Eduardo Zapata

A un joven que nunca me escribió

Para no juzgar a una generación por sus errores

A un joven que nunca me escribió
Eduardo Zapata
24 de febrero del 2021


Tengo en mi mente su nombre. Tengo en su mente sus
posts. Lo conozco personalmente porque fue alumno mío y porque durante el tiempo que compartimos en la universidad conversábamos mucho, tanto dentro como fuera del aula. Cuando coincidíamos en vacíos horarios y nos sentábamos con un grupo de sus amigos en el pequeño jardincito que la vereda nos permitía. Porque lo sé noble y sensible, escribo estas líneas. Pensando en él, pero en general en la llamada Generación del Bicentenario.

Desde este espacio hemos venido sosteniendo que los adultos estamos heredando a los jóvenes “un mundo física y moralmente cansado”. Y que en tal sentido no cabe la censura fácil o acaso la diatriba hacia los jóvenes. Reconocemos en ellos su creatividad y libertad. Y el derecho a expresar su indignación ante el deterioro de las condiciones medioambientales y ante la corrupción política de nuestro entorno. 

Pero lo hemos dicho también ya. La prensa espectacularizó sus protestas, los convirtió en ´héroes´ y con ello alentó –en jóvenes en estado de maduración– una suerte de falso mesianismo. Todo lo anterior y todos los anteriores se convirtieron en el hábitat de ´dinosaurios´ en proceso de extinción.

Sé que no será políticamente correcto decirlo, pero a estas alturas –habiendo leído la Constitución y habiendo sido testigos de los intereses que terminaron defendiendo– creo que para la mayoría será claro que el verdadero golpista no era el señor Merino, que este solamente estaba asumiendo la presidencia porque le correspondía constitucionalmente y que ´la incapacidad moral permanente´ de aquel a quien algunos pretendían reponer se ha revelado en el tiempo con mayor profundidad aún.

Sé que es difícil admitir errores, pero es peor manchar una generación perpetuándolos. Sé que nuestro Estado todo requiere de una nueva arquitectura política. Y coincido también en que todo tipo de corrupción debe ser drásticamente sancionada. Pero sin amiguismos, sin discrecionalidad política. Sin conveniencias finalmente inmorales.

Cuando veo que algunos jóvenes aún se exaltan porque un determinado medio o un determinado personaje denuncia a una persona u opción política, basándose en hechos, resulta no solo un ejercicio estéril sino también manifestación de aquello que declaran –con razón– detestar: los fundamentalismos inhibidores de libertad. Se contradicen a sí mismos quienes, por negar los hechos, focalizan sus iras en el medio o el personaje que les es poco grato. 

Creo en los jóvenes, creo en las redes sociales; pero igualmente creo en los enormes vacíos culturales que la educación peruana –tanto escolar como universitaria– obstaculizan muchas veces el juicio severo y la mirada crítica objetiva.

Eduardo Zapata
24 de febrero del 2021

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