Mariana de los Ríos

Adolescencia: un retrato implacable de la juventud moderna

Reseña de la serie de televisión más vista y comentada de la actualidad

Adolescencia: un retrato implacable de la juventud moderna
Mariana de los Ríos
26 de marzo del 2025


Desde sus primeros minutos,
Adolescence se presenta como una de las series más impactantes de los últimos años. Escrita por Jack Thorne (Bristol, 1978) y protagonizada por un deslumbrante Stephen Graham (Kirkby, Reino Unido, 1973), esta miniserie británica se aparta de los moldes tradicionales del drama criminal para ofrecer una exploración perturbadora de la adolescencia en la era digital. Lejos de centrarse en la investigación policial o en el desarrollo de un thriller convencional, Adolescencia se adentra en la psique de un joven acusado de asesinato y en las dinámicas que han modelado su comportamiento.

El punto de partida es simple pero demoledor: Jamie Miller, un niño de 13 años –interpretado por el debutante Owen Cooper–, es arrestado tras el asesinato de su compañera de clase, Katie. Desde ese instante, la serie se sumerge en el caos emocional de su familia, la tensión de los interrogatorios policiales y las repercusiones sociales del crimen. Cada episodio es un plano secuencia que refuerza la sensación de inmediatez y claustrofobia, logrando que la audiencia se sienta atrapada en la desesperación de los personajes. Lejos de ser un mero artificio técnico, esta elección narrativa potencia la crudeza de la historia y la convierte en una experiencia visceral.

Uno de los mayores logros de Adolescencia es la manera en que desmantela la mitología del crimen juvenil. La serie no ofrece explicaciones fáciles ni demoniza a su protagonista. Desde el primer episodio, sabemos que Jamie es culpable, pero la pregunta central no es si lo hizo, sino por qué. La respuesta, o la falta de una única respuesta, se encuentra en un ecosistema tóxico en el que la misoginia, la alienación digital y la falta de orientación adulta se entrelazan de manera siniestra. Es en este punto donde la serie alcanza su máxima resonancia: no se trata solo de Jamie, sino de una generación de niños expuestos a influencias que sus propios padres apenas comprenden.

Stephen Graham, en el papel de Eddie, el padre de Jamie, ofrece una interpretación desgarradora. Su evolución desde la incredulidad hasta la desesperación es el reflejo de una paternidad en crisis. Eddie es el “adulto apropiado” que acompaña a su hijo en los interrogatorios, pero la serie plantea una cuestión demoledora: ¿qué significa ser un adulto apropiado antes de que ocurra la tragedia? Su lucha para comprender cómo su hijo pudo llegar a este punto se convierte en el centro emocional del relato. La escena en la que confiesa su miedo a equivocarse como padre es uno de los momentos más devastadores de la serie.

Junto a Graham, Owen Cooper es sencillamente extraordinario. Su performance logra equilibrar la vulnerabilidad y el peligro, mostrándonos a un niño atrapado entre la negación y una ideología peligrosa que ha asimilado sin comprender del todo. La escena, que abarca todo el tercer capítulo, en la que se enfrenta a la psicóloga Briony (interpretada por Erin Doherty) es una cátedra de actuación: la tensión entre ambos, la manera en que ella lo conduce hacia verdades incómodas. Es de lo mejor que ha dado la televisión reciente.

Pero más allá de las actuaciones, lo que hace de Adolescencia una gran obra es su capacidad para diseccionar la masculinidad contemporánea. La serie no se centra en la violencia como un fenómeno aislado, sino como el síntoma de una enfermedad social más profunda. La cultura “incel” (“célibes involuntarios”, jóvenes que no pueden conseguir una experiencia sexual), la influencia de figuras mediáticas como Andrew Tate (machistas y homofóbicos), el acoso virtual y la presión por encajar en una versión distorsionada de la masculinidad son parte del trasfondo de Jamie. La serie no busca justificar sus acciones, pero sí nos obliga a preguntarnos cómo estamos criando a nuestros hijos y qué modelos están siguiendo.

La dirección de Philip Barantini (Liverpool, 1980) es otro de los puntos fuertes de la serie. Su cámara flotante y casi espectral nos sumerge en los espacios físicos y emocionales de los personajes, logrando que cada escena se sienta como una pieza de teatro en vivo, en el que no hay cortes ni escapatoria. Esta elección estilística refuerza la sensación de impotencia y angustia, haciendo que cada segundo cuente.

Si algo se le puede reprochar a Adolescencia es que su último episodio, centrado en la familia de Jamie tras un año de su arresto, carece del mismo impacto que los anteriores. Sin embargo, esto no disminuye su valor. Más que cerrar la historia con respuestas definitivas, la serie nos deja con preguntas incómodas que seguirán resonando mucho después de que termine el último plano. Finalmente Adolescencia no es solo un drama criminal, sino una reflexión sobre la crisis de la masculinidad y el fracaso de las estructuras familiares y educativas para enfrentarla. Es una serie incómoda, brutal y profundamente necesaria. 

“Adolescencia” es una serie de televisión de cuatro capítulos que se puede ver en Netflix

Mariana de los Ríos
26 de marzo del 2025

NOTICIAS RELACIONADAS >

Estado eléctrico: una distopía sin alma ni rumbo

Columnas

Estado eléctrico: una distopía sin alma ni rumbo

  Netflix sigue apostando por la ciencia ficción de gran ...

19 de marzo
Flow: el increíble viaje en un mundo sumergido

Columnas

Flow: el increíble viaje en un mundo sumergido

Ganadora del Oscar 2025 a Mejor Película de Animación, F...

12 de marzo
"Aún estoy aquí": Memoria y resistencia en el cine latinoamericano

Columnas

"Aún estoy aquí": Memoria y resistencia en el cine latinoamericano

En los últimos años, el cine latinoamericano ha consolid...

05 de marzo

COMENTARIOS