Eduardo Zapata
Bárbaros
La fortaleza y prosperidad de los pueblos está en la comunicación
Como reza el lema de una universidad peruana, es deber de la Academia contribuir a hacer brillar la luz sobre las tinieblas. Para garantizar la convivencia civilizada. Et lux in tenebris lucet. Más cuando una sociedad pasa por momentos de oscuridad donde –para muchos- no se ven salidas y con ello las personas se van encerrando en la soledad de cárceles individuales e indiferencia, favoreciendo así propuestas totalitarias: que el Estado nos salve.
Y parte de esa luz puede venir de la recurrencia a las etimologías. Particularmente a la etimología de la palabra bárbaros. Palabra que parece ser más,, en muchos, el grito horrorizado de alguien temeroso que la afirmación de valores conducentes a posiciones que afirmen la ecuación democracia y comunicación.
La palabra bárbaro proviene del latín barbarus y esta voz a su vez de la voz griega barbaroi. Términos que se referían inicialmente a la imposibilidad de comunicarse con pueblos que no hablaban griego o latín. Así, había una carga despectiva en el uso de la palabra respecto a todo lo extranjero. Pues su hablar y decir sonaba -a griegos y latinos- a bla, bla, bla. Lo incomprendido.
Y es que bien mirado el asunto, para griegos y romanos la fortaleza y prosperidad de sus pueblos estaba en la comunicación. Por eso los griegos concedieron tanta importancia a la Retórica para empoderar la capacidad de argumentación de un pueblo. En el caso de los griegos sabemos bien que retórica y argumentación fueron las armas para afirmar la democracia respecto a las tiranías totalitarias. Y en el caso de los romanos, ellos se esmeraron en crear caminos para interconectar pueblos e integrarlos. La comunicación, pues, era indispensable para el engrandecimiento de estos pueblos y sus culturas. Y todo lo que significase incomunicación debía ser considerado lógicamente como bárbaro.
Alguna luz deberíamos haber rescatado del origen de esta palabra ya a propósito del entendimiento de este gobierno y sus acciones; de su lenguaje todo. El inquilino de Palacio de Gobierno y los Movimientos que lo respaldan no hablan el lenguaje de la democracia ni les interesa respetar sus reglas. Pedirles eso es no haber entendido que no hay diálogo ni mediación posibles. Tal vez es hora de que quienes se sienten oposición no se dejen poner la agenda proveniente de la barbarie no democrática. Si se quiere garantizar la pervivencia de valores democráticos no se puede caer en la ingenuidad: a quienes nos gobiernan no les interesa el juego democrático. Ellos juegan su propio juego. Y para hacerles frente es indispensable demarcar territorios, tomar iniciativas y proponerle al país una agenda propia de cambio dentro de la democracia. Recordemos a Nicolás Maquiavelo. El poder se puede obtener por la razón o por la fuerza. Y la razón –que es el imperio de lo humano– solo fluye entre quienes juegan el mismo juego. Pero el poder también se puede adquirir por la fuerza. Más propia de las bestias, nos lo recordaría Maquiavelo, pero más efectiva.
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