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¿Solo empresariado o clase dirigente?

Una disyuntiva que atraviesa a las compañías

¿Solo empresariado o clase dirigente?
Víctor Andrés Ponce
01 de diciembre del 2019


Marx dijo que la democracia era el régimen de la burguesía. No se equivocó. Experiencias republicanas, sociedades abiertas y las libertades políticas y económicas, solo prosperan allí donde el sector privado es absoluta mayoría en la economía y donde el Estado cumple un papel subsidiario. Si no es así, lanzamos el reto que se nos diga un solo país en donde el Estado controle la economía y exista libertad. 

Claro,  se puede argüir que en el caso de China, el Estado cada vez controla menos la economía y, sin embargo, no existen libertades. China es un tema aparte. Existen tesis que señalan que a medida que avance el mercado y la expansión de las clases medias, el gigante asiático enfrentará la disyuntiva de democracia o desmembración territorial.

Pero regresemos al Perú. Los aportes en efectivo de los principales grupos empresariales a la campaña de Fuerza Popular han lanzado verdades y leyendas. Las últimas pretenden cargarle los males del modelo al sector privado  y no a un Estado incapaz de redistribuir la riqueza que recolecta en impuestos y que promueve la corrupción con exceso de sobrerregulaciones y procedimientos.

Pero nos interesa aproximarnos a la verdad. ¿Qué habría sucedido si los millones de dólares aportados a la campaña de Fuerza Popular se hubiesen destinado a financiar oenegés, medios alternativos y organizaciones civiles promercado, tal como sucede en las democracias longevas? ¿Los empresarios habrían entrado en pánico ante la eventualidad de una amenaza chavista y se habrían visto obligados a utilizar efectivo? Es evidente que no. El motivo: en el Perú habría existido más de una propuesta a favor de la economía de mercado, y quizá el nacionalismo no habría tenido mayor espacio.

Pero eso no es todo. La existencia de red de organizaciones que promueven la guerra ideológica y cultural a favor de la economía de mercado habría modificado los sentidos comunes y los medios desarrollarían criterios más equilibrados. ¿Qué hubiese sucedido en este escenario? Que los políticos, que suelen alimentarse de votos y mayorías, se habrían inclinado a favor de las reformas promercado, y quizá el Perú estaría desarrollando una ola de transformaciones que lo distinguirían de los demás países latinoamericanos.

Un escenario de ese tipo sería la consecuencia de la guerra ideológica a favor del mercado. El problema del país es que las izquierdas –en todas sus versiones– son los únicos sectores que han desarrollado la guerra ideológica, y la han ganado largamente con un financiamiento impresionante; no solo de la esfera chavista del Foro de Sao Paulo, sino de ciertas transnacionales que financian a los anticapitalismos en los países emergentes con objeto de evitar competencias en la globalización (cobre, por ejemplo).

Hoy el empresariado peruano, formal e informal, es el más poderoso y extendido de nuestra historia. Aporta el 80% de los ingresos fiscales, y algunas compañías nacionales aparecen entre las empresas más grandes de América Latina. Antes de los noventa no había una sola. ¿Cómo entonces pueden permitir el avance tan fácil del colectivismo? ¿Solo quieren ser empresarios o también clase dirigente? Veremos.

Víctor Andrés Ponce
01 de diciembre del 2019

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