Hugo Neira

Asu Mare

Algunas constantes de la historia política peruana

Asu Mare
Hugo Neira
05 de noviembre del 2018

 

«Todo es pálido, al lado de la realidad» César Vallejo

 

Nuestra situación actual es crítica. Las épocas críticas, si bien provocan estrés y ansiedad, son aquellas que resuelven los grandes problemas. Dicho esto, me sentí muy bien. Pero ocurre que no. La noche de este viernes (escribo los sábados) se me quitó por completo el sueño. Si al amable lector sufre de desvelos, no luche contra el insomnio. Es una gran ocasión para meditar. Así, en la sala de mi casa entré a un estado de introspección. Me preguntaba cómo saber si los peruanos quieren o no la democracia. Eran las cuatro de la madrugada. Y me puse a buscar el último Latinobarómetro.

En la serenidad de la noche nochera, resulta que para la democracia churchilliana —quiere decir que la democracia liberal es el mejor de los regímenes porque todos los otros son peores— no somos los más entusiastas, pero un 60% sí lo está. Los uruguayos, al 84%. En otra página (17), el peruano solo está satisfecho al 16%, lo cual es grave. El tema no es la democracia como régimen, sino para quién se gobierna. Que Palacio de Gobierno gobierna para unos cuantos grupos de poderosos en su propio beneficio, lo piensa un 80%. ¿Saben dónde hay la mayor convicción en ese punto? En el Brasil. No nos sorprendamos del resultado de las elecciones últimas.

En fin, me pregunté de dónde me venía la convicción de la división de poderes. Y antes que me venciera el sueño, fui en busca de uno de mis amigos. Los libros son eso, grandes pensadores que pueden instruirnos. Esos que han concebido intelectualmente el mundo moderno. Fui al encuentro de Charles Louis de Secondat, más conocido como barón de Montesquieu. Y busqué una sola idea. Algo decisivo. La palabra clave. Y la encontré en el Capítulo XI, el argumento 4. Lo siguiente:

«Para que no se pueda abusar del poder es preciso que, por la disposición de las cosas, el poder frene al poder» (p. 205). Ha dicho abusar, la tentación autoritaria siempre existe.

A Montesquieu y su El espíritu de las Leyes, se le encuentra en las mejores librerías del ramo. Traducido al castellano y cuesta 77 soles.

Frenar quiere decir sujetar, limitar, contener. Y me dirán, ¿es necesario? Mi respuesta es que existen 167 países que tienen Ejecutivo, Parlamento y Poder Judicial. Según el Democracy Index de las Naciones Unidas. Si cerramos el Congreso, pasamos a la lista de naciones africanas. Eso lo saben algunos. Y así Mulder, desafiando la posibilidad de cerrar el parlamento, no es alguna pachotada. Si lo hacen, en un país en que las treinta primeras empresas, todas son corporaciones internacionales (a excepción de una que es peruana), salir de los cánones de la democracia liberal sería un acto de suicidio económico. Maduro puede hacerlo, tiene la venta del petróleo. Nosotros, no.

¿Qué es lo contrario de frenar? Apaciguar, calmar. En suma, un consenso. Imposible.

Segundo punto. Me llama la atención un libro de John Crabtree y Francisco Durand. Perú: élites del poder y captura política. Crabtree es profesor en Oxford. Durand lo ha sido por años en Texas, y es ahora profesor en la PUCP. Y eso nos lleva a qué es lo que se entiende por “élites”. Ortega y Gasset decía, para quitarle valor al término, «siempre hay diez mejores filósofos, toreros y gánsteres». En el Perú no se llega al poder. Se le captura. Y entonces, ¿para qué discutir con el rival? ¿Consensos? Por favor.

¿Y quiénes son esos elitarios y a la vez, inquisidores? Yo leo a los peruanos, en particular a los investigadores. Y acudo al trabajo de Eduardo Dargent, Demócratas precarios (2009). Una circunstancia le llamó la atención en el 2005, cuando la candidatura de Humala. Le sorprende que «viejos miembros de la izquierda peruana que criticaron al fujimorismo por no respetar la democracia, negociaron con Humala para ser parte de su grupo político». ¿Pese a que el candidato más cercano a Hugo Chávez en el Perú era Humala? Y sin embargo, ¿relajaban sus estándares frente a la posibilidad de llegar al poder? La conclusión del profesor Dargent es terminante: «Los demócratas precarios son aquellos individuos que subordinan reglas y valores de la democracia a sus intereses de corto y mediano plazo». Lo suyo es descripción y revelación del mal peruano en los niveles más altos de decisiones políticas.

He aquí el origen de la crónica inestabilidad institucional de estos 18 años. Gabinetes fantasmas, contubernios, conciliábulos. Cómo se nota que buena parte de las llamadas élites, vienen de colegios de curas. El gusto por el secreteo.

Tercer punto. La polarización. ¿Fujimoristas y antifujimoristas? Es evidente que no hubo en los colegios cursos de Historia del Perú.. No es novedad. La palabra «criminal» se usó contra el aprismo, de 1932 a 1956. La imagen que acompaña este artículo es un folleto distribuido en colegios del Estado. Demostrar la criminalidad de Haya era su propósito continental. En consecuencia, jueces y «entidad internacional» como criminal. Y los cinco años de Haya en la Embajada de Colombia sin poder ni salir ni viajar. Las malas cosas se repiten, ¿no?

¿Y en el pasado? Leguía llega con los votos civilistas, ¿y luego los deporta? Y Piérola es el rival de Cáceres. Y San Martín rival de Bolívar. Y más lejos, Pizarro se aprovecha del conflicto entre Atahualpa y Huáscar. La dualidad fratricida nos acompaña. Aunque la sociedad peruana ha cambiado en lo social y lo económico, no en la manera de razonar. Seguimos prisioneros del «pensamiento único». Y se finge ser demócrata, ¡pese a que por dentro no se aprecia la pluralidad! El otro no existe, y si insiste, hay que aplastarlo. Pero solapa. ¡Qué de mañas y de hipocresía!

 

Hugo Neira
05 de noviembre del 2018

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