Eduardo Zapata

Liderazgo, cerebro reptil y cerebro límbico

Liderazgo, cerebro reptil y cerebro límbico
Eduardo Zapata
13 de abril del 2017

Aprovechar la crisis para replantear el liderazgo

Cuando un país enfrenta una situación difícil —ya sea por causas de un desastre natural, algún trance económico o una guerra, por ejemplo— sus ciudadanos suelen poner entre paréntesis aspectos lógicos y analíticos, y privilegian más bien los sentimientos e instintos.

Estas respuestas son aquellas a las que Paul D. MacLean atribuía a la preponderancia de lo que él llamaba cerebro córtex (racional) o cerebro límbico (emocional) y cerebro reptil (instintivo). Solemos pensar que es el cerebro córtex aquel que gobierna en general nuestras decisiones, pero las neurociencias llegan a decir que el 85% de esas decisiones son más bien subconscientes o inconscientes. Y esto se acentúa, como es obvio, en situaciones difíciles.

Ante los recientes desastres climáticos, el Gobierno activó no solo los sistemas de auxilio pertinentes, sino que también desplegó —como es lógico ante circunstancias de esta naturaleza— una estrategia comunicativa. Ciertamente el poblador afectado no solo necesita del auxilio físico inmediato, sino también de la presencia mediática del Estado. Fundamentalmente para informarse y saber qué hacer, y —por qué no— recibir también un hálito de esperanza.

Sin embargo, todos sabemos que gestión y comunicación son términos que se evocan recíprocamente. Y así como la gestión sin la comunicación debida puede devenir en fracaso, la comunicación sin gestión puede resultar en frustración y aun rabia.

Hasta el momento, la estrategia comunicativa del Gobierno ha resultado positiva. El montaje de ministros desplegados por todo el país y la imagen de un presidente presente satisfacían emociones y sentimientos. La difusión de acciones efectivas de ayuda contribuía a alimentar una sensación de protección del instinto de supervivencia de la gente. A pesar de que las respuestas dadas desde el Estado ante la emergencia nos dicen cuán poco preparados estamos todos ante situaciones difíciles, sería mezquino no reconocer el esfuerzo desplegado por muchos.

Pero pasada la atención de la emergencia, vendrá el período de la necesaria construcción del futuro. De un futuro que —lo hemos dicho ya— debe integrar personas, mercados y culturas para superar la indefensión ante la naturaleza, pero también aquella causada por la pobreza.

Y la etapa que viene será larga; más larga aún para los sufrientes. En ella nuevamente se activarán emociones e instintos por encima de razones. Y no bastará ya acudir a la emocionalidad temporaria de la solidaridad, pues habrá que hacer frente con lógica y razones de una gestión adecuada a las expectativas afectivas y de supervivencia de las personas.

Para decirlo de manera simple: si bien en la etapa de emergencia se podía disfrazar deficiencias en la gestión, merced a una buena estrategia de comunicación, en la etapa que se nos viene será técnicamente imposible evitar las sensaciones de indefensión, desatención y aun desesperación que signarán la vida de miles de pobladores. No bastará ya acudir a bonitos spots publicitarios. Será necesaria una gestión que se muestre eficiente por sí sola. Lo cual no obsta que vaya acompañada por la comunicación debida.

Y un comentario final. Todo lo anterior conduce a un liderazgo real. Ante el fracaso de los gobiernos regionales —muchos de ellos signados además por la corrupción— tal vez sea el momento racional y emocional oportuno para replantear la regionalización del país. Ese nos parece un insumo fundamental para que la gestión de lo por hacer no termine alimentando frustraciones, odios y resentimientos.  

Eduardo E. Zapata Saldaña

 
Eduardo Zapata
13 de abril del 2017

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