Carlos Adrianzén

Calateando al vizcarrato

No es casual el corte mercantilista de los ministerios

Calateando al vizcarrato
Carlos Adrianzén
27 de mayo del 2019

 

No es posible de entender la perspectiva económica del régimen de Martín Vizcarra sin enfocar sus antecedentes. Después de todo, se trata de un presidente por accidente que se esfuerza vehementemente por no caer. Recordemos: cuando se cierra la segunda vuelta, que eligió a Pedro Pablo Kuczynski, pocos —si acaso alguno— anticiparon la llegada al poder del ex gobernador regional de la pequeña Moquegua. Entonces, y muy detrás de la ex ministra de Economía de Alan García Pérez, el ingeniero Vizcarra lucía como un personaje opaco, cumplidor para atraer un voto provinciano cándido y que difícilmente desluciría a Kuczynski, al menos en las esferas del nuevo Ejecutivo. De hecho, otorgarle una cartera poderosa, pero de segunda línea (como la del ministerio de Transportes y Comunicaciones), parecía entonces un pago bastante generoso por sus servicios a la plancha pepekausa.

Durante los meses que gobernó Kuczynski —hoy preso por asuntos de Corrupción— las cosas no fueron fáciles para el aludido. Habiendo obtenido apenas un quinto de los votos válidos en la primera vuelta —y como consecuencia, una representación congresal flaca— asume la Presidencia contando con un  arrastre político poco destacable. Muy lejos del 40% de la Keiko Fujimori —hoy también presa— y ubicándose apenas 2% por encima de la candidata de la línea chavista local (Verónika Mendoza, aún no presa), los arreglos políticos para su triunfo en la segunda vuelta implicaron asumir una carísima hipoteca con todos los antifujimoristas del país.

En cuestión de días, el destacado financista local —que dizque tenía un estilo de gobierno económico de corte ortodoxo— y ex garante económico de otro presidente con orden de captura internacional (Alejandro Toledo) y su dream team, pasaron a dibujar un calco agringado del gobierno izquierdista de Ollanta Humala, ese exmilitar golpista que llegó al poder con financiamiento chavista-brasileño, acusaciones de genocidio y corrupción burocrática y —consecuentemente— con el febril apoyo de la izquierda contestataria. Y que, para variar, resulta otro mandatario peruano que podría resultar encarcelado en las próximas horas (con su círculo de familiares y amigos incluidos).

 La continuación de esta línea en el poder, cegueras aparte, implicaba el tránsito definido hacia la izquierda. Así, en el cerca de año y medio de la gestión del ex ciudadano estadounidense, y acompañados por la destacables torpezas políticas e incapacidad técnica de una mayoría congresal fujimorista, este periodo —contrariamente a lo que muchos de los que votaron por él llegaron a creer— no registró reforma de mercado alguna.

En materia de manejo económico, con esta suerte de Humala clonado, registramos aún más regulaciones, presupuestos e impuestos, trabamientos anti inversores y, por supuesto, masivas consultorías y presupuestos mediáticos a lo Saavedra. Retrocesos que consolidaron la depresión sostenida del crecimiento económico peruano, y particularmente-de la inversión privada, la local y la extranjera. Un primer detalle clave de la efímera gestión de Kuczynski, que también caracteriza a la administración del vizcarrato, es su afán desaforado por popularidad.

Ellos no solo se aliaron con sus diametrales enemigos ideológicos —Frente Amplio y Acción Popular (agrupaciones cuyo éxito implicaba el fracaso de Kuczinsky)—, sino que se han convertido en rivales recalcitrantes de sus afines ideológicos pasados (los fujimoristas). Bajo este cuadro necesitaban, cueste lo que cueste, gobernar con el brazo izquierdo y ceder ante cualquier presión significativa. Sí, como una piñata, cuanto más los golpeaban, más cedían. El corolario de este esquema fue un orden público deteriorado. Así, el círculo vicioso de deterioro se consolidó.

Otro detalle sugestivo de la gestión pepekausa implicó el shock de los casos de corrupción develados, que despertaron un conflicto político diferente. Uno que no divide a los peruanos entre fujimoristas y chavistas (como era lo usual hasta hace muy poco), sino que lo fragmenta entre bandos políticos, empresariales y burocráticos que se quieren eliminar entre si y que, sobre todo, desean salir impunes. En este teatro algo es claro: salvo el control presupuestal ypolítico de los medios y del Poder Judicial, todo es ilusión.

Con la institucionalidad peruana de estos tiempos, mientras se detenta el poder, nadie va preso. A Kuczynski, como a muchos otros, con la pérdida del poder le llegó la justicia. Y eso lo saben hoy todos. Así las cosas y de la mano con el rechazo de la OECD, el panorama económico 2019-2021 —y el quinquenio ulterior (2021-2026)— implican regímenes que defenderán el poder a como dé a lugar. No resulta casual hoy el corte mercantilista y socialista de los ministerios del vizcarrato y sus afanes para asegurarse con una votación electrónica en las próximas elecciones generales. No resultan casuales los afanes de polarizarlo todo y a como dé a lugar —con asuntos tan impopulares como la inclusión en el currículo escolar de la llamada ideología de género— así como los de implementar cambios constitucionales y políticas económicas socialistas-mercantilistas extremas.Las típicas banderas de las agrupaciones chavistas y cuasi chavistas del medio. Y todo esto a ritmo de demolición.

Recordemos aquí que a ellos no le importa que en las últimas elecciones generales, cuatro de cada cinco peruanos rechazamos lo que el vizcarrato quiere imponer en forma astuta, velada y populista.

 

Carlos Adrianzén
27 de mayo del 2019

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