Rocío Valverde

Eutanasia o morir en la clandestinidad

Eutanasia o morir en la clandestinidad
Rocío Valverde
16 de octubre del 2017

El inalienable derecho a una muerte digna

 

La eutanasia, o muerte feliz, debe ser una de los temas más discutidos en los últimos años. Sobre todo por los casos mediáticos que han captado nuestra atención, como el de la niña chilena Valeria Maureira, el matrimonio canadiense Coumbias y el español José Antonio Arrabal. Sobre la eutanasia hay muchos conceptos con leves matices, yo quiero quedarme con el significado etimológico de la palabra: buena muerte. Es decir, la eutanasia es un procedimiento realizado por un médico luego de que una persona de forma voluntaria elige poner fin a su sufrimiento. La eutanasia se puede dar de forma activa, usualmente recurriendo a fármacos, o pasiva, suspendiendo el tratamiento que prolonga la vida del paciente.

 

Actualmente la eutanasia es legal en Holanda, Bélgica, Luxemburgo, Canadá y Colombia. De estos países, Bélgica es de lejos el que tiene leyes menos restrictivas y por ello está constantemente en el ojo del huracán. La legislación belga permite practicar la eutanasia a personas con enfermedades terminales, pacientes psiquiátricos e incluso niños, siempre y cuando la persona sea competente y consciente en el momento de pedir la eutanasia. La segunda condición es que el pedido debe ser voluntario, repetido y bien considerado por el paciente. Finalmente el paciente debe demostrar que la condición médica que lo aqueja le produce sufrimiento físico o mental constante.

 

Sin lugar a duda el tema que ha producido el mayor número de cejas levantadas es el de los pacientes psiquiátricos. En un episodio del show australiano “Dateline”, un periodista mostró el caso de una mujer llamada Simone de Moor. Esta ancianita, de 85 años, de forma muy decidida, pero muy serena, le contaba al periodista que su muerte estaba programada antes de su próximo cumpleaños. La señora de Moor tenía una rutina bien establecida en su residencia de ancianos. Su día comenzaba tomando el desayuno con su vecina de habitación y luego se iba a hacer un poco de ejercicio en la bicicleta estática, ya por la tarde su querida hija la llamaba y continuaba así con su vida.

 

De repente un maldito día su vida dio un cambio abismal cuando su hija Vivianne murió inesperadamente. En ese mismo instante se apagaron dos vidas. La señora de Moor sabía que no podía seguir existiendo con esa pena y pidió la eutanasia. Al verla es evidente notar que esta mujer sufre un cuadro de depresión, pero esto no supone un impedimento porque ella no ha presentado en su vida algún caso de enfermedad mental por el que se le pueda considerar no apta para tomar la decisión de terminar con su vida. Simone de Moor murió el 22 de Junio del 2015 en completa calma acompañada de una amiga de la familia y el médico que la asistió. Simone se fue sin despedirse de su otra hija, con la cual no había tenido relación alguna en treinta años. La vida de Simone le pertenecía a Simone y nadie tenía poder alguno sobre ella, ni siquiera sus familiares cercanos.

 

Este hubiera sido el escenario deseado para el José Antonio Arrabal. Don José fue un padre y electricista avilés que hizo que el tema de la eutanasia o siquiera el suicidio asistido se pusiera una vez más a debate en España. Don José, diagnosticado con esclerosis lateral amiotrófica, pasó sus últimos minutos en soledad sentado en su sofá y acompañado únicamente por una fría cámara. La muerte fue elegida, pero la soledad le fue impuesta pues don José puso fin a su vida de la manera más digna posible aunque le haya tocado una “muerte clandestina”. España no le dio otra opción, tenía que enviar a su familia fuera de casa para evitarles algún posible proceso judicial y dejar un video mostrando su suicidio por ingesta de medicamentos.

 

El mismo derecho les fue negado al matrimonio Coumbias. La Sra. de Coumbias estaba completamente sana, pero era su deseo morir al mismo tiempo que su esposo quien si padecía una enfermedad cardiaca. Los hijos sabían de esta decisión y la entendían. ¿Qué derecho hay para negarles este último acto de devoción? La tragedia golpeó a esta familia dos veces. Primero porque les negaron su voluntad y segundo porque la Sra. Coumbias fue diagnosticada con un cáncer terminal y murió a los pocos meses mientras que su esposo permaneció en este plano terrenal hasta el año 2016.

 

Estos casos sin duda son muy distintos, pero despiertan en mí los mismos sentimientos. Si tenemos derecho a una vida digna, ¿acaso no es inherente el derecho a una muerta de las mismas condiciones?



Rocío Valverde

 

Rocío Valverde
16 de octubre del 2017

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