Hugo Neira

Cataluña. España. Europa. El mundo

Cataluña. España. Europa. El mundo
Hugo Neira
01 de noviembre del 2017

La mundialización necesita estados fuertes

 

Lo que ocurra en Barcelona sobrepasa el territorio de Cataluña. Es un tema español, ciertamente. Pero es también un tema europeo, hay tendencias separatistas en varias naciones. En Italia, Escocia, Dinamarca (Groenlandia). Y por último, y no es lo menor, la mundialización del planeta. Y lo que está por venir, si el mercado se extiende en un mundo sin Estados. No es precisamente el paraíso, como explicaré líneas adelante.

El tema es enorme, procedamos desde un principio simple. El criterio de cercanía, tres círculos geopolíticos.

El primero es Cataluña y España. Está a la vista el efecto que ha tenido en los mercados financieros la amenaza de pertenecer a un espacio incógnito, una tierra de nadie, fuera de España y de la Unión Europea. Se han retirado los principales bancos del país, CaixaBank y el Banco Sabadell. Han seguido centenares de empresas, grandes y pequeñas. Ha sido una fuga espectacular. En 48 horas, Cataluña la rica, dejó de serlo. En cifras, la estampida de capitales se eleva a 1,800 millones de euros. El tema de Cataluña ha impactado en Europa. Diarios como La Vanguardia, Financial Times, El Punt Avui Y El Periódico de Catalunya son muy críticos. «La crisis abierta por el referéndum sobre la autodeterminación en este 1° de octubre dejará cicatrices profundas».

El segundo es que la Unión Europea —de 500 millones de habitantes—, como su nombre lo indica (esta frase se me ha quedado desde las aulas de la primaria), se compone de naciones diversas. Y no es la primera vez que un Estado-nación se rompe. Checoslovaquia es hoy dos repúblicas. No hay que olvidar que Yugoslavia ya no existe, sino Serbia, Eslovenia, Macedonia, Croacia y Kosovo. En resumidas cuentas, ha vuelto a aparecer una mala palabra: “balcanizarse”. Y las noticias actuales sobre la Europa balcánica no son de las mejores. Los pequeños países que se salieron de la ex URSS y exyugoslavos no han prosperado, Macedonia tiene un régimen semiautoritario (a lo Putin), Serbia, inundada por la corrupción. «Los balcanes —dice un especialista— no han salido de sus viejos demonios nacionalistas y autoritarios». ¿Y el Brexit inglés?, me preguntará el lector acucioso. Hoy es un lío interno entre conservadores. La salida de la UE es complicadísima. Y tienen para años.

El tercer círculo es el mundo. El problema podemos plantearlo de la siguiente manera. La mundialización es un hecho, es el mercado mundial. La riqueza global ha crecido enormemente, y a la vez, las desigualdades. La influencia del mercado mundial va más lejos. Modeliza de alguna manera las sociedades humanas hacia una homogeneización. Lo cual produce su contrario, corrientes de resistencia. Y ellas no provienen necesariamente de la economía. Cataluña es el caso más visible. Su resistencia es cultural, apela a la lengua y la tradición. Hay mucha trampa en esa postura. Porque hay catalanes que se sienten catalanes y a la vez españoles.

Voy a entrar ahora a un terreno minado. En los medios de la alta finanza, la idea de un mundo en que el mercado se expanda sin barreras que ahora son los Estados-nación, a muchos les parece algo así como la tierra prometida. Pero hay quienes, sin desdeñar el mercado, ven lo que se nos viene. El mundo actual, compuesto de tres superpotencias —Estados Unidos, China y la Unión Europea—, es un mundo policéntrico. Ninguna potencia es hegemónica. Los tres grandes se necesitan. China es la primera acreedora de los Estados Unidos. Y la Unión Europea no puede funcionar sin relaciones con las dos grandes entidades que menciono. Ahora bien, ese orden policéntrico no es capaz de instalar un orden mundial de Derecho. De este mundo a la deriva, las consecuencias ya son visibles. El crecimiento de lo ilegal ante lo legal, la aparición de depredadores internacionales (conocemos esto por Odebrecht). Un mundo precario, frágil. Lo que acabo de precisar lo he tomado en gran parte de Jacques Attali. Y se pregunta, ¿qué posibilidades tendrá la democracia para sobrevivir en ese caos? ¿Un mundo donde la seguridad va a contar más que la libertad? (Y eso ya nos está pasando.) ¿Y cuál es el límite del mercado mismo? Acaso ya no son parte de los negocios internacionales la prostitución y el lavado de activos? ¿Por qué no gestionar las drogas, la violencia? Un mundo con solo mercado, sin Estados, es el caos. Estamos, pues, ante una paradoja. La mundialización —mientras no haya un gobierno mundial, lo cual creo difícil o imposible— necesita Estados fuertes. La mundialización no sale ganando con estados liliputienses, por lo general, inestables.

Volviendo a Cataluña, las noticias son más que saludables. Acaba de cubrir las calles de Barcelona un gigantesco mitin de un millón de manifestantes, mayor que el del 7 u 8 de octubre, en el que habló Mario Vargas Llosa. El lema lo dice todo, «Votarem», o sea, votaremos. «Por el retorno a actos constitucionales». Y con algo muy especial. Con banderas seny. ¿Qué quiere decir seny? En Barcelona siempre hubo un orgullo por tener los catalanes el «seny», que traducido quiere decir sensatez, cordura, sentido común, es lo que regresa. Quieren una Cataluña no solo dentro de España, sino plural. (Véase ilustración). Y como Puigdemont se ha escapado a Bruselas, las bromas recorren Barcelona: «En Bélgica, las empresas han comenzado a huir».

Hugo Neira

Hugo Neira
01 de noviembre del 2017

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