Hugo Neira

Perú, la nefasta matriz y el pasado presente

Perú, la nefasta matriz y el pasado presente
Hugo Neira
11 de julio del 2016

Algunos virreyes se portaron como presidentes y

a menudo presidentes como virreyes

 

¿Seguirá PPK la tendencia autocrática de nuestros gobernantes?

¿Existe acaso una matriz, molde, prototipo o pattern que en nuestra historia se repite, para desgracia de todos, en el tema de quién manda? ¿Algo que hace que los gobernantes cambien en cuanto encarnan el poder legítimo y lo vuelvan personal, caprichoso, discrecional?

En una tesis francesa se explica los regímenes hispanoamericanos de esta manera: «sufren de una recurrente inestabilidad, de la rápida rotación de los equipos en el poder, en todos los escalones, y en todas partes, por la falta de respeto a las reglas institucionales de sucesión, por la incoherencia o la desaparición de una vida parlamentaria regular por el recurso a la fuerza». Ahora bien, esa sinopsis está pensada para los inicios del siglo XIX. Y lo malo del asunto es que describe la actualidad. La invención política en Bolivia, Ecuador y Perú en el siglo XIX es obra de Marie-Danielle Demélas (IFEA-IEP, 2003). La profesora describe un mundo poscolonial de parentelas, grandes familias y la importancia de los vínculos, «el destino de un político dependía de estrategias familiares». Reinaba «el arte del compromiso ». Dos siglos más tarde no somos muy distintos.

En el Perú los tiempos históricos no mueren del todo. Conjuguemos, pues, el pasado presente. Hay un pattern o pauta de conducta que es repetitiva. Nos viene de muy lejos la tentación de la discordia. En la Isla del Gallo, Pizarro y sus doce solitarios aventureros languidecen siete meses alimentándose de cangrejos de tierra y culebras. Era el segundo viaje y ya la fortuna les preparaba una oportunidad de conquista. La lucha entre los dos hermanos, Huáscar y Atahualpa, «evidenciaba los males íntimos del Imperio» (Porras). Esos males íntimos devorarían a los mismos conquistadores. Los almagristas matan a Pizarro. Felipe II prefiere gobernar con funcionarios y la Iglesia de Indias.

El pattern de la desunión reaparece cuando José Gabriel Condorcanqui intenta librarse del sometimiento, siendo él mismo hijo del privilegio como cacique. Pero lo derrota otro cacique, Pumacahua. El pattern de la desunión habita en la disputa entre San Martín y Bolívar. Y se establece como regla en el XIX con los caudillos. Salaverry, Gamarra, Santa Cruz, Castilla, Cáceres. La guerra de todos contra todos. Solo a fines del XIX, uno de ellos, Nicolás de Piérola, tras una alianza con los civilistas, gobierna en paz. No dura mucho. Leguía llega al poder para desterrar a los civilistas. En el Perú siempre hay alguien a quien conviene excluir.

El siglo XX confirma el hábito inquisitorial de dividir el país en perseguidores y perseguidos. El aprismo y el antiaprismo son los actores de una interminable guerra civil que arranca en 1931 y acaba en 1956. Cuando el aprismo ya no es insurreccional no es preciso tocar las puertas de los cuarteles. Pero el velasquismo será la nueva dicotomía. Y en los noventa, cuando pensábamos que esa matriz nefasta era cosa del pasado, el pattern de la división regresa. Primero lo encarna Sendero, ora a favor, ora en contra. «Los hondos y mortales desencuentros» de Iván Degregori. Luego Alberto Fujimori. Otra vez negro o blanco.

Ese dualismo intolerante de puros e impuros comenzaba a desaparecer, pero hoy vuelve a encontrar sus cabezas de turco. Los que han ganado la presidencia, y antes de decirnos qué van a hacer o dejar de hacer, tienen ya una excusa. El Congreso como anticipado chivo expiatorio. Eduardo Dargent escribió: «Llamaré a estas élites “precarios”, pues los actores abandonarán los valores democráticos cuando consideren que sus intereses se pueden avanzar por medios no democráticos” (Demócratas precarios). Acaso se anticipó a las metamorfosis del poder presidencial. Un hombre que creíamos no solo competente, sino sensato, ¿quiere mover las masas para presionar a un Congreso? A cual, ¿al saliente o al entrante? Mala seña. Así comenzó Leguía, queriendo hacer cosas rápidas, qué bueno. Sin demasiada política, qué malo. Ya Luis Bedoya Reyes ha dicho lo grave que esto sería. Por mi parte, temo que la matriz colonial y republicana se repita. Alguien encarnará el rol, de aquí al 2021, de víctima sacrificial. El caso está resuelto, será Keiko. Por lo visto ni el presidente electo, ni aquellos que lo auparon al sillón, admiten que hay otro poder legal por el cual han votado millones de peruanos, casi tantos como los que votaron por PPK.

Esperemos que el autocratismo de Alberto Fujimori no reaparezca tras las prisas gerenciales de un mandatario liberal. En las democracias cuentan los procedimientos. ¿Otra vez en Palacio alguien a quien eso lo tiene sin cuidado? Ironías de la historia, ¡como el padre de Keiko! Espero equivocarme.

Hugo Neira

 
Hugo Neira
11 de julio del 2016

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