Raúl Mendoza Cánepa

¡Ahora hagan cultura para Lima!

La cultura no solo es de quien la produce

¡Ahora hagan cultura para Lima!
Raúl Mendoza Cánepa
08 de octubre del 2018

 

Mientras escribo todavía no se ha iniciado la votación. Uno de los temas peor abordados por el grueso de candidatos municipales son los planes culturales. “Poner en valor”, “darle mercado” o “promover el turismo” son las síntesis de las propuestas de personas que ni siquiera han leído la Agenda 21 de la Cultura (IV Foro de Autoridades Locales para la Inclusión Social de Porto Alegre, en el marco del Foro Universal de las Culturas - Barcelona 2004).

En fin, la idea no es aburrirlos con extensos principios (que solo tienen alguna que otra carnecita), sino rescatar palabras claves: participación ciudadana en la concepción de las políticas culturales; diálogo entre identidad y diversidad, individuo y colectividad; intangibilidad del patrimonio cultural; valoración económica de la creación y difusión de los bienes culturales —de carácter aficionado o profesional, artesanal o industrial—; acceso al universo cultural desde la infancia hasta la vejez; universalización del acceso a la cultura; financiación directa de programas, el apoyo a actividades de iniciativa privada a través de subvenciones, microcréditos, fondos de riesgo, etc. También se refiere al uso de los espacios públicos (no tan mal como lo solemos hacer) y a la diversidad, entre otros. Algunas cosas sirven y otras son declarativas. Y nada mejor que separar el grano.

La mayoría de candidatos, siguiendo la tradición municipal, cree que un taller de bocetos y un concurso de cuentos son todo lo que hay que hacer, sin nociones de política cultural, marco lógico, resultados, objetivos, indicadores, etc. Una política cultural urbana responde a las preguntas: ¿en qué estamos?, ¿qué queremos?, ¿qué es importante?, ¿cómo lo hacemos? y ¿cómo medimos resultados?

En cierto momento tuve informal contacto con las actividades municipales de Lima para medir el impacto que pudiera sustentar fondos, pues como en todos los municipios “no hay fondo si no hay impacto y si no hay impacto, mejor construir un puente”. Esa parecería ser la regla de los alcaldes a todo nivel, y el impacto se mide por “visitas a exhibiciones o sumas de notas periodísticas”. El número de personas que sabe que el municipio presenta una actividad escénica solo por la cantidad de notas de prensa leídas tiene significación política; pero tendrá significación real si es que la gente “se lleva o deja” de su participación algún contenido tangible. La cultura no solo es de quien la produce, sino también de quien se lleva algo de ella y se habitúa a buscarla.

El municipio es el llamado a promover esa filiación. Sin embargo, los beneficios individuales no deben tapar el impacto colectivo, la ganancia de la ciudad en tanto prestigio e ingresos. Integras, promueves ciudadanía, reúnes, formas gente, también abonas al PBI; pero pocos hablan de las bienales, que como su matriz en la Venecia del siglo XIX, potenció a la ciudad y empoderó en el exterior a sus artistas. Nadie dice nada de la utilidad de estos megaeventos que posicionan a la ciudad en el mundo, pero tampoco de las ferias y de las cadenas productivas.

El artesano gana. Gana también quien provee materias primas, el canal de distribución, el socio y el comerciante. En la lógica, ganan los cultores de la danza, la música, el teatro y la cadena productiva de la creación. El numeral 20 de la Agenda 21 llama a los microcréditos y fondos de riesgo; pero, ¿qué tal si usamos el ingenio y creamos el “adopte un artista”, sucedáneo que propongo al “adopte un balcón” del magnífico Andrade (que recuperó 72 balcones)? Hacer cultura cuesta. Y más al talento pobre, que es como el capital muerto al que se refiere bien Hernando de Soto.

Hace años que el arte perdió preponderancia en Lima y el compromiso con las bienales se hizo agua. Los artistas jóvenes ignoran la potencia de esas bienales para posicionar a su ciudad y a sus obras, compartir los aprendizajes con los artistas extranjeros, incentivar el turismo, crear dinámicas de comercio, fijar líneas de restauración del patrimonio y ponernos en el centro del mundo.

Lima es una joya. Solo que a veces es más fácil creer que todo ya lo hacemos con barrerla, que es como tirar la cochambre debajo de la alfombra o acaso en el escondrijo del balcón.

 

Raúl Mendoza Cánepa
08 de octubre del 2018

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