Raúl Mendoza Cánepa
Bukeles y Mileis
Hace falta un peruano que sea un referente para la región
En un artículo de Jaime Bedoya en Perú 21 (17/11) se lee: “Alguien debió haberle repetido a los estrategas de Kamala la famosa frase de James Carville, asesor de Bill Clinton: Es la economía, estúpido. (…) Ya hay señales de kamalismo local. Intonsos streamers que hacen del activismo posero una manera inimputable de pseudoperiodismo, empiezan a romantizar a Antauro Humala como alternativa (…) habría que replantearles la frase de Carville, pero tropicalizada: Es la democracia, estúpido”.
Algunos de ellos asumen a Humala como el héroe andino que confronta con la cultura occidental y el racismo, visto como una tabla de colores. Incluso, por error, atiza el desencuentro entre religiones en un país de procesiones católicas y fervor evangélico, no de adoratorios andinos. Si sumamos los fusilamientos presidenciales, el mensaje se hace más potente que el marxismo, pero errado de raíz. Allí el peligro, que la gente cree hasta allí donde llega el resentimiento.
Ayer, llegando a Lima por carretera sur, me di con muros de propaganda que se referían al “Bukele peruano”, pero no era solo Antauro, eran cinco o seis Bukeles de diversos partidos y apellidos. De seguro, ninguno con la menor idea de cómo acabar con la delincuencia. Tampoco Humala la tiene.
Otros buscan un Milei, solo que el Perú ya abrió trocha hace un par de décadas con el ajuste de Hurtado Miller y las privatizaciones. Los tratados de libre comercio y los candados del BCR y el régimen económico de la Constitución permitió sanear las cuentas. Es Milei quien nos mira. Si evitamos ponernos a tono, habría que introducir el pragmatismo en la política, destrabar, facilitar los negocios y, con tal, fluir con el desarrollo que se espera del dinamismo del puerto de Chancay.
Chancay descoloca a los socialistas (ni Waldemar Cerrón le hace ascos al comercio, Antauro queda bien fuera de lugar). Para los liberales el megapuerto alienta además la lucha general contra las barreras burocráticas y multas que destruyen los negocios. El Instituto de Libre Empresa, favorable a las zonas económicas exclusivas, se refería hace unos meses (con relación a Chancay) a “la eliminación de leyes perjudiciales, un régimen tributario de un solo impuesto y la participación del sector privado son fundamentales para desatar el potencial de desarrollo económico”. El pragmatismo de Den Xiaoping parece destacar sobre el ideologismo desmesurado. Ni Marx ni Mao existen en China.
No es que se necesite un Bukele o un Milei, son realidades distintas. En el Perú hace falta un nombre propio que sea un referente para la región desde una perspectiva distinta en sintonía con Chancay, crear infraestructura productiva y aprovechar el potencial de un megapuerto que nos puede convertir en líderes de la región. Menos política, menos ideologías, más inteligencia estratégica para todo, menos Kamalas. Más economía, más ingeniería y más sentido común.
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