Eduardo Zapata

Autosubversión gubernamental

Reforma política solo propiciará la metástasis de la podredumbre

Autosubversión gubernamental
Eduardo Zapata
22 de agosto del 2019

 

Si se falta a la Constitución anunciando el 28 de julio novedades que debieron ser vistas al detalle en un Consejo de Ministros —y ello no se hizo así—- ya todo vale. La mentira será un instrumento de gobernabilidad . Externalización de la autosubversión del Estado. 

Como lo manifiesta el importante pensador surcoreano Byung-Chul Han—a propósito de la sociedad toda— nuestro sistema inmunológico está preparado para hacerle frente a las amenazas externas, pero no para las internas. Extrapolando y especificando lo dicho por él a la situación política viviente, acaso advertimos que estamos inmersos en una situación de autosubversión de Estado. Una que proviene de las entrañas mismas del sistema y que nos es difícil admitir. 

Y es importante consignar que la definición de subversión, aquella consignada formalmente en la bibliografía especializada, alude a toda acción que impide o limita el ejercicio de la autoridad legítimamente establecida. Así las cosas, la subversión compromete también, y con prioridad, la esencia misma del poder oficial y su proyección sígnica sobre los ciudadanos.

Primero pasamos por alto un referéndum conminatorio que planteaba reformas políticas y judiciales obviamente necesarias, pero formuladas al paso y “como la solución a los problemas nacionales”, cuando la propuesta constituía más un fuego artificial que un asunto de veras bien planteado. De hecho los resultados fácticos de haber aprobado ambas reformas no solo no solucionan lo político y menos lo judicial. Allí están los comentarios de constitucionalistas y políticos que lo advirtieron; allí está la deplorable exposición de nuestras miserias en el concurso por la judicatura. Y la llamada oposición obstruccionista —asustada por la industria mediática— aceptó ver en el Congreso, en los plazos planteados por el Ejecutivo y tratando de respetar la “esencia” de la propuesta, aquel fuego artificial que les había sido planteado.

Esa reforma política no propiciará sino la metástasis de la podredumbre política (tendremos, por lo pronto, decenas de candidatos a la presidencia y cientos de movimientos regionales motivados por “amores a la patria”) acentuando la autosubversión gubernamental. Y de lo judicial mejor no hablemos, porque lo estamos viendo. Procuradores contra jueces, jueces contra fiscales, discrecionalidad política en las acusaciones y en los fallos, y fiscales convertidos en héroes de papel. Odebrecht sigue mandando.

Claro que requerimos de una reforma de Estado, porque la gente requiere un Estado pequeño, ágil, meritocrático y eficiente. Pero no amparada ni en el obstruccionismo torpe, más vocinglero que real, ni en el oportunismo de gobernantes ineficientes. No requerimos soberanos, pues la soberanía está en el pueblo y esta urge no de “bonitas” instituciones, sino de seguridad, salud, educación, inversiones y empleo. 

En un país con una gran diversidad cultural, preglobalizada y post globalizada, hemos pretendido —y seguimos pretendiendo— instaurar un Estado surgido de la homogeneidad. Existiendo individuos adscritos a la oralidad y ahora a la electronalidad,  perpetuamos un Estado basado excluyente y totalitariamente en una inoperante cultura seudo escribalizada. Códigos napoleónicos orquestados por ejecutores casi analfabetos. ¿Ahora lloverían del cielo para la administración pública angelitos castos y puros? ¿Lo cree usted de verdad?

Hemos construido Estados de papel, donde los papeles y la tinta reemplazaban a las personas y a la realidad. Deuda histórica, pero sobre todo incapacidad de configurar una propuesta simbólica e instructiva para todos los peruanos. De modo que las limitaciones —primeras, parciales o totales— del ejercicio de la autoridad se encuentran en el seno del propio Estado y en la gestión gubernamental. Que siguen trazando realidades que solo existen en el papel, dialogadas muchas veces con fantasmas y que con el tiempo devendrán en testimonio de lo incumplido. 

Como nos lo recuerda Hernando de Soto en El misterio del capital, es indispensable que los actores sociales abandonen el mundo de lo que él llama posesiones defectuosas. Lo que supone que Estado y derecho aseguren el mundo de las propiedades. Materiales, sí, pero también y sobre todo simbólicas. Y el impulso hacia esa indispensable reforma del Estado debe provenir de otra idea fuerza clave en de Soto: “...la cosa no es tanto que los migrantes quebranten la ley, sino que la ley los quebranta a ellos, motivo para salirse del sistema”.

Pero ese no es el camino elegido. Qué pena, Sr. Vizcarra, usted ha defraudado al pueblo peruano que hoy lo aplaude ante la presión mediática. Pérdida de fe pública. Autosubversión gubernamental.

 

PD. En estos tiempos en que se invocan los artículos X, Y, Z para convertir a demonios en ángeles y viceversa, siento la ausencia imperdonable -en todo el sistema universitario- de cursos de Hermenéutica ¡Cuatro años obligatorios en universidades norteamericanas serias, que no son otra cosa que la dación del sentido correcto —etimológico, coloquial y sobre todo cultural— de las palabras! Y con ello el sentido de cada artículo, por supuesto.

 

Eduardo Zapata
22 de agosto del 2019

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