Carlos Sotomayor

Blanca Varela: un canto poético

Blanca Varela: un canto poético
Carlos Sotomayor
12 de agosto del 2015

Remembranza a unos días de la celebración del natalicio de la gran poetisa

Cuenta la historia que el gran Octavio Paz se mostró muy sorprendido e incrédulo por el título (Puerto Supe) del conjunto de poemas que una muy joven Blanca Varela le había alcanzado. Más allá de los elogios por la fuerza expresiva de los versos de Varela, al poeta mexicano no le convencía el título y le consultó si realmente existía aquel puerto de nombre tan extraño. “Sí, Octavio –le respondió–: ese puerto existe”. En ese instante, como su hubiera avistado una epifanía, Paz le recomienda titular de esa manera a aquel puñado de poemas: Ese puerto existe.

Era yo muy joven, apenas un estudiante universitario, cuando descubrí la poesía de Blanca Varela. De esta manera, en la biblioteca de la facultad, destino recurrente en donde cobijaba mi tiempo libre entre clase y clase, casi hice mío el ejemplar de Canto villano, una reunión de la poesía de Varela editada espléndidamente por el Fondo de Cultura Económica de México. Entrañables tardes de lectura en las que transité por aquellos poemarios: desde el primero Ese puerto existe, hasta El libro de barro, el más reciente por aquel tiempo.

En esos años juveniles, de lecturas intensas e incansables (días libres de horas de laburo y mucho tiempo para leer), fue quizás el poema “Cruci-ficción” uno de mis predilectos, uno que me sacudió como pocos: De la nada salen sus brazos/ su cabeza/ sus manos abiertas/ sus palmípedas manos/ su barba redonda negra sedosa/ su rostro de faquir// hecho a medias/ un niño/ un dios olvidadizo/ lo deja sin corazón/ sin hígado/ sin piernas para huir/ en la estacada lo deja/ así colgado en el aire/ en el aire arrasado de la carnicería// ni una línea para asirse/ ni un punto/ ni una letra/ ni una cagada de mosca/ en donde reclinar la cabeza”.

Mucho tiempo después, la vi en persona. Mi memoria es frágil, pero creo que fue un homenaje que se le hizo en un museo en Pueblo Libre. Su salud ya estaba resquebrajada, posiblemente luego del terrible golpe de perder a un hijo en un accidente aéreo. Era la primera vez, y sería la última, que la vería así, a unos cuantos metros, a una poeta que había leído con tanto interés durante mucho tiempo. Aquella noche ella no pronunció palabra alguna. El silencio ya se había extendido en ella, pero creí notar cierta alegría en su rostro, como una pequeña satisfacción por toda la gente que había acudido a aquel merecidísimo homenaje.

Hace unos días, Blanca Varela hubiera cumplido 89 años. Y la mejor manera de celebrarla es leyéndola. Días atrás releía su primer libro, en una reedición elaborada por la poeta y editora Cecilia Podestá. Un libro objeto, bello como su poesía, con las reproducciones de las páginas mecanografiadas por la misma poeta, y sus correcciones a mano. Una joya. Una que, además, restituye el título original: Puerto Supe.

Por Carlos M. Sotomayor

Carlos Sotomayor
12 de agosto del 2015

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