Eduardo Zapata

Aquí no pasa nada

El 75% de peruanos está en la informalidad y no espera nada del Estado

Aquí no pasa nada
Eduardo Zapata
04 de diciembre del 2019


Un renombrado comentarista deportivo –refiriéndose a un partido de fútbol donde no había goles ni emociones– acuñó la expresión “Aquí no pasa nada”. Si este “aquí” lo extrapolásemos al país todo, algunos suscribirían las palabras del gran Martínez Morosini. Otros, en cambio –y sorprendidos y a la luz de sucesos que sacuden países vecinos– se preguntarían por qué “no pasa nada”.

Precisamente un acreditado medio internacional –la BBC de Londres– acaba de preguntárselo. Y la comprensión del fenómeno requiere conocer un poco el Perú. Porque como diría algún egresado de alguna universidad peruana –de las licenciadas o no licenciadas– “ambas dos” son verdaderas.

Porque de un lado, y particularmente durante la gestión del señor Vizcarra, aquí no pasa nada. Estamos paralizados como país en lo sustancial, pero tanto los actores políticos como la industria mediática no aluden a ese problema, sino nos llenan todos los días de marchas y contramarchas, de operáticos que desentonan, de vivas ministeriales por aparentemente ser un poquito menos burros que ayer (a pesar de cuantiosas inversiones) y, por supuesto, la telenovela de la corrupción. Protagonizada fundamentalmente por dos fiscalillos que obedecen a un acuerdo hace mucho tiempo ya pactado, y que en lo fundamental es premiar a los culpables a cambio de que estos acusen a quienes el gobierno decida acusar para flotar políticamente. 

Para este sector de actores políticos y sociales del país solo faltaría que se discuta sobre el sexo de los ángeles. Como dijimos, no se discute lo sustantivo, sino lo que es finalmente intrascendente para las mayorías nacionales. Porque el guión ya está escrito. Y sin que ello se advierta, esos mismos actores se regodean en el éxito o fracaso propio o ajeno. 

Pero el “aquí no pasa nada” tiene una razón muy simple: la informalidad. Y no me refiero solo al vendedor ambulante, sino al gran productor informal. Para ellos la supervivencia es el día a día y para nada les interesa el sexo de los “ángeles”.

Hace algún tiempo le comenté a una amiga activista –que estaba muy contenta porque su marcha había resultado nice– que mientras los marchantes se entretenían con sus selfies bañados en olor de multitud, el hombre común y corriente seguramente estaría maldiciéndolos. Porque si ya diariamente pasa el calvario de perder cuatro o cinco horas en ir y venir de su trabajo, gracias a la marcha nice tendría que sufrir al menos dos horas más de viaje y padecimiento. Pero claro, en verdad nadie marcha por ese señor, sino por supuestas causas que lo atribulan.

Y si de porcentajes hablamos, aquí no pasa nada porque ese 75% que está en la informalidad no espera nada ni del Estado, ni de la fashion way que se estila para asistir a estas marchas. Por lo pronto costosísimos smartphones (que permiten que el selfie salga bonito) cuyo precio fácilmente supera tres o cuatro meses de trabajo de un hombre de carne y hueso en el Perú.

¿Por qué no marchamos por la salud, la educación, la seguridad y una auténtica reforma del Estado? Y en contra de los marchantes de la nada. Exigiendo que el ciudadano pueda realmente ser llamado ciudadano.

Eduardo Zapata
04 de diciembre del 2019

NOTICIAS RELACIONADAS >

Las escuelas populares en TV

Columnas

Las escuelas populares en TV

Ciertamente tengo buenos amigos políticos, periodistas y abogad...

02 de mayo
No te entiendo, miss

Columnas

No te entiendo, miss

Conversaba con una gran amiga. Profesora de larga experiencia que ha t...

25 de abril
Pobrecitos los viejitos

Columnas

Pobrecitos los viejitos

Si usted anda en ese grupo etario al que se suele aludir como ´c...

17 de abril

COMENTARIOS