen acostumbrados. 

Pero el disfraz caviar es tremendamente exitoso. Deformados desde las escuelas, los medios de comunicación y las parroquias, ganan elecciones a las buenas o a las malas. En fin, a como dé a lugar. Se presentan como justicieros, ostentan nuevamente las mismas recetas de Velasco o la Izquierda Unida, envolviéndolos en los eslóganes de alguna política pública, la búsqueda de justicia social o en alguna banderola neo marxista. Nótese que la caviarada, que aspira a tomar el poder, siempre engorda electoralmente denunciando a la caviarada anterior. La que hoy está en el poder. Aunque nunca los castigue. 

Solo una precisión previa. El socialismo y/o el mercantilismo no retóricos (léase avanzados) siempre y globalmente resultan política y económicamente tóxicos. Políticamente, porque se basan en la opresión para beneficiar al dictador y sus mercaderes. Económicamente, porque se asocian consistente y globalmente con mayores pobreza, desigualdad y corrupción burocrática. Identificadas –en su sesgo socialista-mercantilista– las ideas de nuestros cultísimos caviares causan rechazo. Es bueno descubrir los hechos del Perú 1996-2023, lo que hacen. No lo que dicen.

En la primera figura –Alfa– de este artículo se descubre que desde Fujimori hasta Boluarte, han sido capaces de enroscarse en el poder –con matices más o menos discretos– y con ello alterar la gobernanza y los valores efectivamente prevalecientes en nuestro país. Consolidaron una persistente corrupción burocrática, incumplimiento de la ley; tolerancia a la violencia ideológica y a la ineficacia gubernamental. Con ellos aplicamos las líneas de valores neomarxistas, sumisamente, sin olerlos ni beberlos. Sus huellas en estas décadas con Humala, Viscarra, Kuczynski o Sagasti resultaron altamente destructivas. 

Si correlacionamos los enfocados estimados de gobernanza del Banco Mundial encontramos que corrompieron nuestra burocracia y nos moldeamos a tolerarla mientras afectaban negativamente la estabilidad política, la inseguridad, la ilegalidad en el país.

Y como toda caviarada que se respeta, deprimieron la inversión privada, se esfumó el alto crecimiento y se enervaron tanto la incidencia de pobreza como las presiones inflacionarias. En español sencillo, el Auge económico peruano del periodo 2004-2011 se borró. Esto, aunque todavía existen periodistas que repiten que la economía es una economía en auge que no reduce la pobreza. Pobrecitos.

Algún día revisarán las cifras y descubrirán que desde el 2012 a la fecha -pésimo manejo de la pandemia en el camino- hemos pasado del crecimiento cada vez menor al más consistente declive, actualmente en profundización (periodo 2012-2023).

La figura de cierre de esta revisión de la evidencia -ver figura Delta-, sobre el paso de las diferentes Caviaradas peruanas (la fujimorista-CAN, la toledista, la humalista, la vizcarrista, la castillista y la de estos días) y el declive económico actual nos llevan a dos observaciones muy difíciles de rebatir. 

La primera observación es evidente. El declive peruano actual (2011-2023+) resulta el reflejo directo de su llegada al poder a todos los niveles. La flagrante corrupción burocrática, la tolerancia a la violencia Ideológica, el incumplimiento de la ley y la inefectividad gubernamental son económicamente tóxicas. El sello económico del manejo caviar es claro: sobrerregulan arbitrariamente, paralizan la toma de decisiones incluso en el sector público, bloquean y destruyen inversiones privadas y públicas, deprimen sectores enteros, minimizan el multiplicador keynesiano, simultáneamente. 

La segunda observación quizás es la más deprimente. 

La caviarada en el poder espanta a potenciales burócratas honestos e idóneos (desde la fiscalía, el congreso, el poder judicial, et al); y se enquista estratégicamente y aplicando prácticas de resistencia pasiva a todo lo que no implique opciones socialistas o mercantilistas. 

Desmontar esto requiere de mucho liderazgo. Uno tan potente como para ganar una elección cuando son ellos los que cuentan los votos.

Carlos Adrianzén
13 de diciembre del 2023

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