Dante Olivera
Mario Vargas Llosa y la era de los héroes
Las mentes más lúcidas estaban vivas e inspiraban a generaciones enteras

El pasado 13 de abril partió de este mundo Mario Vargas Llosa, nobel de literatura, novelista en vida, y un férreo defensor de las ideas liberales. Con su muerte se apagó una de las pocas luces del mundo intelectual liberal que aún persisten en esta era.
Poco después de su muerte, encontré un video de una conferencia que tuvo con Antonio Escohotado, en la cual debatían sobre el liberalismo. De más está decir que fue un relajo intelectual escucharlos a ambos conversando y debatiendo. Sin embargo, también sentí una fuerte reflexión y tristeza sobre dichas figuras y su significado para los jóvenes que seguimos la corriente liberal. Considero que Mario es un héroe intelectual y cultural, sobre todo para aquellos jóvenes como yo que en un momento divagamos sobre los principios y valores intelectuales que pudiésemos tener.
Así como todos los grandes liberales a lo largo de la historia (Mises, Hayek, Popper, Eudocio Rabines, Escohotado, Benegas Lynch), Vargas Llosa militó y se encariño con el comunismo de su juventud, teniendo una férrea defensa de esta ideología y cosechando grandes camaradas por aquellos años. Como se sabe, posteriormente rompió con el comunismo al ver los horrores que traía la revolución cubana para con diversos intelectuales y escritores disidentes. Me pongo a pensar en lo trascendente de dicha decisión, pues, no es fácil, ¿cuántos de nosotros estaríamos dispuestos a rechazar todo lo que habíamos creído (nuestro dogma) sabiendo que perderíamos amistades, oportunidades y pudiésemos ser tratados como escoria en diversas partes por esa decisión? Muy pocos, a decir verdad. En el caso de Vargas Llosa, pesó más sus principios y convicciones que las consecuencias de dicha decisión.
Luego del desencanto y de tener que empezar de cero, Mario poco a poco fue afianzándose más en el mundo liberal, lo cual se ve reflejado de manera más explícita al inicio de La llamada de la tribu, hasta el punto de convertirse en un referente indiscutible, al cual todo el mundo, donde quiera que fuese, lo podía reconocer. Es así que, poco a poco, se fue convirtiendo en un referente intelectual del mundo liberal, o, en mis términos, en un héroe intelectual de la libertad.
En nuestro país hemos tenido varios héroes, de distintos colores y con distintas perspectivas, salvando las enormes distancias, están Haya de la Torre, Pedro Beltrán, Jorge Basadre, Alberto Sánchez, Pérez de Cuellar o, más recientemente, Marco Aurelio Denegri y Héctor Ñaupari. ¿Qué tienen en común todos ellos? Todos son guías, modelos a seguir, para quienes tengan ideas parecidas a ellos. Parafraseando a un versículo bíblico: fueron luces intelectuales en este mundo. Todos luces, todos héroes.
Hoy, pocas luces nos acompañan, pocos héroes están vivos, dando la impresión de que estamos llegando al fin de la era de los héroes (el fin de los “metarrelatos” como dirían algunos), una época en la que resaltaban no la cotidianidad y el parloteo de las redes antisociales típicas de la posmodernidad, sino una época en la que las mentes más lúcidas estaban vivas e inspiraban a generaciones enteras.
Con la muerte de Mario, el liberalismo pierde un referente, los jóvenes pierden a un héroe, pero creo que el mundo gana un mártir de la libertad. Así como Mario escribió a sus héroes intelectuales en un libro autobiográfico, estoy seguro que muchos jóvenes, en la posteridad, escribiremos acerca de él y la gran inspiración que significó para nosotros.
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