Carlos Adrianzén
Cambiando… para no cambiar
No se espera el drástico cambio necesario para generar inversiones
A pesar del ruido asociado a la negativa presidencial de renunciar (ante las declaraciones de ejecutivos de la firma Odebrecht), todo parecía sugerir que el régimen pepekausa sobreviviría a este nuevo intento de vacancia. Que a pesar de la evidencia de corrupción burocrática a múltiples niveles, PPK se saldría con la suya. En aquellos momentos, muchos analistas ya revisaban a la baja las proyecciones de crecimiento del 2018-2019 y visualizaban una más opaca y azarosa perspectiva pre bicentenario. Se comentaba que viviríamos tres años más bajo un régimen duramente vapuleado que cada día pelearía por sobrevivir (léase: que cedería a cualquier presión significativa). Todo esto en medio de ininterrumpidos escándalos de corrupción.
Pero se dió el accidente. Y así, en medio de la batahola por la compra de votos congresales, sus rivales políticos hicieron públicos los vergonzantes videos del proceso. De pronto, el vicepresidente Martín Vizcarra debía regresar urgentemente a Lima para juramentar como nuevo presidente de la República. Kuczynski había tenido que quebrar su tozudez, cambiar sus planes y renunciar. Nótese aquí que la renuncia presidencial difícilmente hubiera podido ser más popular. Su asociación con la corrupción, y el aprovechamiento político de esta situación por tirios y por troyanos, lo había convertido en una figura muy frágil, una suerte de traba para volver a crecer.
Está resumida revisión de la accidentada llegada de Martín Vizcarra al poder no nos debe distraer de ponderar las perspectivas concretas de la economía peruana al primer semestre del 2018. Ex ante, el nuevo presidente recibe dos importantes bonos políticos. Primero, ha llegado por el cauce constitucional bañado de popularidad gratuita al librarnos del ensombrecido PPK. Y segundo, que todos las agrupaciones y coaliciones del Legislativo deberán mostrar mucha menos discordia por un buen tiempo. Esto solo si nuestros ya bastante chamuscados legisladores deseasen mantener sus sueldos y curules hasta el 2021.
A pesar de contar con estos bonos, en el ámbito económico el Vizcarra heredará algunas de cal pero también otras de arena. En materia fiscal, por ejemplo, el déficit no deja de deteriorarse cada mes. Esto le complicará severamente su margen de Gobierno. No solamente porque está siendo financiado con un endeudamientos internos y externos muy caros (6%+); y que ya roza el límite máximo de la regla fiscal (o lo que queda de ella); sino porque ha heredado un sostenido colapso de la inversión privada. Esta variable está cayendo –en términos per cápita— por cuatro años consecutivos, y ya ha dañado significativamente nuestro techo de crecimiento económico en el corto plazo.
Hoy hacer lo más fácil (i.e.: tratar de elevar significativamente la presión tributaria a la minoría formal) puede dibujar una opción tan popular como suicida. Pero las presiones por mayor gasto estatal están desatadas. Recuperar el equilibrio fiscal, priorizando gastos, lo obligaría a gastar sus dos bonos rápidamente.
En el plano monetario, en cambio, Vizcarra se ve bastante beneficiado. Y es que el actual directorio del Banco Central de Reserva ha venido acumulando divisas a un ritmo importante (casi como si mañana fuera el fin de los tiempos). Y también viene cumpliendo consistentemente su meta inflacionaria. Cerrar el año 2018 con un 1.5% de inflación anual no está nada mal, si se busca defender la reputación de estabilidad de la plaza. A la fecha, merece destacarse, se ha llegado a paliar la desconfianza excitada por los interminables escandaletes de corrupción de estos tiempos. Este plano monetario se refleja en el hecho de que los índices atajo de riesgo país en Sudamérica hoy tienen dos definidos campeones: Chile y Perú.
Lo complica todo el plano más importante de la política económica: el de las reformas institucionales de mercado. Aquí, lamentablemente, el nuevo presidente no tiene ningún motivo para sonreír. Ni uno solo. Tanto con OH como con PPK los retrocesos de política económica se graficaron en una mayor burocracia, regulación y entrabamientos. A inicios del 2018, el llamado modelo de libre mercado de los noventas ha sido revertido significativamente.
Pero como lo señalamos párrafos atrás, Vizcarra tiene solo dos bonos, nada más. Es probable y hasta comprensible que no se arriesgue demasiado y solo trate de llevar la fiesta en paz, en aras a entregar el mando a alguien más en julio del 2021. Fríamente no resulta verosímil un drástico cambio de reglas hacia el mercado, como para posibilitar un rebote importante de la inversión privada por habitante. Ergo, es probable que perdamos tres años más.
Esta semana, inesperadamente, cambiamos de presidente, pero solo tal vez para que no cambie nada en modo significativo. A menos que el moqueguano nos sorprenda.
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