Hugo Neira

Carta a un amigo. Del que discrepo

Carta a un amigo. Del que discrepo
Hugo Neira
18 de abril del 2016

Un mensaje para nuestro Premio Nobel

A finales de 1976, llego yo a Madrid cuando reina Juan Carlos I. Dejo el Perú de Morales Bermúdez y, en ruta hacia Francia, me detengo en la España de la Transición. Mis amigos españoles me reciben con los brazos abiertos y entro a Cambio16. Anteriormente, había combatido en el diario Madrid a Franco en vida. Esa estación fue muy feliz porque vi el nacimiento de la monarquía parlamentaria, vi cómo un pueblo ponía por encima de sus querellas el deseo de volver a la democracia. Eso me cambió por completo. Así, en diciembre de 1976 estaba en Madrid cuando el rey decide convocar un plebiscito. Hasta ese instante seguía intacto el franquismo, las Cortes, el Poder Judicial, la ausencia total de elecciones y la prohibición penal de formar partidos. Todo eso salta por los aires en pocos meses. El rey y una persona excepcional, Adolfo Suárez, convencen a las Cortes de disolverse, aprueban la inscripción del Partido Comunista y el Partido Socialista, y el 15 de junio de 1977 las primeras elecciones en 40 años. Es la Constituyente. ¿Y quién las gana? Una derecha liberal que había aparecido tras Adolfo Suárez. Es decir, los franquistas reciclados. Ahora bien, comunistas y socialistas aceptan una monarquía parlamentaria. El mundo está asombrado. Se esperaba para después de Franco la continuidad o la ruptura. Un régimen militar, como en Grecia, o bien el retorno a la República. En cambio fue la apertura, “una ruptura pactada”. En las ciencias políticas la llamamos Transición española. Madre de las otras, de la Argentina después de Videla, de Uruguay y Chile. La nuestra tarda. Se está prolongando excesivamente.

Este preámbulo, aunque largo, es necesario. Porque tengo un amigo, un escritor famoso, muy famoso. Lo conozco de toda mi vida, que también comienza a ser larga, y lo admiro y respeto. Y sin embargo sus opiniones me obligan a discrepar. Discrepar: es un disentimiento, un desacuerdo personal (Diccionario Julio Casares). A otra persona que no conociese la historia reciente de España, le podría pasar por alto, pero no contigo, Mario. Las transiciones tienen una lógica.

Vives en Madrid, eres amigo del rey. Y sin embargo sostienes lo siguiente: Keiko es hija de su padre; en consecuencia, en el poder va a ser dictatorial. Pero qué es esto, fatalidad genética, ¿qué? ¿Y qué hacemos ante el caso del rey Juan Carlos I, que desfranquizó a España, y no fue acaso creatura de Franco? No es conjetura, son los hechos. Hijo de don Juan, Conde de Barcelona, vive su infancia en Italia. ¿Y quién lo manda traer a España? El caudillo. ¿Es cierto o no que se ocupa de su formación y lo matricula en Madrid? ¿Y de adolescente, en 1954, en las academias militares? En la Infantería, en la Marina, en la Aviación. En las tres. Un golpe maestro, Franco logra un enlace nupcial de los ejércitos con la Corona. ¿Y no es cierto acaso que Franco, con un referéndum, proclama a España como un Reino? ¿Y a él, como Regente? Y en 1969, Franco hace aprobar en las Cortes la sucesión de Juan Carlos. No será su hijo carnal, pero vaya.

¿Y qué es lo que hace, ya en el trono, el joven rey? ¡Se deshace del franquismo! Pero no de la noche a la mañana. Gobierna un año y medio con los ministros franquistas. Es el periodo que los españoles llaman “Arias Navarro”. Pero visto que tiene que salvar a España de ese pasado de horror, y buscando una legitimidad por las urnas (que consigue, en 1978) halla a un hombre joven, un franquista, el secretario general del partido único, pero que no ha hecho la guerra. ¿Y qué hacen? Llaman a partidos y elecciones. Exactamente lo contrario de lo hechos por Franco que concentró toda forma de poder en su persona. Tu amigo, el rey, desfranquiza España. Y Adolfo Suárez, a quien conocí y fue un honor. Y entonces te pregunto, si desprecias a la hija del autoritario que dio el golpe de 1992, tendrías que aborrecer a tu amigo el rey, que proviene de las entretelas mismas del dictador Franco.

No te entiendo, sinceramente. Tus amigos en Madrid son gente como Rajoy, José María Aznar, gente del PP (Partido Popular). No tiene nada de malo, hombre, y son de derecha popular. ¿Y qué crees que es Keiko Fujimori? ¡Es derecha popular! Ahora cuando llegues a Santiago, te verás con amigos tuyos, el expresidente Piñera por ejemplo. ¿No percibes que son una misma familia política? Y son los partidarios del mercado libre, etc. Y va a ser difícil que les expliques por qué te opones a que una versión —bien peruana y plebeya por cierto— de ese tipo de derecha esté ganando las elecciones peruanas. Por mi parte he sostenido, en esta misma columna, que podría ganar Keiko, PPK o Alan García, incluso Barnechea, y el modelo liberal continuaba. Y no porque crea a fardo cerrado en el mercado, sino porque al crecer la riqueza, crece también la conciencia popular y, con ello, las izquierdas, los centros y los regímenes plurales.

Sostienes que estas elecciones legitiman el golpe de 1992. En realidad, eso ya ocurrió, en 1993, y en 1995. ¡Pero han pasado 24 años! No creo que hoy 5.9 millones de peruanos han votado para que regresen los asesinos tipo grupo Colina. Mario: ¡ha habido elecciones! Eso es lo que cuenta. Por muy poco no las hay.

Suele suceder que los acólitos de una ideología se automodifican. Los franquistas se reciclaron en la democracia. Y Santiago Carrillo y los comunistas españoles. Y, por el amor de Dios, ¿quién puso fin al comunismo soviético, sino un soviético llamado Gorbachov? ¿Y Roma no hizo su aggiornamento con Vaticano II? ¿Y los chinos después de Mao? ¿Y sabes qué? ¡Todo el mundo en Perú se está reciclando! Y no solo Keiko. Acaso una nueva izquierda con Verónika o Guzmán, ya se verá. Acaso un aprismo renovado, tras lo ocurrido. ¡Todo el mundo está mudando de piel! Este es un país con prisa. Las similitudes que he señalado hacen que el keikismo no parezca tan extraño. Me resisto a pensar que mi amigo sea de esos que creen que los alemanes están destinados a ser nazis hasta el fin de los tiempos. La realidad es tan ingeniosa como la ficción y nos da lecciones, tanto a novelistas como a sociólogos. Las cosas ocurren, como decía un filósofo político que conoces y que yo no olvido, «más allá de la voluntad de los hombres».

Tu preocupación la entiendo. Pero no es ahora que la democracia sucumbe, en cambio nada me impide pensar que si aquel que gobierne, sea PPK o Keiko, no hace reformas básicas, entonces el poder legítimo colapsa en el 2021. En fin, me conoces, y lo que te digo ahora es menos para ti que para el lector que se asoma por encima de mis hombros. Soy un hombre libre de las ideologías dominantes y sin partido alguno. Pienso en el bien común. Por eso esta carta, por el peso que tiene tu opinión. La escribo con la mejor buena voluntad. La situación del Perú es frágil. Conversemos, estoy a tu disposición, y entre tanto, recibe el afecto de siempre.

 

Cordialmente,

Hugo Neira

 

Santiago de Chile, 17 de abril del 2016

 

Hugo Neira
18 de abril del 2016

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